El libro "Lo que nos hace tan fuertes", de Juan Carlos Cortázar, ya está disponible en librerías.
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Tan implacables con los débiles
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Qué cómodo se siente en los márgenes Juan Carlos Cortázar (Lima, 1964). Desde ellos enuncia y denuncia, describe y sentencia con una soltura extraña entre nuestros narradores cuando nos describe la urbe precarizada, los cuerpos que en ella parecen sobrar, las vidas que los ámbitos del poder consideran soslayables. En “Lo que nos hace tan fuertes”, diverso muestrario de sus cuentos, el palimpsesto que este autor ha elegido para registrar todo ello es Lima, ciudad que mapea con una claridad que en sus momentos más hondos hiere y perturba hasta llamar a la sublevación de la razón y los sentidos.

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Una de las aristas de la realidad que Cortázar trata con mayor obsesión es el tema de la religión católica y sus reverberaciones en el espacio popular. Eso lo constatamos desde el primer cuento, “Desagravio”, que nos previene de que no hay consuelo o salvación posible para las criaturas de estos sórdidos relatos. En esta historia la procesión que atraviesa calles y avenidas sirve como una suerte de termómetro de las abismales diferencias que separan a los limeños, revelando miserias y falsedades que se reproducen tanto en los barrios afortunados como en aquellos signados por la desolación. Esta tentativa, que podría resultar previsible y esquemática, funciona y rebasa lo meramente eficaz porque Cortázar sabe proponerla como un teatro social donde cada uno cumple una labor que trasciende el determinismo para consolidarse como una asociación de tragedias privadas y al mismo tiempo plenamente transferibles.

Esa perspectiva modela también el excelente “Pasión y muerte de Atahualpa”, cuento que se implanta con lo metaficcional y que puede leerse como una fulminante y desencantada crítica hacia la izquierda llamada inclusiva, la frialdad de los funcionarios públicos, las apropiaciones culturales y las fallidas pretensiones de autenticidad que solo fortalecen las estructuras del poder que se pretende combatir. Es una composición que resulta toda un arte poética o declaración de principios que no pasa desapercibida. Este relato se encadena, soterrado, con “Última puntada”, cuyo protagonista enfrenta, mediante una rara mezcla de devoción y travestismo, la soledad, la castración mental de la clericalidad y un pasado revolucionario del que ya no queda nada. Pariente de estas composiciones es “Ardiendo queda”, otra pequeña pieza que corrobora la maestría de Cortázar al situarse en un difícil espacio atemporal, simbólico, hórrido, en el que las viejas tradiciones católicas, bañadas en sangre y flagelaciones, son objeto de una insólita rebelión purificadora.

Pero de todos los textos, hay dos que resaltan por su visión de la brutalidad que los desvalidos padecen en el extrarradio de la historia y de las ciudades, así como por la inconmovible ausencia de justicia que claman. “Era el pistaco” constituye una verosímil representación del desarrollo de las organizaciones vecinales limeñas contemporáneas y de la represión que brota alrededor de ellas. Por su lado, “Pintadas prostitutas a caballo” —historia de un crimen alimentado por el terror disciplinario que la institucionalidad ejecuta como disuasión contra quienes desafían la norma imperante—, es una demostración palmaria de esta afilada verba narrativa que hace suya una periferia siempre tan incitante como elusiva.

Título: Lo que nos hace tan fuertes

Autor: Juan Carlos Cortázar.

FCE, 2025.165 pp.

Relación con el autor: cordial.

Valoración: 3.5 estrellas de 5 posibles. 

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