Ana Sabogal es doctora en Ciencias Naturales y magíster en Desarrollo Agrario Internacional por la Universidad Técnica de Berlín. Es ingeniera agrónoma de la UNALM y docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha sido directora de Investigación e Información en el Ministerio del Ambiente. Es especialista en Ecología Vegetal e investigadora del CIGA (Centro de Investigación en Geografía Aplicada).
Hace algunos años, en Bosques y cambio climático en el Perú (2017), usted mencionaba el estado de vulnerabilidad de nuestro país frente al cambio climático. En comparación con otras naciones, ¿qué hace al Perú particularmente vulnerable?
Efectivamente, el Perú es uno de los países que se prevé será fuertemente afectado por el cambio climático. Ello se debe a la presencia de los Andes y de los glaciares, que sufrirán las consecuencias de este cambio. El Perú se encuentra entre los primeros 5 países que serán más afectados por este fenómeno.
Usted ha resaltado que, si bien la deforestación en el país ha disminuido en los últimos años, esta continúa siendo un problema. ¿Cuál es su actual situación?
Lamentablemente, la deforestación continúa y ahora con la pandemia es muy difícil llevar a cabo el monitoreo, seguimiento y fiscalización. Por ello, se prevé que las consecuencias sobre los bosques serán lamentables. La deforestación afecta también el clima y aumenta los efectos del cambio climático. Lo que nos salva es el uso de las imágenes satelitales, que nos permiten detectar sin tener que ir al terreno las zonas de deforestación. Una de las zonas álgidas que están siendo depredadas son los bosques de Ucayali.
En su estudio de los espacios públicos en el distrito de Surco, afirma que estos —y sobre todo aquellos con gran cantidad de áreas verdes— podrían compensar los efectos de la contaminación, pero que, lamentablemente, el número de dichos espacios es insuficiente; su gestión, deficiente; y su calidad, discutible. ¿A qué cree que se debe esta situación?
Las áreas verdes de Lima son realmente insuficientes y las causas son muchas. Entre ellas, resaltan los elevados costos de mantenimiento debido a la mala planificación y gestión de los parques. Debe resaltarse, además, el riego, el elevado uso de especies estacionales como las flores, el exceso de poda que deteriora los árboles, así como la falta de pago de los arbitrios de los ciudadanos, sobre todo en las zonas de menores recursos.
“Al rescate de las plantas” podría resonar con la idea de rescatar los bosques (o las áreas verdes, en general). En el conversatorio, ¿se hablará también de especies que crecen en bosquecillos, como la papaya enana, el tabaco silvestre, la tara y la ortiga?
En efecto, en las áreas verdes, se puede pensar en el rescate de las especies naturales como los bosquecillos de la costa utilizando especies nativas de bajos requerimientos de agua y —por qué no— especies como la tara o el papayo silvestre, característicos de nuestras lomas. Esto permitiría disminuir los costos de mantenimiento, mejorar la gestión, rescatar los ecosistemas naturales y contribuiría a la educación ambiental. Aquí cabe resaltar el término bosques urbanos, teniendo en cuenta que la calidad de las áreas verdes de la ciudad depende no solo de la extensión lineal, sino también de la biodiversidad y de la presencia de los árboles. Estos nos proveen de sombra para el cálido verano y albergan a las aves que nos ayudan a controlar las plagas de manera natural.
En una ciudad en la que las áreas verdes son consideradas un lujo, ¿cómo se puede abordar el tema que ha mencionado, el de los bosques urbanos, especialmente, cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) considera que las políticas y acciones que los impulsen deben, más bien, considerarse una inversión?
Existe una mirada sesgada sobre las áreas verdes y, mientras ello no cambie, será difícil lograr una ciudad sostenible o siquiera una ciudad en la que se pueda vivir. Las áreas verdes son una necesidad para poder respirar aire fresco, liberar a los ciudadanos y aminorar los efectos de la contaminación ambiental. Si colocamos en un solo cálculo la cantidad de enfermedades broncopulmonares de los habitantes de Lima y, por otro, el costo de las áreas verdes bien manejadas, veremos que vale la pena invertir en parques. El Banco Mundial ha realizado las estimaciones de lo que se requiere para curar a los ciudadanos y ha demostrado que no es rentable contaminar.
Se habla mucho de la reforestación (pensando en el beneficio tanto del medioambiente como de los seres humanos), pero no tanto de la aforestación. ¿Qué nos puede decir al respecto?
En Lima, donde gran parte de la ciudad está ubicada en el desierto y donde tenemos alrededor de 10 millones de habitantes y muy poca agua, tenemos que pensar en aforestación [Según la FAO, esta consiste en la siembra de plantaciones forestales en áreas que anteriormente eran bosques y denota un cambio que pasa de un área sin bosques a un área con bosques. Difiere de la reforestación, que consiste en la siembra de bosques (ya sea a través de la siembra por semilla o por otros medios) después de una pérdida temporal de cubierta forestal]. De lo contrario, no podríamos cumplir con la necesidad de áreas verdes que requiere la ciudad.
La cuarentena nos ha mostrado otra cara de la naturaleza, cuando esta toma un respiro de la contaminación. ¿Qué opinión le merece esto?
En realidad, a pesar de la terrible situación que atravesamos, podemos observar grandes cambios: despertarnos con los cantos de las aves, escuchar el silencio y respirar un aire más puro. También se ha revalorado el uso de bicicletas. Esperemos que todo este aprendizaje sea duradero y que podamos encaminarnos a menores niveles de contaminación de la ciudad.
El conversatorio será transmitido en vivo este viernes 28 de agosto a la 1:00 p. m. Se podrá acceder a través del siguiente enlace: