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Nació en Perú, peleó contra los nazis y murió por la libertad: la vida de Madeleine Truel se convierte en novela
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Hay vidas que parecen escritas para desaparecer. Destinos que, por pudor o desidia, se quedan en una nota al pie de página antes que reclamar un capítulo propio. Como los voluntarios anónimos que ayudaron a escapar a familias enteras durante la ocupación nazi; como las mujeres que abrieron puertas, ocultaron papeles y se condenaron al silencio para salvar a otros. “La heroína silenciosa”, de Hugo Coya, recupera la historia de una de ellas: una peruana que convirtió el riesgo en rutina y que entendió que la solidaridad no tiene bandera.
El libro avanza con pulso firme, atendiendo al detalle. Coya —quien ya había hurgado en los archivos de la Segunda Guerra Mundial para revelar la presencia inesperada de latinoamericanos en su engranaje— vuelve esta vez a un territorio más íntimo con la historia de Magdalena Truel (Lima, 1904), la última de ocho hermanos que vivió en el Malecón de los Franceses (hoy Malecón 28 de Julio), para luego partir rumbo a Francia en 1924, y posteriormente unirse a la resistencia francesa, falsificando documentos. Una vida que, como el autor señala, se sostuvo desde entonces entre el miedo y la convicción. “No se trata de heroísmo —advierte—, sino de humanidad”.

Frente a un pasado que se resiste a ser contado, Coya se apoya en cartas, expedientes, crónicas judiciales, fragmentos dispersos: materiales que, antes de formar una historia, exhiben su fractura. En esa fisura —ese espacio donde la documentación se interrumpe y la imaginación se vuelve necesaria— el escritor se aproxima a la pregunta que atraviesa todo el libro: ¿qué impulsa a alguien a arriesgarlo todo por desconocidos?
“Hay un sentimiento profundamente católico, pero de verdad. Ella es una persona singular, una persona admirable que en el peor momento de la humanidad decidió adentrarse en lo más tenebroso. Lo suyo es una historia de resistencias y decisiones que revelan que, a pesar de los actos inhumanos, aún hay espacio para gente como Truel”, explica Coya.

Un abandono lúcido
“Nuestro mayor drama sigue siendo el olvido de nuestra historia”, menciona Coya. “El periodismo muchas veces se convierte en fuente primaria para investigaciones futuras de casos como este”, agrega. Esa conciencia del vacío —del archivo faltante, de los personajes que se pierden entre papeles sin firmar— atraviesa no solo “La heroína silenciosa”, sino la obra completa del autor.
La trayectoria de Coya confirma esa obsesión por rescatar vidas relegadas. En “Estación final” se internó en los campos de concentración nazis para reconstruir la presencia peruana en ellos. Más adelante, en “Los secretos de Elvira”, siguió el rastro casi borrado de una espía peruana durante la Segunda Guerra Mundial. Y en “El último en la torre” (2022) dio un giro hacia la ficción para seguir a Ludovico Hurwitz, comerciante peruano de ascendencia judía acusado de espionaje. Distintos registros que mantienen la urgencia por darle historia a quienes no cuentan con una.

“La heroína silenciosa” no es la excepción, aunque las intenciones se profundizan más. Ya no se trata solo de reconstruir la biografía de una mujer que enfrentó al nazismo, sino de revelar lo que su historia dice de nosotros: de un país que dejó perder a sus figuras civiles en aras de militares, “o incluso nombrar como héroes a personas que nunca hicieron algo heroico”, señala el autor.
El libro se ocupa de estas vidas laterales, de los personajes que nunca fueron pensados como protagonistas. Y es en esa elección Coya vuelve a asumir, casi obstinado, su mismo rol: “Si no hubiera sido periodista, habría sido historiador”, enfatiza, y aunque no pretende monumentalizar a nadie, Madeleine Truel ya se encuentre hoy inmortalizada en el parque Yizthak Rabin, en el corazón del Malecón Cisneros.












