Matthew Bellamy, líder de Muse, durante show en Lima. (Foto: Hugo Pérez)
Matthew Bellamy, líder de Muse, durante show en Lima. (Foto: Hugo Pérez)

Es difícil describir un show como el que dieron Kaiser Chiefs y en Lima tratando de ahorrar adjetivos. Difícil también será que los asistentes (unos 20.000, según cálculos) olviden —olvidemos— lo que sucedió el martes 15 de octubre en la Pelousse del Jockey Club Del Perú.

Esperadísima fue la llegada de Muse al Perú. Esperadísima por sus fans, por supuesto. La banda inglesa, creada en 1994 e integrada por Matt Bellamy (voz, guitarra, teclados), Christopher Wolstenholme (bajo, teclados, coros) y Dominic Howard (batería y percusión), había pasado por nuestro continente realizando conciertos en Río, Santiago o Buenos Aires. Lima era un pendiente. Ya no más. El anuncio de su llegada a Lima se dio a inicios de año y en septiembre se supo Kaiser Chiefs, banda también británica, creada en el año 2000, llegaría a abrir el concierto. Subieron las expectativas.

La cita era a las 20:00. ¿Podríamos confiar en la puntualidad inglesa o esta sería derrotada por la hora peruana? Al parecer, primó la segunda, pero sin tanto drama: Kaiser Chief empezó a tocar a las 20:30 con la energía que caracteriza a Ricky Wilson, su vocalista. Lástima que entonces la explanada estaba casi vacía y el público poco conectado. Tal vez el tráfico de la Av. Javier Prado retrasó a los fanáticos y el distrajo a los asistentes. Pero dejemos eso de lado, pues a la banda pareció, felizmente, no afectarle. Diez canciones nos regaló, permitiéndonos disfrutar sobre todo de la potencia de “Ruby”, “Hole in My Soul” y “I Predict a Riot”, temas que fueron una invitación al movimiento, a dejar el letargo, a entregarse a las emociones.

Confieso que, por lo menos en esas canciones, esperaba un desmadre. Es decir, una explosión de energía del público que hiciera honor a lo que Wilson hacía en el escenario. No sucedió, salvo por algunos grupos que saltando, cantando, bailando, vivían su fiesta particular rodeados de otras personas cuyo mayor interés era mirar su celular. Algunas miraban el partido —cosa difícil de entender— otras miraban el concierto a través de su teléfono. Sospecho que esto último se ha normalizado como una nueva forma de disfrute.

Cerraron su participación con “Oh My God”, una canción que siempre me sonó como un potente manifiesto, una forma de sacar de las entrañas la insatisfacción de no sentirse cómodo en ninguna parte y gritárselo al mundo sin vergüenza y sin temor. Y mirar alrededor y saber que no se está solo en ese tránsito.

Los Kaiser Chief volverán. Lo prometieron antes de irse del escenario, gritar que ya viene Muse y apagar la luz por un instante para dar paso a una tenue iluminación azul cuya intensidad fue creciendo minuto a minuto. Mientras la luz azul se hacía más fuerte, el espacio se llenaba. Sí, tal vez el tráfico de la Av. Javier Prado retrasó a los asistentes. Lástima. Se perdieron un buen show.

Pero llegaron para el plato fuerte, que es lo importante. El concierto de Muse se anunció desde principios de año, ya lo dije. Válgame Dios. Esperaba este concierto desde el año 2000, cuando llegó a mí, flamante ingresante sanmarquina, la primera noticia de la existencia de la banda. Qué nervios, Matt Bellamy. Me enganché desde entonces y para siempre a tu voz y a tus falsetes, a tu energía y entrega al tocar la guitarra, a tu estrambótica pero elegante puesta en escena. Sabía que no sonaría “Muscle Museum”, que fue el segundo sencillo de su vida como banda. Tampoco cantarían “Unintended”, o “Sing for Absolution”, o “Resistance”, algunas de mis favoritas. Pero confiaba, o, mejor dicho, estaba segura, de que entregarían una rica selección de sus ocho álbumes de estudio.

Mi seguridad radicaba no solo en mi fanatismo —convicto y confeso y el motivo por el que estoy escribiendo estas líneas—sino también porque en la era del Internet poco espacio queda para la sorpresa. Hace varios años que la web nos enseñó a llegar a los conciertos con al menos el 90% de seguridad sobre aquello que íbamos a encontrar. Las expectativas pues, ahora son otras.

Muse en Lima. (Foto: Hugo Pérez)
Muse en Lima. (Foto: Hugo Pérez)

Por ejemplo, ¿cómo será el show? No importa lo que hayamos visto en Internet, sabíamos que en el Perú sería distinto. Esto por varias razones: por ejemplo, el escenario que les ofrecíamos era bastante más modesto en comparación a otros en los que se han movido; o la energía en la respuesta del público peruano, a veces impredecible. Santas dudas que, felizmente, desaparecieron en el momento en el que Matt Bellamy emergió a la pasarela del escenario acompañado de una corte de personajes vestidos con trajes de neón. ¡Estaba sucediendo! Se hizo realidad. Muse estaba aquí, cerrando la gira de su disco “Simulation Theory” (2018).

Muse en Lima. (Foto: Hugo Pérez)
Muse en Lima. (Foto: Hugo Pérez)

prometió 25 canciones y Muse le dio la razón. Qué hermoso ver que desde los primeros acordes de “Algorithm”, tema que inició el concierto, el público estuvo dispuesto a darlo todo, a compartir con miles de desconocidos su experiencia personal con la música. De pronto aquel sonido parte de muchas historias personales, de muchos soundtracks particulares, se materializaba en vivo y en concierto. “Pressure”, “Psycho”, “Break It to Me”, fueron coreadas y aplaudidas. La coreografía de sujetos con trajes metalizados y luces de neón acompañaba algunas canciones y se ausentaba en otras, parte de una puesta en escena realmente impecable y grandilocuente. Cuando tocaron “Uprising”, canción de su quinto álbum de estudio, "The Resistance”, no hubo ser humano en ese espacio capaz de quedar indiferente. “They will not force us / They will stop degrading us / They will not control us / We will be victorious / So come on!” Dice la canción y, ante ese llamado, y al ritmo de instrumentos y sintetizadores, mientras Bellamy y Wolstenholme rasgaban con furia guitarra y bajo, y Howard se entregaba al compás de su batería, las emociones bailaban en los corazones y en los pies de los asistentes. Saltábamos como si de ello dependieran nuestras propias victorias. Y saltábamos todos.

Sucesión de canciones y sucesión de emociones. Hubo picos muy altos en “Bliss” —canción que el público eligió ante una rápida encuesta realizada por Dominic Howard, que nos hizo optar entre esta y “Showbiz”—; “Dig Down” con Matt Bellamy al piano pidiendo a todo el público que ilumine el espacio con la luz de su celular —me recordó a Cerati en el Nacional, el año 2007. Vaya que han cambiado los celulares—; “Starlight”, por supuesto; un mix que inicó con “Stockholm Syndrome”; y la canción de cierre —esa que los novatos no sabemos pasar cuando jugamos Guitar Hero— “Knights of Cydonia”.

Hay postales hermosas: Matt tirando su guitarra contra el suelo una vez y otra vez y, finalmente, contra el parlante a dos canciones de terminar el concierto. Matt arrodillado en la pasarela tocando su guitarra con dolor. Matt bajando a saludar al público de la primera fila y regresando al escenario con una bandera peruana, una boliviana y otra peruana con un afiche de Muse al centro de la misma. Los personajes vestidos de neón haciendo un stage diving al final del show. Los lentes fosforescentes y brillantes de Matt, y su ropa, acorde a dichos brillos. Y el perfecto Alien que emergió desde el fondo del escenario para acompañar las últimas performances que hizo que algunos se pregunten —no es broma— si no se trataba de un concierto de Iron Maiden. Y, por supuesto, el “¡Gracias, Lima!” y la promesa de volver.

Muse escogió Lima para cerrar el Simulation Theory World Tour. Dijo el amigo Matt que la eligieron porque nunca habían pisado la capital. Dejó, en su cuenta de Instagram, un mensaje en el que dice que hacer este tour ha sido como cumplir un sueño de la infancia y que la audiencia de Lima es maravillosa. Pues, de corazón, gracias.

TAGS

Contenido sugerido

Contenido GEC