León  Trahtemberg

Este CADE 2024 fue memorable porque sacó al bienestar de la periferia y lo colocó en el centro de los requisitos para el éxito de los escolares. Quedó claro que no hay aprendizajes relevantes sin condiciones de bienestar para alumnos y profesores.

A través de los más diversos ángulos, las exposiciones de los panelistas fueron construyendo esa convicción. En ese diseño del programa radica el innegable mérito de Fiorella de Ferrari presidiendo el evento, liderando al eficiente equipo de IPAE en su implementación. Merecen mucho reconocimiento. Han aportado al país y al bienestar de la comunidad educativa.

Tuve la oportunidad de plantear algunas propuestas para contribuir al bienestar de estudiantes y docentes. La primera tiene que ver con el errado criterio de definir como “logro” solamente los aprendizajes de quienes pasan una arbitraria valla uniforme de desempeños que el ministerio considera para obtener una evaluación satisfactoria, desconociendo los contextos y particularidades de cada colegio y estudiante. En términos prácticos, eso significa que, para el , dos tercios de los alumnos son incompetentes y fracasan en su experiencia escolar. Es un sistema absurdo, porque convierte a los colegios en máquinas para producir fracasados.

Se requiere una educación más personalizada, contextualizada, alumno-centrada, que parta de reconocer las diferencias individuales bajo un concepto más modero de aprendizaje, currículo y evaluación.

La segunda tiene que ver con la identidad de la secundaria, que actualmente está diseñada para ser un servicio de formación de postulantes para seleccionar a los considerados aptos para la admisión universitaria, en lugar de verla como el espacio para el crecimiento emocional, social, intelectual y académico de un estudiantado adolescente diverso en pleno proceso de maduración. Nuevamente, desperdiciar oportunidades de contribuir al crecimiento integral de los jóvenes reprimiendo sus necesidades y sentimientos en aras de convertirlos a todos en postulantes calificados para ingresar a la universidad es una oportunidad educativa perdida.

Por último, reformular este maligno invento llamado , que es el principal creador de conflictos y tensiones entre padres y colegios, y desde allí entre los propios alumnos. Las denuncias de todo orden y motivo real o imaginado por alguno de los padres, en lugar de distinguir entre el abuso o maltrato de un adulto (maestro) contra un menor, que ya tiene sus canales legales y judiciales establecidos, judicializa cualquier conflicto real, prejuzgado o imaginado entre alumnos, que en esencia debería ser resuelto por los equipos docentes de cada colegio. Eso se imposibilita por la obligación de registrar, investigar, tomar testimonios de padres y alumnos de ambas partes, y de inmediato subir información al SíseVe usando protocolos rígidos en plazos perentorios, bajo pena de ser denunciados ante la UGEL, fiscalía o Indecopi. ¿Qué conflictos ha resuelto esto? Muy pocos. La gran mayoría los activa y agrava. Pero ha cargado a los funcionarios y docentes de investigaciones de corte policial-judicial, infinitos trámites burocráticos y consultas con abogados, en vez de concentrarse en sus labores educadoras.

Ojalá que el Minedu esté a la altura de lo que una verdadera política de bienestar demanda.



*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

León Trahtemberg es educador y Expositor en CADE Educación de IPAE Acción Empresarial