Las calles de Buenos Aires todavía conservan sus cafés tradicionales y sus colectivos (autobuses) decorados con el típico fileteado porteño. Los argentinos siguen comiendo empanadas y carne.
Pero cuando se trata de música, no hay que creer demasiado a las guías turísticas que cuentan que ésta es la ciudad del tango.
Porque más allá de los tópicos, en Buenos Aires, y en Argentina, la reina del siglo XXI es la cumbia.
Cuando Mauricio Macri se estrenó como presidente el 10 de diciembre, lo que bailó en el balcón de la Casa Rosada no fue un tango de Carlos Gardel, ni una canción folclórica de Mercedes Sosa, ni el rock de Charly García.
Fue una cumbia de la cantante Gilda, versionada por la flamante vicepresidenta, Gabriela Michetti.
No me arrepiento de este amor
aunque me cueste el corazón
amar es un milagro y yo te amé
como nunca jamás lo imaginé
La cumbia es un ritmo tropical que, como en otras partes de América Latina, se instaló hace décadas en el sur, casi siempre asociada a sectores populares y a veces desdeñada por otra parte de la población, que la consideraba una música marginal.
Pero en los últimos años explotó en inesperadas pistas de baile nacionales gracias a nuevas bandas juveniles, de clase media y alta, que la adaptaron a su propio estilo: nacía así la llamada cumbia cheta (fresa, sifrina, pija en otros países), cumbia pop o cumbia canchera.
_____
Menos prejuicios
Estos grupos agotan las entradas de sus recitales, se bailan en fiestas privadas y clubes, y logran que los sectores más acomodados le pierdan el miedo a moverse, sobre todo gracias a versiones de temas ya conocidos.
"Para que la clase media y media alta pudieran terminar de adoptar la cumbia, la tenían que hacer a su manera o sentir como propia", le dice a BBC Mundo Mauro Apicella, redactor de Espectáculos del diario La Nación.
"A mediados de los 90 ya existía una cumbia que era romántica, generada por sectores populares, con canciones que se empezaron a bailar en boliches (discotecas) de clase media y alta, como La Ventanita del Grupo Sombras", añade.
La diferencia 25 años después, asegura el periodista, "es que ahora hay gente de la clase media y alta que además empieza a tocar" cumbia.
_____
Alegría a bordo de la lancha
Las canciones de la nueva cumbia de grupos como Agapornis, Rombai o Marama (los dos últimos, uruguayos) hablan del amor y romances de verano, siempre exultantes de alegría y optimismo.
Y en los videoclips, sus protagonistas navegan sonrientes a bordo de una lancha, celebran fiestas en una casa con piscina y montan a caballo en una quinta.
Los dos somos fanáticos
de lo prohibido
nos emborrachamos
frente al mar
tú te pusiste
bien de verano
demasiado linda
si yo me declaro
Rombai
Muchos de los músicos que hoy entretienen a los jóvenes del Río de la Plata salieron de los colegios más prestigiosos de Buenos Aires y Montevideo.
Otros, de clubes de rugby, como es el caso de Agapornis, un grupo de ocho jóvenes de la ciudad argentina de La Plata que comenzó actuando en el "tercer tiempo" de los partidos de su club para entretener al equipo y los aficionados.
Sorprendieron en el mercado discográfico en 2012 con sus versiones cumbieras de temas de éxito de los 80 y la actualidad, adaptando canciones de Adele, Soda Stereo y composiciones propias.
Tanto, que la compañía multinacional Sony decidió contratarlos.
Y se volvieron tan populares que ya ganaron en dos ocasiones el Premio Gardel –el más prestigioso de la música argentina– al mejor álbum de grupo tropical, y han llenado grandes auditorios como el Luna Park de Buenos Aires.
Con vos pude descubrir
lo que es estar enamorada,
con vos me siento feliz
y eso no lo cambio por nada
Agapornis
_________
"Para todo público"
Uno de los integrantes de Agapornis, Juan Pérsico, que toca el octapad, prefiere que se denomine a su estilo como "cumbia pop" y rechaza que su música sea hecha por o para "chetos".
"No es un requisito para formar parte de un grupo así, lo que pregona Agapornis es la buena intención y divertir a la gente, más allá de que clase de la que seas", le dice a BBC Mundo.
"Se da la casualidad de que en Agapornis somos todos de clase media. Pero hemos tocado en cualquier tipo de eventos para cualquier tipo de público, de todas edades y clases sociales. Se arma una cuestión familiar", cuenta.
Los Agapornis, que acaban de sacar su disco "De Bailadeta", escuchan a Charly García, Justin Bieber y música electrónica.
Y han convencido a buena parte de jóvenes argentinos haciendo versiones bailables de temas que a priori no lo eran tanto.
Otros grupos siguieron la misma receta, como Los Bonnitos. Y muchos empezaron a lanzar sus temas propios, como #TocoParaVos y Los Totora.
Sus letras no tienen la carga sexual ni el lenguaje rudo de otros ritmos tropicales hechos en Argentina, como las canciones de Nene Malo, que también triunfan en algunas fiestas de la clase media-alta.
Ni hablan de la vida en los barrios más humildes, como la cumbia villera que creció a principios de siglo, cuando el país vivió una de sus peores crisis económicas.
Es una bomba bomba y lo baila el mundo entero
lo bailan los chetos lo bailan los cumbieros
esto es una bomba y lo baila el mundo entero
lo bailan los chetos... y los cumbieros
Nene Malo
"Una persona que tiene hoy entre 20 o 25 años tiene menos prejuicios hacia este tipo de música que alguien de la misma edad hace tiempo", explica Mauro Apicella.
"Hoy pueden decir que les gusta la cumbia sin ningún tipo de vergüenza, quizás en otra época había más prejuicios", apunta.
Tal vez del mismo modo que ocurrió en el siglo pasado con el tango, un baile de los emigrantes y los grupos marginales, despreciado por la élite argentina en sus comienzos, pero que la clase alta de Buenos Aires acabó abrazando y haciendo suyo.
Hasta consagrarse como icono cultural del país, como la cumbia.
#Obama rompe en llanto en discurso sobre control de armas #EEUU ►https://t.co/kLlVgJDp0s pic.twitter.com/JFf1KHsB81
— Mundo El Comercio (@Mundo_ECpe) enero 5, 2016
Contenido sugerido
Contenido GEC