Santiago Pedraglio

Este 22 de octubre falleció , uno de los peruanos con mayor presencia en el pensamiento universal. El sacerdote y teólogo se hizo conocido cuando, en 1971, publicó su libro “Teología de la liberación”. El texto tuvo una amplia acogida en América Latina y luego a nivel global. Ha sido traducido a múltiples idiomas.

La teología de la liberación, convertida ya en una corriente de pensamiento, surge en nuestro continente en un contexto de amplia reflexión y replanteamientos en la Iglesia: el Concilio Vaticano II, entre 1962 y 1965, impulsado por el papa Juan XXIII; y en América Latina, la Conferencia Episcopal de Medellín en 1968.

En entrevista con el autor de esta columna (“Conversaciones. Con ojos del siglo XX”, PUCP, 2014), Gutiérrez repasa momentos de su vida que dan fe de su sólido y permanente interés por el conocimiento, a la par de su vocación sacerdotal. Con estudios paralelos de Ciencias –”[con Javier Mariátegui] ingresamos juntos a San Marcos para estudiar Medicina, con la voluntad de ser psiquiatras”– y de Letras en la Universidad Católica, luego estudió Filosofía en Lovaina, Bélgica, y allí mismo se graduó en Psicología, en 1955. Más tarde se doctoró en Teología en la Universidad Católica de Lyon, Francia. Ya en 1950 había decidido su entrega a la Iglesia.

Gutiérrez recibió más de 30 doctorados honoris causa. Dictó cursos y conferencias en centros de estudio como Nôtre-Dame, Michigan, Cambridge, Montreal, Harvard, Comillas (jesuitas), Berkeley, Lyon, Sao Paulo y Sophia (Tokio).

Junto con reconocer la altura de su formación, interesa conocer qué lo llevó a escribir “Teología de la liberación”, que marca el derrotero de su dimensión mundial. En la entrevista menciona como centro de su pensamiento: “Mi trabajo pastoral, la visión de la pobreza y su contraste con lo anunciado por el Evangelio […]. Es una lectura de la Biblia, un intento de responder a un hecho que hemos llamado la irrupción del pobre”.

Gustavo Gutiérrez fue –y seguirá siendo–, además de un teólogo de talla mundial, un gran maestro y una persona muy sencilla y carismática. No en vano el papa Francisco lo despide señalando: “Hoy pienso a Gustavo Gutiérrez, un grande, un hombre de Iglesia que supo estar callado cuando tenía que estar callado, supo sufrir cuando le tocó sufrir y supo llevar adelante tanto fruto apostólico y tanta teología rica. Pienso en Gustavo. Todos juntos recemos por él, que en paz descanse”.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Santiago Pedraglio es Sociólogo

Contenido Sugerido

Contenido GEC