Finalmente, el Perú no logró un lugar en el Mundial de Fútbol de Qatar 2022. Superada la frustración ante el logro no alcanzado, nos conviene a todos hacer esfuerzos por agilizar un cupo en ese otro Mundial que bien podría significar el ingreso del país al club de los que más prosperidad le reportan a su ciudadanía.
Poder ser admitido en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) es pues como clasificar al Mundial, pero de los países con mejores prácticas públicas en temas como productividad, educación, lucha contra la pobreza y por supuesto digitalización, ciencia, tecnología e innovación (CTI); entre otros.
La marcha a ese otro Mundial se inició en enero de este año, con la invitación que esa organización extendió al Gobierno peruano para iniciar su ‘training’. Desde entonces, la carrera a la OCDE no ha contado con toda la atención de la que sí ha gozado nuestro seleccionado nacional de fútbol, entre otras razones porque no contamos con alguna figura que asuma el rol de ‘champion’ o la que ha correspondido al técnico Ricardo Gareca.
Pero en concreto, ¿cómo podría beneficiar a los peruanos en temas de CTI o digitalización ir al Mundial de la OCDE? Si miramos a los países latinoamericanos que lograron su pase –Chile, Costa Rica, Colombia y México– observamos naciones proveedoras de muchas facilidades para acceder, usar y aprovechar la tecnología digital. O sea, los que entraron a ese Mundial practican estrategias de “datos abiertos”, “gobierno abierto”, “innovación productiva”, acceso a internet “asequible” y también de un “crecimiento compartido”.
Si haber logrado clasificar a un Mundial de Fútbol fue algo casi inalcanzable luego de 36 años de espera, lograr acceder al selecto club de la OCDE no tendría por qué serlo. Convengamos por entender que esa meta está gestionada por hitos y plazos que podrían hacer más alcanzable llegar a ese otro Mundial.
En promedio, los países latinoamericanos que clasificaron lograron la meta en un lapso de tres a siete años. En ese tiempo, lo que la OCDE le solicita al equipo aspirante es que muestre su estrategia y hoja de ruta para consolidar su pase. El proceso de adhesión supone una reingeniería profunda de los países, que, si bien no garantiza su ingreso al club, sí les ayuda fuertemente a ordenarse.
Respecto a los temas de internet, el Perú ha realizado importantes esfuerzos en el ámbito de lo público para conseguir que el Estado peruano se acerque a las demandas de lo digital. No en vano, hemos ascendido en el Índice de Desarrollo de Gobierno Electrónico del 0,53 en el 2008 al 0,65 en el 2018, aunque aún seguimos por debajo de los niveles de la OCDE (0,82 en promedio).
Y es que ingresar a ese selecto club de la prosperidad, supone también suscribir ciertas premisas. Por ejemplo, los países seleccionados hablan de un “crecimiento compartido” que supone armonizar el aporte y los roles entre el sector público y el sector privado. Eso implica, reconocer que le corresponde al Estado un rol promotor –tipo un ‘angel investor’– mientras que al sector privado le correspondería un rol de emprendedor.
Esto en términos de desarrollo tecnológico supone que el sector público cree las condiciones necesarias para que exista más inversión en tecnología y, mejor aún, más tecnología local. Y eso implica facilitarle la vida a quienes quieran hacerlo.
Por ejemplo, según datos de la propia OCDE, el desempeño de el Perú en exportaciones de alta tecnología en proporción al total de las exportaciones de productos manufacturados (4,6%) se mantuvo por debajo de los promedios de América Latina y el Caribe (8,6%) y de la misma OCDE (15,1%) en el 2018.
Todo parece indicar que nuestra clasificación a este otro Mundial va a requerir de un ‘champion’ que pueda coordinar eficientemente entre el sector público –que ha venido avanzando– y el sector privado –que se ha mantenido ralentizado– poniendo el énfasis en lograr más emprendimiento. Tal vez por ello ese ‘champion’ debería ser también un emprendedor –individual o colectivo–.