No es un presidente de cinco mensajes, sino de tres, pues llegó a la mitad de un mandato, tratándose de un caso excepcional. Como excepcionales han sido las crisis que, por lo visto, seguiremos transitando. Pero este mensaje, si bien tenía características propias, parecía, por el tono, la prolongación, ya desgastada, de aquellos que dio desde el inicio de la cuarentena y que acompañaron al encierro forzado. El mensaje político debe llegar, debe calar. Pero el mensajero parece –cualquiera lo estaría– agotado. Pese a ello, ha sido de los mensajes más largos (de casi dos horas). Muy diferente, por ejemplo, al de cuarenta minutos que dio Pedro Pablo Kuczynski en el 2016.
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