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CORRESPONSALES
Un caluroso día de marzo, y tras una noche de tragos, un cataquense hambriento y sin dinero le pidió a su esposa que le preparara algo de comer que fuera rico y barato. Ella, furiosa, cocinó lo que tenía a la mano: plátano, queso y pescado. Así, dice la leyenda, nacía la popular malarrabia, plato que se remonta a la época republicana, pero que hoy constituye un clásico de Semana Santa para los piuranos.
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Carlos Salas Abusada desglosa con rigor las noticias clave del día de lunes a viernes.
Al menos 12 regiones del país disfrutan potajes tradicionales para esta época del año, las mismas que exigen los visitantes que llegan a sus ciudades. Un ejemplo es la histórica sopa teóloga, plato típico del pueblo de Moche (La Libertad). “Lleno hasta el borde me sirve”, escribió Felipe Pardo y Aliaga, mientras Ricardo Palma comentó: “Un festín de familia en el que lucía… la sopa teóloga con menudillos”.
“Contiene gallina, pepián, escabeche, molleja, huevo, aceituna y roscas”, cuenta Rosa Azabache, cocinera del restaurante El Pato, quien prepara cientos de porciones para los devotos que la visitan.
SUR Y CENTRO
Al otro lado del país, en Arequipa, un legendario potaje llega para saciar a los fieles que recuerdan la Resurrección de Cristo en las calles: el caldo de Pascua. Comprende siete carnes e intenta recobrar las fuerzas después del ayuno del Sábado de Gloria. El rincón preferido es el restaurante La Nueva Palomino, de la chef y empresaria Mónica Huerta.
La estrella del Corpus Christi en el Cusco se llama chiriuchu. Muchas historias se cuentan sobre la evolución de este plato, algunas incluso se remontan a la época inca. Está compuesto por maíz, queso, cuy asado, gallina y un caldo que sirve para preparar una tortilla de harina de maíz. También lleva especias, cecina, charqui, cochayuyo, huevera de pescado y rocoto.
En Huancayo, las pascuas se celebran con siete contundentes chupes, de esos que calientan el cuerpo.
Así, en cada lugar del país se reza y se come bien.



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