Como si se tratara de una subasta al mejor postor, por décadas muchos gobiernos han tratado de bajar al mínimo los impuestos a las empresas multinacionales para atraerlas a su territorio.
Y esa competencia le ha dado una gran ventaja a las compañías al dejarlas en una excelente posición negociadora que les permite decir: “Pues bien, si me subes los impuestos aquí, me voy a otro país”.
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Pero si ese otro país, el del lado y el de más allá ya se han puesto de acuerdo sobre una tasa mínima de tributación… las reglas del juego serían diferentes.
Ahora eso podría estar por cambiar.
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Un grupo de casi 140 países acordaron este jueves reformar el sistema fiscal global para garantizar que las grandes empresas “paguen una parte justa” dondequiera que operen.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que dirigió las conversaciones, informó que los negociadores habían respaldado una tasa impositiva corporativa mínima propuesta de al menos el 15%.La secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, consideró que se trataba de “un día histórico para la diplomacia económica”.
Según la OCDE, el plan podría generar alrededor de US$150.000 millones en ingresos fiscales al año.Pero la organización con sede en París confirmó que Irlanda y Hungría, países con bajos impuestos corporativos, no se habían unido al acuerdo sobre el mínimo global.Todos los países del G20, como EE.UU., Reino Unido, China y Francia, respaldaron el acuerdo.Ahora se espera que los gobiernos participantes intenten aprobar las leyes pertinentes para lograr el mínimo, aunque los detalles como posibles exenciones para ciertas industrias aún están pendientes de negociación.”Un plan de implementación detallado junto con los temas restantes se finalizará para octubre de 2021″, dijo una declaración firmada por 130 de los 139 países y jurisdicciones involucradas en las conversaciones.
Los naciones también acordaron nuevas reglas sobre dónde se gravan las mayores empresas multinacionales.
Esto implicaría que los derechos impositivos sobre más de US$100.000 millones de ganancias se trasladarían a los países donde se generan las riquezas, en lugar de donde una empresa podría tener su sede.
1. ¿De qué se trata?
La propuesta de establecer un impuesto mínimo global a las empresas multinacionales busca que los países lleguen a un acuerdo y se comprometan a definir un piso tributario, es decir, poner un límite para evitar cobros impositivos demasiado bajos.
El gobierno de Joe Biden había propuesto un mínimo impositivo de 21%, una cifra mucho más alta de lo que habían barajado los países europeos (que oscilaba entre un 12% y un 15%).
La idea del “mínimo global” es detener la competencia entre los países por ofrecer impuestos cada vez más bajos a las grandes corporaciones.
En la práctica, los gobiernos podrían seguir fijando cualquier tasa impositiva, pero luego los países de origen de las compañías podrían “recargar” sus impuestos a la tasa mínima acordada, lo que eliminaría la ventaja fiscal de trasladar las ganancias a un paraíso fiscal.
Y EE.UU. ha planteado la posibilidad de denegar ciertas exenciones de los impuestos pagados a los países que no están de acuerdo con una tasa mínima.
Las negociaciones para lograr un tributo mínimo han sido impulsadas en el marco de la OCDE, la Unión Europea y el grupo de países desarrollados del G-20.
2. ¿Por qué es importante?
Quienes promueven el impuesto mínimo señalan que es una manera de homogeneizar el sistema tributario internacional, evitando que las corporaciones cambien sus operaciones de un país a otro en busca de mayores ventajas.
En un momento de crisis económica asociada a la pandemia de covid-19, un sistema impositivo con menos beneficios para las multinacionales permitiría que los gobiernos aumenten su recaudación fiscal.
Cada vez más los ingresos tributarios provienen de fuentes intangibles como patentes de medicamentos, software y otros servicios digitales que han migrado a tributar a paraísos fiscales.
Es por eso que muchos gobiernos reclaman la creación de un marco impositivo que responda a los nuevos sistemas de producción, comercialización y pago de impuestos que desde hace décadas dejaron de estar constreñidos a las regulaciones nacionales.
3. ¿Qué dicen los que se oponen?
Pero no todos están de acuerdo con regular a nivel global los impuestos que pagan las multinacionales.
Chris Edwards, director de Estudios de Políticas Tributarias del Instituto Cato en Estados Unidos, argumenta que de la misma manera que la competencia entre empresas promueve la eficiencia, la competencia tributaria genera beneficios favorables a la eficiencia entre países.
“La competencia fiscal entre países es algo bueno, no es malo, como afirma Yellen”, dice en diálogo con BBC Mundo.
Sin competencia internacional, agrega, los gobiernos se transforman en monopolios.
“Yellen debería saberlo. Hasta cierto punto, la competencia fiscal reduce el poder monopolístico de los gobiernos”, apunta.
Cita como un ejemplo exitoso el caso de Irlanda, un país que implementó una política de bajos impuestos para atraer empresas y logró impulsar su crecimiento económico.
4. ¿Por qué EE.UU. impulsó las negociaciones y propuso ahora una tasa mínima global de 21%?
El impuesto mínimo global es un pilar esencial del plan de gasto en infraestructura de US$2 billones del presidente Joe Biden.
Para financiar ese plan, el mandatario ha propuesto subir tasa impositiva corporativa de Estados Unidos al 28%.
A primera vista ese aumento no parece estar directamente relacionado con la tasa global mínima.
Efectivamente se trata de dos temas diferentes, pero que están directamente relacionados.
Sin un mínimo global, Estados Unidos podría quedar en desventaja con respecto a otras economías importantes que tienen tasas impositivas menores.
Entonces lo que está haciendo la Casa Blanca, plantean expertos, es jugar a dos bandas: un alza dentro de sus fronteras y otra fuera de ellas.
O al menos desde el punto de vista del mensaje político, el tema se instala en la agenda desde ese ángulo, argumenta Michael Moore, profesor de Economía y Asuntos Internacionales de la Universidad George Washington.
“Parece ser una estrategia menos riesgosa para subir impuestos”, dice en diálogo con BBC Mundo.
Básicamente porque el aumento del impuesto corporativo a las empresas en Estados Unidos es un tema que debatirá el Congreso en el corto plazo, mientras que la idea de lograr un acuerdo global es algo que no tiene ningún plazo establecido.
5. ¿Cómo ha sido el proceso para el acuerdo?
Las conversaciones para crear un impuesto global mínimo comenzaron en 2013 bajo el liderazgo de la OCDE.
Hasta ahora habían existido pocas señales de un avance concreto para alcanzar un amplio acuerdo político sobre el tema.
Pero el fuerte respaldo entregado por la Casa Blanca fue recibido como un punto de inflexión.
Tras ello, los ministros de Finanzas del G-20 plantearon su compromiso para tratar de llegar a un consenso este julio, como sucedió este jueves.
Sin embargo, expertos anticipan que las cosas no serán tan fáciles con otras naciones europeas que ofrecen grandes incentivos tributarios a las multinacionales.
Los impuestos corporativos en los 27 países que forman la Unión Europea varían enormemente desde un 9% en Hungría y un 12,5% en Irlanda, a un 31,5% en Portugal o un 32% en Francia.
Ese amplio abanico pone dificultades para que todos los países coincidan en un mismo mínimo tributario para las multinacionales.
Las dudas
También queda abierta la interrogante sobre qué estrategias aplicarán los paraísos fiscales para enfrentar este potencial nuevo escenario.
Grace Perez-Navarro, de la OCDE y quien ha trabajado en el tema desde que comenzó la iniciativa, explicó el pasado mes de abril que la OCDE ha propuesto ciertas reglas para que los demás países puedan “ejercer presión indirecta” sobre los que siguen cobrando bajos impuestos.
Pero hay investigadores que tienen menos confianza en que se llegue a un acuerdo global.
“Un acuerdo que sea obligatorio, que realmente marque una diferencia… soy muy escéptico”, dice Moore.
“Siempre hay incentivos para que los gobiernos hagan trampa” y terminen jugando con sus propias reglas, explica.
Según señala, aunque los gobiernos acuerden una tasa mínima, pueden crear otros incentivos para atraer a las empresas como exenciones, subsidios, créditos o cualquier mecanismo que al final de cuentas favorezca a las firmas.
“Pueden crear políticas secundarias que al final modifican la tasa efectiva que pagan las empresas”, apunta Moore.
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