En el mes del cáncer quiero compartir una reflexión desde mi doble perspectiva: como sobreviviente de cáncer y como profesional comprometida con la gestión pública y privada. Conocer de cerca la realidad del cáncer no solo como un desafío de salud personal, sino como un problema de salud pública me permite afirmar la urgencia de contar con políticas efectivas y bien estructuradas para enfrentar esta enfermedad en nuestro país.
Según la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer, en el Perú se presentan 69.869 nuevos casos cada año, con casi un 50% de muertes. El diagnóstico tardío, por diversas limitaciones del sistema de salud, sigue siendo uno de los principales obstáculos para reducir la mortalidad, ya que un porcentaje significativo de los casos es identificado en etapas avanzadas, donde el tratamiento es más complejo y costoso. De hecho, la detección temprana ocurre en menos del 5% de los casos y el Perú es considerado como un país de cáncer avanzado.
En el 2021, la Ley Nacional del Cáncer (Ley 31336), modificada por la Ley 31870, marcó un hito en la política de salud al establecer la cobertura universal y gratuita para pacientes oncológicos. Sin embargo, el reciente reglamento de la ley, aprobado por el Decreto Supremo 018-2024-SA, presenta algunas incompatibilidades en la asignación de roles entre las instituciones a cargo de la implementación de la política pública, pues no hay claridad en si la conducción está a cargo del Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN) o del Ministerio de Salud (Minsa). Considero que es crucial que el INEN, como entidad especializada, mantenga su rol protagónico en la coordinación de la política nacional de lucha contra el cáncer. Su experiencia es invaluable para diseñar estrategias de prevención, diagnóstico temprano y tratamiento que respondan a las necesidades de cada región.
En cuanto a la Red Oncológica Nacional, es necesario señalar que ella está diseñada para descentralizar y ampliar los servicios oncológicos, y que corre el riesgo de ser subutilizada si no se consolida su rol como eje central de atención en las regiones, en particular en las alejadas, y con atención estandarizada. En tal sentido, es indispensable que la asignación de recursos permita reforzar la coordinación efectiva entre Essalud, Minsa, las Fuerzas Armadas y policiales, y las clínicas privadas para lograr la atención estandarizada de todos los peruanos en cualquier parte del territorio, y que no sea solo un privilegio de quienes viven en Lima.
Si miramos cómo estamos en la detección del cáncer, veremos que los datos muestran que apenas un 4,8% de los cánceres son detectados a través de programas de detección temprana. A estas alturas, resulta evidente que es imperativa la detección temprana, pues permite una mejor prognosis y genera ahorros sustantivos en el costo del tratamiento, por lo que es imperativo intensificar y extender los programas de tamizaje, especialmente en comunidades vulnerables, donde el acceso a estos servicios es limitado.
Un factor determinante en la lucha contra el cáncer es el acceso a medicamentos y a tratamiento con la periodicidad prescrita por el médico. Por ejemplo, la quimioterapia roja se administra una vez a la semana, no cada 15 o 20 días, o cada mes. Asimismo, la falta de abastecimiento de medicamentos abona en sucumbir contra el cáncer, por lo que es necesario establecer un sistema logístico eficiente para la adquisición y distribución de medicamentos oncológicos, con transparencia y rendición de cuentas.
Me permito realizar una invitación como sobreviviente de cáncer, pues sé lo que significa depender de un sistema de salud que funcione eficientemente. El camino no es fácil, pero cada esfuerzo que hagamos para mejorar la implementación de la Ley Nacional del Cáncer y su reglamento es un paso hacia una mejor calidad de vida para los pacientes oncológicos en el Perú. Propongo, además, un observatorio ciudadano que monitoree la implementación de esta política, garantizando que los recursos lleguen a quienes más lo necesitan.
Con un compromiso renovado y de la mano de la experiencia y la voluntad de cambiar nuestro sistema, invito a mis colegas, profesionales y a la ciudadanía en general a unir fuerzas en esta lucha. La batalla contra el cáncer no es solo personal; es colectiva y depende de todos nosotros.