Cuando analistas e inversionistas externos miran al Perú con ojo crítico encuentran que, a pesar de sus varios problemas y volatilidad política, la macroeconomía ha sido una fuente sólida de confianza. En casi todas las variables relevantes –como tipo de cambio, inflación, reservas internacionales, déficit fiscal, deuda pública, etc.–, el país ha destacado como uno de los más predecibles entre las economías emergentes a escala global.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), uno de los dos guardianes centrales de esta fortaleza (el otro es el Banco Central de Reserva), parece haber tirado la toalla en su tarea. Este año se incumplirá por segundo período consecutivo con la regla fiscal vinculada al déficit. Y si bien el año pasado la caída de la actividad económica, a causa de las protestas de inicios de año seguidas de efectos climáticos adversos, podía justificar gastar más de lo normal, para este año –con un crecimiento del PBI cercano al potencial– ya no hay excusas. Más aún, de acuerdo con el Instituto Peruano de Economía (IPE), es muy posible que durante el 2025 y el 2026 la regla se vuelva a incumplir, sumando cuatro años de excesos.
Estas reglas no son un capricho, como mal ha insinuado el titular del MEF, José Arista. Son, más bien, lineamientos de conducta y, a la larga, una garantía de buen comportamiento de las finanzas públicas. Son lo que nos permite mantener crédito barato y la seguridad de que podremos pagar las cuentas en el futuro. Cualquier hogar responsable sabe que gastar todos los años mucho más de lo que produce no lleva a nada bueno. Lo mismo sucede con cualquier país. No es necesario ser demasiado perspicaz para entenderlo. El Perú aún mantiene fortalezas fiscales sólidas, pero el MEF no parece estar demasiado interesado en defenderlas. El propio presidente del BCR, Julio Velarde, indicó esta semana que “tiene que irse hasta 1992 para ver una cifra similar a la que tenemos ahora” de déficit fiscal, en un evidente llamado de atención.
El MEF ha sido, pues, pródigo en exceso durante este año. Permitió incrementos fuertes en remuneraciones, inversión pública abundante de municipalidades y se negó a tapar el barril sin fondo de Petro-Perú. Hacia adelante, presentó un presupuesto público para el 2025 que –a juicio del Consejo Fiscal– estaría desequilibrado, juega nuevamente al límite de la regla, y se lava las manos con los forados que introducen al fisco –un día y otro también– desde el Parlamento. Con ese guardián, ¿para qué necesitamos atacantes?