"Yo no quiero caer en la chacota, hermano”, dice Balo Sánchez León en la sala de su casa y prefiere no ponerse una camiseta de la selección para la foto. “Yo puedo hablar de fútbol sin necesidad de ponerme de corto ni de huevadas”, remata. Mientras juguetea con el balón después de la conversa, luego de comentar la sociología de las 'previas' y la presencia del fútbol en la literatura, recordamos aquello que dijera alguna vez sobre los poetas, y que pareciera también poder aplicarse al hincha peruano: que para serlo se requiere saber cultivar la paciencia.
— Me comentabas que el debate futbolístico se ha banalizado en los medios.
Absolutamente. El programa que hay en canal 3 es un programa de carcajada, de chiste, de chacota, ¿y así quieren ir al Mundial? Que se pongan serios los periodistas.
— ¿Hay esperanza de llegar a Rusia 2018?
Creo que la alegría del triunfo ante Bolivia se debe, más que a ese triunfo, a la posibilidad ya no tan remota de que pueda ir al Mundial. Por razones misteriosas, el Perú está a dos puntos del quinto lugar, o sea, si el Perú gana a Ecuador y a Colombia puede clasificar al Mundial, aunque parezca mentira.
— Has dicho anteriormente que el del Perú es un fútbol desesperado.
La gente canaliza muchas frustraciones a través del fútbol. Ves la violencia creciente que ha habido en los estadios peruanos en el torneo local. Y está la parte sociológica o antropológica, llamada la 'previa' en los programas dominicales: cómo llegan las familias, el pantalón apretado, el poto sobresaliente, los bailongos que hay, todo eso antes del partido creo que es más importante que el partido mismo, y el partido entonces ya es una anécdota, un pretexto. El fútbol canaliza un montón de sentimientos que habría que estudiarlos más.
— ¿Dónde dirías que radica realmente la importancia del fútbol?
Es un fenómeno mundial creciente, y un negocio. Neymar es, por ejemplo, un negocio astronómico, y dicen los que han comprado su pase que dentro de cinco años ese va a ser un pase barato, que ahora está en los 300 millones de dólares. La Fifa es tan importante como el Vaticano, o más. Son ecuménicos, están en los cinco continentes y mueven mucho dinero.
— Durante los desbordes por El Niño costero se dijo que la victoria en el partido ante Uruguay podía ser una alegría en medio de la tragedia.
Creo que hay un divorcio entre la realidad mediática y la realidad real. Dejas de leer los periódicos y ver televisión y eres una persona tranquila, feliz, sosegada. Lees los periódicos y ves televisión y eres un neurótico, un psicópata. Por eso he dejado de ver televisión y leo mucho menos los periódicos, y mira cómo sonrío. Claro que para los de nuestra profesión no es muy agradable eso, pero la televisión es muy nerviosa.
— Las narraciones de los partidos pueden ser un horror al vacío. ¿Los ves con el volumen en cero?
No, tengo que soportar a Peredo y a Ramón Quiroga, qué voy a hacer. Peredo es amigo mío y le tengo simpatía, pero transmiten en estado de excitación. Todo es en estado de excitación. Después del partido de fútbol, por ejemplo, los muchachos gritando y diciendo lisuras, que viva el Perú, carajo, durante hora y media.
— Y de paso nos olvidamos de la huelga de los maestros.
Claro, los maestros incomodan, pues, la gente quiere ver su partido, viven en un país miserable, enfrentado, incómodo, y por lo menos ven su partido durante una hora con su chela y su familia. Pero aquí no hay matemáticas, lo que hay es lo siguiente: si Perú gana sus tres partidos, va. Ahora, ¿el Perú puede ganarle a Argentina en Buenos Aires? Creo que no. ¿El Perú puede ganarle a Ecuador en Quito? Es muy difícil. ¿El Perú puede ganarle a Colombia en Lima? Sí. O sea, tres puntos de todas maneras, pero no es suficiente, tiene que ganarle al Ecuador en Quito, y creo que los jugadores peruanos recién se han puesto el chip de que pueden ir al Mundial.
—¿Les pesa la camiseta, como dicen?
Ahora les va a pesar más, porque ahora pueden clasificar, y se mueren de miedo. Cuando juegan al 'sport', cuando ya está todo perdido, entonces le pueden ganar al Brasil, porque ya no hay ninguna responsabilidad, pero ahora tienen que ganar tres partidos, tienen que mentalizarse. Porque lo pueden hacer. El tema de la altura es un mito, no es Cusco y los peruanos juegan en altura.
— ¿Tú también le tienes fe a Gareca?
No es que le tenga fe, pero me cae simpático porque sacó a los viejos y ha puesto a los jóvenes, y eso es acertado. Él cree en el torneo nacional, o sea, prefiere un jugador de torneo nacional que realmente juega a un peruano en el extranjero que está en la banca… El problema del fútbol peruano son los clubes, que son una robadera, un desastre, juegan los viejos, los jóvenes nunca pueden jugar, y mientras eso siga así va a ser difícil que haya una buena selección.
— Dentro de tu tiempo, ¿cuál ha sido para ti la época de oro del fútbol peruano?
La época de oro del fútbol peruano duró quince años cuando había dos punteros buenos. Estaban Baylón y Gallardo. Después, Muñante y Oblitas. Luego ‘Patrulla’ Barbadillo y Oblitas. Tener dos punteros de excelente calidad le daba al fútbol peruano prestancia. Y tenía a Chumpitaz, el 'Granítico', el Capitán de América. Eso duró quince años, y después vino la debacle. El partido más memorable que yo haya visto fue el de la Bombonera, el 2 a 2. Partido ícono. Año 69. Yo tenía 22 años, flaquito y pintón. La fe estaba en los jugadores.
LA LITERATURA EN LA CANCHA
— ¿Cuáles son los relatos sobre fútbol más memorables que hayas leído?
Hay un libro de Isaac Goldemberg, “Tiempo al tiempo”, pero creo que el fútbol está para ser jugado, no para ser leído. Es como la ópera, que es para ser vista, no escuchada. El deporte más literario es el box, porque ahí te la juegas, ahí hay muerte, ahí hay puñete. Como dice Borges: es más natural ver a dos hombres peleando que a 22 persiguiendo una pelotita. O sea, el box en cine y literatura. Gay Talese tiene un relato maravilloso. Norman Mailer tiene “El combate”. Eso sí he leído, pero el fútbol o el tenis no dan para mucho, y la natación no da para nada.
—¿Aunque para la poesía sí?
Para eso sí. Y Murakami es nadador también, tiene muchos personajes nadadores, y es maratonista.
— Está también el relato del inglés Sillitoe, “La soledad del corredor de fondo”.
Lo que pasa es que Sillitoe es un proletario, de padre analfabeto, de esos escritores que me gustan a mí: de vida dura, de vida ruda.
— Como Hemingway.
Y John Dos Passos, que caminaba hasta que le sangraran los pies.
— El estereotipo que tú hubieras querido tener.
Claro, y por eso me da cólera cuando los peruanos asocian a los poetas con un pobre pelotudo.