En breve, deben ocurrir dos hechos que, en otras circunstancias, serían determinantes para el futuro político del país a corto y mediano plazo. La actual coyuntura, sin embargo, les ha restado protagonismo. En cambio, otro frente empezará a captar mayor atención.
En efecto, en orden cronológico, la elección de la Mesa Directiva del Congreso, programada para mañana, viernes 26, y el mensaje a la nación del 28 de julio son parte ineludible del calendario político. Podría sumarse a esto la expectativa recurrente de que haya cambio de ministros, pero esta, por ahora, no pasa de ser una aspiración.
La elección seguramente será un mero trámite si es que, como parece ser el caso, el llamado Bloque Democrático retiene la presidencia del Legislativo. Con la aquiescencia de Perú Libre como aliado circunstancial, es casi imposible que la oposición de izquierda –con la que el partido de Cerrón vota en varios temas, como la vacancia– presente una candidatura que pueda hacer peligrar el liderazgo congresal.
El mensaje de Dina Boluarte, por su parte, podría repetir la extensión y el ánimo voluntarioso y burocrático del 2023. Si, por el contrario, opta por utilizar esta ocasión para un relanzamiento, difícilmente saldrá del aislamiento político y mediático en el que se encuentra. La popularidad de un dígito (7%, según la cifra más reciente de Ipsos, “Perú 21″, 23/7/2024) es una carga muy pesada y cualquier gesto efectista será recibido, seguramente, con escepticismo.
Como contrapartida a esta renovación sin cambios de las presentes Fiestas Patrias, julio ha activado el frente electoral que, en breve, se convertirá en el principal eje del debate político. No en vano hay, hasta el cierre de esta columna, 31 agrupaciones políticas listas para presentar candidaturas.
En este punto, es relevante señalar la expectativa por propuestas nuevas que tiene el electorado. Según el mismo sondeo de Ipsos, un 49% preferiría votar por alguien “completamente nuevo en política”. Por el contrario, la ciudadanía tiene muy presentes los pasivos que traen los candidatos, sea por alguna condena (71%) o investigación (69%), o por problemas de salud (69%).
En suma, el largo camino hasta abril del 2026 se ha iniciado en julio del 2024. Es un estreno prematuro que tiene varias consecuencias. La principal: convertir a la presidencia en un actor decreciente, irrelevante, casi protocolar. El poder, que nunca permanece huérfano, pasará, con seguridad, a otras manos.
Algo de ello anticipaba “The Economist” cuando señaló que la principal razón de la sobrevivencia de Boluarte en el poder es que “ella no está gobernando el país” (18/7/2024). Un dicho que puede sonar excesivo para algunos hoy, pero que en pocos meses podría alcanzar mayor sustento.