"Miedo profundo": nuestra crítica del thriller con Blake Lively
"Miedo profundo": nuestra crítica del thriller con Blake Lively
Sebastián Pimentel

En “Miedo profundo es Nancy, una muchacha norteamericana que pasa unas vacaciones en México. El filme se inicia con la despreocupada conversación de Nancy con un joven que le da un aventón y que la lleva a una playa secreta y muy codiciada por los surfistas. Ella va sola, ya que su amiga prefiere quedarse en el pueblo. Para esto, minutos antes, vimos a un niño caminar por la misma playa y encontrar una cámara acuática varada en el mar.

Desde los primeros minutos, Jaume Collet-Serra –el director de “Desconocido” (2011) y “La huérfana” (2009)– pone sus cartas sobre la mesa. Desde el tráiler y el afiche, sabemos que se trata de un filme de sobrevivencia, y, más precisamente, sobre un temible escualo. La sombra de Spielberg –el de “Tiburón” (1975)– es omnipresente, y el espectador sabe qué esperar.

El problema radica en que por saber de alguna manera lo que vamos a presenciar, es más difícil sorprendernos. Para concitar la atención, las estrategias del cineasta de origen español son amplias. Pero quizá el nombre más invocado es Hitchcock. Algo que evidenció “Desconocido”, su cinta más hitchcockiana. Aunque “La huérfana”, o la misma “Sin escalas” (2014), ya hacía ver a un director capaz de sostener la intriga y el suspenso en el interior de un avión, de una cocina, y con apenas dos o tres personajes. La urdimbre del montaje, saber qué cosas dejar a la imaginación, y la capacidad de ver todo desde los ojos de un personaje, le bastan.

En “Miedo profundo”, es como si se hubieran invertido los valores de Spielberg. En lugar de multitudes familiares jugando en la arena, vemos una naturaleza desierta, bella y desolada a la vez. En lugar de una cacería en bote emprendida por un hombre, vemos la cacería emprendida por un animal a una mujer que se aferra a la superficie de una roca. Y, desde allí, el principal  hallazgo de Collet-Serra: la visión de la costa se hace muy cercana y, a la vez, distante.

Debido a la amenaza invisible que corre bajo las aguas, la meta es muy visible, pero a la vez imposible. Pareciera mentira, pero el secreto de “Miedo profundo” es que está más cerca de Hitchcock que de Spielberg. Es cierto que el clásico de Spielberg es una inspiración y está, sobre todo, presente en esas tomas a medio sumergir –que nos permiten ver la superficie luminosa en la intemperie y a la vez la siniestra parte acuática del encuadre–. No obstante, si “Miedo profundo” es sobre todo hitchcockiana, se debe a la angustia de ver qué hace de Blake Lively una versión femenina del James Stewart de “La ventana indiscreta” (1954).

En efecto, Nancy es como el hombre con la pierna enyesada que observa a todo un vecindario –tan cercano, tan lejano– desde la ventana de su departamento, y que ve desde allí, impotente, cometerse un crimen. Solo que Nancy está atrapada en un peñasco, herida también de una pierna, y mira con impotencia a las pocas personas que no sospechan lo que aguarda en el mar.

Lo que se le puede reprochar a Collet-Serra, más que su hipnótica inventiva visual, es ese correlato psicológico, ligado al recuerdo de la madre de Nancy, que representa con talento Blake Lively. Por lo demás, se trata de un filme que saca el mayor provecho de sus pocos medios, para llevar una simple anécdota a ese punto de angustia y fantasía que hacen del cine una experiencia a la vez real y surrealista, como hubiera querido Hitchcock.

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