Generación Y, organizada por Y Gallery de Nueva York junto con Edifica y curada por Carlos García Montero, reúne la obra de 37 artistas menores de 30 años, en una apuesta clara por el arte joven que evidencia una gran vitalidad creativa caracterizada por la pluralidad de enfoques, temas y medios.
En el dibujo destacan las escenografías de programas musicales de los setenta de Fátima Rodrigo, que aluden al nexo entre estéticas e ideologías; las figuras de papas de Andrés Pereira Paz, que reelaboran críticamente la representación de lo andino en una abstracción “emoticonográfica” (una suerte de papas-caritas); y las escenas de actividades escolares de Ibrain Plácido, en las que se han eliminado a los niños, y sugieren olvido y vacío rutinario.
En pintura, Valentina Maggiolo emplea la austeridad formal para evocar la precariedad implícita del desierto habitado de las afueras de Lima en un cuadro muy logrado. Ginés Frayssinet explora la materialidad y la textura trabajando con la volumetría del soporte, y Wynnie Mynerva combina imágenes derivadas del porno amateur en diálogo con las formas de la abstracción informalista, con muy buenos resultados.
En video, Marisabel Arias enlaza texto, imagen y sonido lúdica y críticamente alrededor de la figura de David Bowie. Ana Zegarra ofrece una metáfora psicodélica de la destrucción y abandono del complejo arqueológico Armatambo en imágenes que disuelven sus colores, y Sebastián Quispe presenta una historia fantástica y grotesca alrededor de un plato de sopa, en un llamativo video stop motion.
Destacan las instalaciones de María Isabel Noriega, una fresca ambientación “lúdico-trash” con cañitas, colillas de cigarrillos, palitos de helado, etc. a gran escala. Los ceramios de reminiscencia precolombina de Frances Munar representan partes del cuerpo (orejas, dedos, pies, bocas), cual arqueología siniestra y clínica de la violencia. Las banderas y carteles de Pierina Másquez con mensajes, stickers, fotos y parches sobre soportes de vinilo impreso condensan potentemente el pathos adolescente y el imaginario urbano. Andrea Ferrero articula lo orgánico, mecánico y sintético en unas mayólicas en látex que recuerdan la piel y remiten a la repetición industrial. Christian Luza trabaja la idea de nación en una constelación de herramientas, libros sobre el Perú y otros objetos, en alusión a producción, comercio y discurso sobre el interior del país. Genietta Varsi presenta una de las piezas más potentes de la exposición: las siluetas de un cuerpo humano y un brazo —hechas de pelo humano— yacen sobre tableros de luz, junto a muestras de laboratorio. Presentada sobre las brasas de la cocina (el local fue antes El Rincón Gaucho), la obra refuerza su carga tanática.
La instalación de Raúl Silva resulta muy sugerente: sobre el trasfondo de un muro de cartón negro cuelgan planchas de impresión offset de publicaciones sobre historia antigua y reciente, que articulan el pasado violento del país con métodos de construcción precaria, formas que recuerdan la construcción precolombina y la abstracción modernista radical (suprematismo, minimalismo, etc.).
Jimena Chávez también disloca la abstracción geométrica modernista al superponer esas formas sobre imágenes y objetos de decoración. Romina Monserrat reelabora las formas de Lucio Fontana con guiño de género, dando espacio a la mirada voyerista de un espacio de flores artificiales. Pierina Seinfeld hace eco del minimalismo en un entorno que remite al decaimiento, con piezas en metal en relaciones de equilibrio y equivalencia.
El trabajo de base fotográfica aparece en la obra de Musuk Nolte, que combina el “rosto del Perú” en El zorro de arriba y el zorro de abajo de Arguedas con fotos de marcas de bala en paredes. Diego Fernandini refotografía y recontextualiza una foto de una publicación para resignificarla. Stefano Klima presenta escenas intrigantes de paisajes sin vida; y Benjamín Cieza, cercano a lo fotográfico, presenta un collage que recrea una revista en perspectiva hecha de recortes de varios números de la misma revista, en una pieza de una recurrencia conceptual ingeniosa.
Si bien el panorama sobre el arte actual que ofrece la muestra resulta muy interesante, lo más importante es su decidida apuesta por descubrir nuevos artistas: en una escena que, impulsada por el mercado y las ferias se centró en artistas con una buena posición y precios altos —en detrimento de la difusión del trabajo emergente—, ofrecer espacios al talento joven resulta indispensable.
más información:
Espacio temporal Av. Grau 1540, Barranco (desaparecido local El Rincón Gaucho).
Hasta el 29 de julio. Jueves, viernes y sábados, de 14:00 a 19:00.