“Les iría mejor con un poco de sinceridad. No es la democracia, es su billetera lo que defienden”, tuiteó hace unas semanas la excongresista de izquierda Marisa Glave.
Claramente la exparlamentaria se refería a quienes hoy están dispuestos a apoyar a Keiko Fujimori en el balotaje por temor a un gobierno de Pedro Castillo y a que este ponga en práctica su propuesta económica, rica en despropósitos.
El sentimiento de la señora Glave es uno que (en este y en otros contextos) comparten muchos representantes de su lado del espectro político y es tan revelador como mezquino. Lo primero, porque el tuit reconoce que cierto candidato y sus planteamientos suponen una amenaza para los bolsillos de la que algunos se querrán defender. Lo segundo, porque busca colocar la ‘defensa de las billeteras’ como una empresa caprichosa y hasta egoísta.
La insinuación es clara y a la vez bastante miope: los ricos apoyan a Fujimori para defender sus cuentas bancarias y sus privilegios. Pero la verdad es que los más acaudalados elegirán, cuanto antes (y con todo derecho), alejar sus fortunas de un Estado hostil. El perjuicio, más bien, lo padecerán todos los demás, que en el país podrían ver su dinero devaluarse por la combinación de torpeza macroeconómica e inestabilidad jurídica intrínsecas a los regímenes estatistas como el que busca Castillo o aquellos que sean víctimas de los sacudones a la estabilidad laboral que las estatizaciones suelen traer consigo. En general, que se espante la inversión privada, se apele al proteccionismo y se dinamite la balanza fiscal, inevitablemente resultará en daños severos a los bolsillos de todos los peruanos.
Así, el simple hecho de que un candidato, por su imprudencia anunciada o afán confiscatorio, pueda poner en peligro los ingresos y ahorros de la ciudadanía, hace que la “defensa de la billetera” sea un factor indispensable para tomar en cuenta a la hora de votar. Preservar la integridad económica de tu familia no es un acto de egoísmo, como tampoco lo es preocuparte por circunstancias que puedan afectar tus finanzas, ya sean actuales o futuras, relacionadas a grandes o pequeñas sumas. Tienes derecho a defender tu plata.
Y lo anterior no excluye que, a la vez, se defienda la democracia. Una cosa no anula la otra. De hecho, son los países donde el Estado de derecho yace pisoteado donde más en peligro están las billeteras de los ciudadanos. Basta con ver Venezuela.
Dicho esto, toca preguntarse ¿y qué defiende la izquierda “democrática” que apoya a Castillo? Quizá no sus billeteras, pero tampoco la democracia. Guillermo Bermejo, congresista electo por Perú Libre, ha dicho expresamente que el objetivo es perpetuarse en el poder, lo mismo ha dicho Vladimir Cerrón. Más de un representante del partido, además, ha dado cuenta de sus intenciones de disolver el Parlamento. El candidato a la presidencia, por su parte, ha hablado de desactivar el Tribunal Constitucional y la Defensoría del Pueblo y ha atacado a la prensa. Todas claras amenazas a la democracia ante las que los aliados progresistas del ‘profe’ han reaccionado con silencio e indulgencia hipócrita. ¿Por un pedacito de poder? Así parece.
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