Al llegar a pie a la Casa de la Literatura, caminando por el jirón Carabaya, se puede avistar desde cierta distancia el rostro de Jorge Eduardo Eielson enmarcado por la fachada del emblemático edificio. Ya una vez dentro, nos recibe sobre el piso del hall una instalación titulada “Firmamento”, que muestra una esfera colocada encima de una base. Y en esta última, lo primero que uno lee es un verso del centenario poeta: “No escribo nada”.
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Así es como se abre a nuestros ojos la exposición “Todavía mi nombre es Jorge”, uno de los varios homenajes con los que se vienen celebrando los 100 años de Eielson, figura fundamental del siglo XX en nuestro país. Un creador que supo moverse entre la poesía, la narrativa, las artes plásticas, la performance, el teatro, la música y más disciplinas.
La muestra de la Casa de la Literatura puede dividirse en dos partes. La primera, en una sala ubicada a la izquierda del ingreso, es una aproximación breve pero significativa al corazón eielsoniano. “Es una exhibición sobre todo dirigida a jóvenes y niños que no necesariamente conocen al autor”, explica Rodrigo Vera Cubas, curador de “Todavía mi nombre es Jorge”.
“Aquí encontramos una pequeña selección de sus poemas visuales –continúa Vera–; otra pieza que bebe del arte conceptual, pues puedes arrancar la hoja de un poema para abanicarte; unas telas que se descorren para mostrar unos versos, sugiriendo las ideas de anudamiento, tensión y ocultamiento que abundaban en su obra; y algunas fotografías de Eielson y de sus piezas, como las referencias a culturas prehispánicas, a través de quipus o fardos funerarios”.
COMPLICIDAD CREATIVA
La segunda parte de la exposición –aunque también punto de partida de la misma– estuvo a cargo del artista Carlos Runcie Tanaka. Se trata de una instalación que a su vez podría separarse en dos partes: una con la esfera mencionada al inicio, que lleva incrustaciones de cuarzo y de conchas marinas; y la otra en la forma de una enorme tela azul, de 130 metros de largo, que se eleva entre las columnas de la Casa de la Literatura.
Se trata de una instalación que adapta una anterior que Runcie Tanaka presentó en Florencia, Italia, en 2021. Dice el artista que nació sobre todo “como una urgencia”, y en homenaje al autor de “Reinos”, con quien fue bastante cercano en vida. “Es una conversación a la distancia con él, basada en un aprecio afectivo, muy sensible”, explica.
Runcie afirma que ha trabajado el proyecto con cierta soltura asociada –más que a la palabra– a la sonoridad y a las imágenes. “Hay una libertad que quizá venga desde la ignorancia –señala–. Porque yo no seguí estudios de artes plásticas. Y Eielson tampoco lo hizo. Él tenía una gran seriedad, pero a la vez un espíritu muy juguetón, bastante libre”.
De hecho, Runcie Tanaka y Vera Cubas ya planean para las próximas semanas una suerte de acción performática en la que la tela azul pueda extenderse entre las demás columnas del recinto, por sobre las cabezas de los visitantes, y llegar hasta los viejos andenes ubicados en la parte trasera de la antigua Estación Desamparados. “A mí incluso me gustaría conseguir mucha más tela, que la amarren al vagón del tren, y se la lleven hasta Huancayo, hasta la mina. ¡Sería maravilloso! Juan Javier Salazar, ¡¿dónde estás?!”, bromea Runcie.
Así, vista en forma panorámica, la exposición comienza con el “No escribo nada” como verso introductorio, y termina con la fuga visual de la tela azul. “Es como un momento etéreo –apunta Rodrigo Vera–, en el que la tela chorrea sobre la escalera y entra en perfecto diálogo con el poema que hemos colocado en sus escalones: ‘Me conmueve/ todo lo que es húmedo/o lo que parece imposible/ y es solamente azul’”.
La muestra puede visitarse en la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro de Lima), de martes a domingo, hasta el 30 de junio.
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