Cada día resultan más evidentes los vínculos de la minería ilegal con todos los estratos del poder, no solo político, sino también mediático –aquel que abre las puertas de los ‘contactos’ por las buenas relaciones o por haber realizado favores y acercamientos–, para que puedan consolidarse en la práctica de esta actividad.
Las denuncias contra Andrés Hurtado no resultarían extrañas si se ve cómo “facilitaba agendas políticas en sus espacios” y tampoco resulta extraño porque nuestros políticos, con tal de aparecer en la prensa, creen que pueden tener más oportunidades en las elecciones.
No resultan extraños entonces esos vínculos político-mediáticos con cualquier actividad ilegal –con el proxenetismo, con la trata de personas, con la minería ilegal– que diezma nuestra sociedad; no importa si la persona que te invita o te contacta para ser famoso está vinculada a cualquier actividad ilícita, todo vale por el poder.
La minería ilegal ha superado en movimiento de dinero al narcotráfico. La Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) nos dice que son más de US$8.100 millones. Toca que los políticos se desliguen de grupos criminales y dejen de imaginar que es poca cosa, pues hablamos de la principal actividad delictiva y la más poderosa que destruye a nuestra sociedad. Una práctica ilegal que corrompe autoridades, promueve grupos armados y de sicarios, lava dinero generado a partir de la destrucción de nuestros bienes comunes, trata a mujeres y niñas sometiéndolas a un régimen a esclavitud, y mata a cientos de personas y trabajadores que operan en las peores condiciones laborales.
Desde el Ejecutivo, el Poder Judicial y el Congreso se debe asumir un verdadero compromiso, más aún cuando los ministerios siguen poniéndose de lado sin asumir ninguna responsabilidad. Lo mismo ocurre con el Legislativo, que les facilita normas para seguir operando con el disfraz de la informalidad. Y de manera similar sucede con el sistema de justicia, que debería sancionar de manera efectiva y disuasiva, no a los pequeños, sino a quienes facilitan esta ilícita actividad al más alto nivel. ¿Acaso los vínculos los alcanzan a todos ellos?
Se estima que en la región de Madre de Dios se producen de 35 a 40 toneladas de oro al año. Eso, sin considerar el oro que sale de contrabando a Bolivia, que pueden ser otras 30 toneladas.
El destino del oro ilegal que sale de contrabando a Bolivia y también a Chile tiene como destino Rusia, Suiza y Dubái. Las organizaciones que trafican con el oro ilegal están vinculadas al crimen en los otrora estados soviéticos y los países árabes, y podrían estar ligadas a estos gobiernos y al boliviano. La ruta del oro es por la vía interoceánica hasta Desaguadero (Puno), en la frontera con Bolivia. Esta se lleva a cabo porque tiene muy buenos vínculos con autoridades, para el tráfico del oro ilegal, y una sofisticada organización en sus países, para que se pueda blanquear el oro ilegal y comerciarse como producto de estos países.
Así fue como en el 2017 se dio a conocer que Juan Pablo Granda, un ciudadano colombiano vinculado a la empresa NRT Metal, compraba el oro ilegal de las minas de Madre de Dios con dinero procedente del narcotráfico. Fue el FBI y no las autoridades peruanas el que destapó el lavado del oro ilegal en las refinerías estadounidenses. Tal fue el impacto de esta noticia, que fue abordado en el capítulo “Oro sucio” de la serie de Netflix “Dirty Money”.
Otro personaje vinculado a la minería ilegal fue Pedro David Pérez Miranda, conocido como ‘Peter Ferrari’, que falleció por complicaciones en su salud cuando se encontraba cumpliendo prisión preventiva por una investigación en su contra por lavado de dinero proveniente del narcotráfico y exportar oro de la minería ilegal.
Actualmente, se investiga al presentador de televisión Andrés Hurtado, ‘Chibolín’, por sus nexos con organizaciones vinculadas a la minería ilegal y un presunto tráfico de influencias con diversas autoridades.
Y es que las organizaciones dedicadas a esta práctica tienen un sofisticado sistema de conexiones en las zonas de explotación del oro ilegal y fuera de estas. Solo así puede entenderse el alcance de esta nociva práctica.