Jueves 13 de octubre. Astaná, Kazajistán. Cumbre de la Conferencia de Interacción y Medidas de Confianza en Asia (CICA). Mientras el emir de Qatar, Tamim bin Hamad al Thani, se reúne con el mandatario ruso, Vladimir Putin, Moscú lanza una nueva andanada de misiles en Ucrania, como parte de su invasión. El jeque, sin embargo, no se da por aludido. Al contrario, destaca su buena relación con el Kremlin.
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“Después de que Rusia tuvo un gran éxito en la organización de la Copa del Mundo de 2018, nos ha brindado un enorme apoyo, especialmente en términos de logística y organización […] de la Copa del Mundo del 2022″, declaró el monarca. Y que no hayan dudas: sus palabras iban dirigidas a Putin, a quien le dijo: “Estoy muy feliz de verlo, señor presidente. Gracias”.
A sus escasos 42 años, Tamim bin Hamad Al Thani es el heredero de una dinastía de 150 años y, por tanto, debe ser pragmático. Cuarto hijo de su padre, Hamad bin Khalifa Al Thani, y segundo de su madre, se graduó de la Real Academia de Sandhurst, el centro inicial de entrenamiento de oficiales del Ejército Británico, y fue nombrado subcomandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Qatar.
Desde entonces su ascenso fue imparable y asumió el poder total a los 33 años. Pero antes, en el 2005, fundó Qatar Sport Investments, fondo soberano encargado de invertir el dinero del petróleo y del gas natural, y que entre los años 2011 y 2012 se convirtió en dueño del club París Saint-Germain, donde hoy juegan los megacracks Lionel Messi, Neymar y Kylian Mbappé.
El fútbol no es un gusto meno para el emir. De hecho, según una investigación del canal suizo de habla alemana SRF, Al Thani habría organizado “una red de espionaje contra la propia FIFA para tener la certeza absoluta de que no iban a elegir otra sede” para el Mundial 2022, un seguimiento “a funcionarios de alto rango” que duró “al menos 9 años”. Recordemos que la decisión de que Qatar albergue la Copa del Mundo, que empieza este domingo 20, se tomó hace más de una década.
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Pecados y críticas
No todo ha sido felicidad para Tamim bin Hamad Al Thani, quien la semana pasada explotó: “Desde que obtuvimos el honor de albergar el Mundial, Qatar se ha visto sometido a una campaña sin precedentes a la que ningún país anfitrión se ha enfrentado jamás”, declaró recientemente el emir, quejándose de las críticas que, según él, son “categóricamente falsas”. ¿A qué se refería?
May Romanos, investigadora especializada en derechos laborales de Amnistía Internacional, recuerda que, cuando Qatar fue elegido por la FIFA, carecía de estadios, hoteles y transporte adecuado para organizar el evento. De allí que empezaran a recibir a muchos trabajadores de Pakistán, Nepal y Filipinas, entre otros países conocidos por su mano de obra barata. “Del 2010 al 2018 fue el pico de la construcción y los extranjeros llegaron como parte de un sistema que facilitó su explotación y abusos -dice la especialista-. Ellos no podían renunciar a sus trabajos porque podían ser acusados de huir, lo que significaba su arresto y deportación. Incluso, si el empleador no tramitaba el permiso de residencia, ellos eran los responsables y los expulsaban”.
“Inicialmente, Qatar negó el problema, pero en el 2018 firmó un acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo y, desde entonces, introdujo algunas reformas -agrega la especialista-. Sin embargo, ahora lo que falla es la implementación. A muchos no les pagan y, aunque pueden llevar su caso a juicio, estos duran muchos meses”.
Las críticas no solo apuntan a la situación laboral. Aquellos que muestren banderas con los colores de la comunidad LGTB, según “El Confidencial”, podrían terminar en la cárcel entre 7 y 11 años.
Oportunidad impostergable
Aun así, dice el analista político y especialista panameño en negocios internacionales Miguel Sánchez Ferrán, la imagen del emir no se ha visto afectada. “Él no da conferencias ni entrevistas, pero hace poco habló sobre el Mundial. Aconsejado por su equipo de comunicación, dijo que se respetarían los derechos de la comunidad LGTB, pero basados en sus principios”. ¿A qué se refiere? Hay pistas en su manejo de la ingesta del alcohol. “Muchos fanáticos se han quejado porque únicamente se podrá tomar durante los 90 minutos que duran los partidos”.
Sánchez Ferrán intuye que habrá protestas de las federaciones participantes y que, a pesar de ser alturadas, resonarán. De hecho, estas ya comenzaron: los seleccionados de Australia han criticado las posturas del anfitrión por no respetar los derechos humanos de la comunidad LGTB. De igual forma, agrega el analista, el espectáculo no hará que las personas se olviden de los eventuales abusos que se sucedan durante el evento. “Por ejemplo, durante Rusia 2018, hubo varios casos de homofobia que salieron a la luz. Ya veremos cómo lidian con ello los qataríes”.
“Qatar quiere demostrarle a Occidente que son diferentes a sus vecinos, que son modernos, pero no lo han conseguido porque todavía se dejan llevar por su moral -anota-. Dice que los fanáticos pueden ir, pero que tienen que respetar sus costumbres. Por eso considero que no están listos para organizar este tipo de eventos que deberían ser un punto de encuentro para divertirse y ser libres”.
Romanos concluye: “Muchas personas sufrieron y perdieron sus vidas para que este evento suceda, a muchos todavía no les pagan. Pero creo que el Mundial es una oportunidad para mejorar la situación de los derechos humanos, es una oportunidad para que Qatar y la FIFA se reúnan para ayudar a las personas”.