El pasado 7 de mayo, el Apra cumplió 100 años como movimiento indoamericano fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre.
A lo largo de 61 años, el partido preparó a sus cuadros para la resistencia ante la persistente inestabilidad política derivada de los golpes de Estado, la persecución, el exilio y la proscripción ilegal; fuimos un partido-escuela. Pero hace 39 años, por primera vez, llegamos al gobierno con Alan García. La crisis internacional, la violencia terrorista y el apremio por resolver las necesidades de los pobres hicieron que dejemos la imagen de un gobierno controvertido.
Luego, en el 2006, Alan García volvió a gobernar. La experiencia acumulada permitió que realice un gobierno con austeridad, responsabilidad y con enormes tasas de crecimiento económico que permitió reducir la pobreza y crear cinco millones de empleos. Nos convertimos en escuela de gobierno.
Los nuevos desafíos del Apra son, en el frente interno, impulsar un intenso proceso de renovación que implica entregar a nuevos cuadros preparados la conducción del partido. El recambio generacional es imperativo. El mundo vive un cambio vertiginoso, los paradigmas del sistema capitalista han sido superados, estamos en tránsito a un nuevo mundo que supone que la manera de hacer las cosas es distinta. La desigualdad económica se erige como un invencible obstáculo hacia la justicia social. La creciente segmentación social impone una nueva forma de encararla, en la medida en que afecta más a los jóvenes.
Importa, entonces, actualizar un programa de gobierno que, manteniendo nuestras esencias ideológicas, les proponga a los jóvenes como prioridad acceso a la innovación y al conocimiento.
Haber gobernado dos veces el país y tener 100 años en la vida política es la mejor garantía de que nuestra oferta permitirá que las nuevas generaciones logren su prosperidad.
El Apra acaba de cumplir 100 años. Resulta preciso recordar que Víctor Raúl Haya de la Torre dijo: “Cuando las ideologías se convierten en utopía y en fanatismo [...], fracasan”. Este fue un mandato para que el aprismo actualice constantemente sus enfoques y políticas.
Así, el mayor aporte de una institución centenaria como el Apra es su experiencia y una visión clara de lo que el país necesita para alcanzar su desarrollo. En ese sentido, el aprismo está llamado a establecer una agenda que sirva de rumbo para el futuro, utilizando lo ya comprobado y validado para crecer con justicia social, reafirmando nuestra posición de defensa de los sectores populares. Por eso, los apristas vemos con indignación que, desde que Alan García dejó el poder, estos 13 años ha habido retroceso social, desaceleración económica y una crisis política en la que hemos estado sumidos.
Es imperativo superar la polarización absurda que vivimos, siendo el movimiento de la fraternidad, demostrando apertura y convocatoria a peruanos de bien dispuestos a sumarse a un proyecto que ha entendido que es indispensable aprovechar las tendencias globales, especialmente tecnológicas, para fomentar inversión privada y planificar inversión pública efectiva. Hoy se habla de megapuertos marítimos y hasta aeroespaciales; de colectividades internacionales que en base a empresas exitosas permiten canalizar inversiones en temas tan novedosos como la innovación tecnológica digital, la inteligencia artificial o la robotización; es importante imaginar lo que se puede lograr con liderazgo político y visión estadista.
El aprismo debe ser el gran concertador de oportunidades mediante proyectos que permitan incorporar a productores informales al desarrollo formal con acceso al trabajo digno y a las exportaciones, superando a los monopolios económicos de empresas públicas. Por el contrario, hacen falta proyectos estratégicos donde el Estado aporte garantías legales e infraestructura allí donde el privado no tiene condiciones para arriesgarse.
En esa línea, creemos en el reimpulso de un proceso descentralizador que solucione la necesidad de amplias y modernas vías de comunicación transversales que unan a toda la patria. Además de la puesta en marcha de un Congreso Económico Nacional que permita gestionar concertadamente las grandes reformas sociales y de mercado que están pendientes.
No se trata ni de crear un Estado desmesurado, ni de reducirlo a su mínima expresión. Se trata de un Estado inteligente que brinde dignidad y oportunidades para todos, sobre todo a los más pobres.