Como las flores raras o los pájaros inclasificables, en el terreno de toda tradición literaria surgen escritores sui generis que rechazan lo acordado de antemano, las modas traicioneras, los caminos señalizados y optan por recorrer las trochas sin desbrozar, los rumbos que no se han hollado, los senderos de incierto destino. Juan Carlos Méndez (Lima, 1976) es uno de esos autores extraños que suelen ser una bocanada de aire fresco entre tanto narrador aliñado y predecible. Su novela inaugural, “La pandilla interior” delataba patentes intereses particulares: personajes estrambóticos, lenguaje subversivo y libérrimo, saudade suburbana, inclinación por la trama, más que absurda, delirante. El libro apostaba con fortuna por estos aspectos en la primera parte, pero en la segunda se entrampaba en el engolosinamiento de sus hallazgos.
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Han debido transcurrir doce años para que Méndez se animara a entregarnos un nuevo trabajo. La espera ha valido la pena: “Cierre de Edición” es una segunda novela bastante más madura, rica y divertida que su debut. Inspirándose en su experiencia como redactor del semanario Caretas, Méndez nos presenta la historia del señor poeta, curtido periodista que quiere retirarse por todo lo alto de la decadente revista donde labora con una nota que sea digna de ocupar la portada. De casualidad se halla ante un caso prometedor: el homicidio de un barrista de Alianza en el Monumental de Ate. Las pesquisas del protagonista en su búsqueda por la verdad sirven de pretexto para mostrarnos un pequeño universo -dotado de atractivo abigarramiento- poblado por seres que se refocilan en su festivo fango, de sórdidas redacciones humosas y de relaciones humanas cuya fisonomía caricatural no las priva de un bajorrelieve psicológico que las salva casi siempre del bosquejo grueso.
“Cierre de Edición” es una ficción tributaria de “Conversación en La Catedral” y no lo oculta: encontramos varios guiños a la obra maestra de Vargas Llosa, incluido un homenaje a Carlos Ney Barrionuevo, patibulario mentor del nobel en su aprendizaje por los pasillos de “La Crónica”. Sin embargo, su referente más directo es “Los últimos días de La Prensa”, el mejor libro de Jaime Bayly: comparten el interés por recrear la fauna carnavalesca de una publicación declinante y la podredumbre nacional que rodea sus desvencijadas oficinas, por cultivar una ironía que no suaviza las estocadas de la realidad, sino que precisa el malestar infundido por estas. Se ha señalado cierta influencia de Bryce, lo que es verdad, pero sería la de un Bryce muy específico: el de “Tantas veces Pedro”, título excéntrico en su bibliografía. Coinciden en su audacia formal y estilística, en el perfil esperpéntico de las situaciones, en la mirada a un escritor cuyas querencias y desventuras le impiden consolidar su vocación.
La piedra basal de esta novela es su fresca oralidad. Por momentos – al igual que en la mencionada novela de Bayly- Méndez consigue que sus ingeniosos diálogos ganen un ritmo trepidante, que una encantatoria cadencia los posea. Adquieren así la musicalidad de un ejército de máquinas de escribir tecleadas al mismo tiempo, en pos de la nota redentora, de la madrugada que se ofrece en cantinas y tugurios, del amanecer que se abre como una nueva herida. Esa es la melodía de esta historia, que alcanza a entonarse con convicción y solvencia.
Autor: Juan Carlos Méndez
Literatura Random House, 2022. 239 pp.
Relación con el autor: cordial.
Valoración: 3.5 estrellas de 5 posibles