La primera sorpresa del 28 ha sido lo interminable del discurso de la presidenta Dina Boluarte, aunque quizá solo haya sido una confirmación de su desinterés por conectar con la gente. Una foto del hemiciclo casi sin congresistas y la imagen del muy grueso fajo de hojas sobre el podio hablan por sí solas: hay falta de voluntad para definir prioridades, una democracia en crisis por carencia de representación y soberbia como estilo de gobierno.
Escucharla decir que “Hace un año y siete meses defendimos juntos el mayor desafío de nuestra democracia. ¡Defendimos la libertad, defendimos el Estado de derecho!” ha sido, también, una sorpresa. ¿No pudo ser más cauta? No se trata de dejar de lado el intento de golpe de Estado del expresidente Pedro Castillo y las posibles graves consecuencias, pero ¿olvidarse de las decenas de muertes injustificadas ocurridas en el sur? (62, según la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos). Y, junto con ese “olvido”, ¿ese intento de golpe ha sido, en verdad, “el mayor desafío de nuestra democracia”? ¿Ha borrado de la historia del Perú a Sendero Luminoso y el riesgo que significó por varios lustros? ¿Y el golpe de Estado de 1992? ¿Nunca existió Abimael Guzmán?
En su lectura de 79 páginas, con un extenso recuento de obras y sin priorizar objetivos, al abordar la minería ilegal y la criminalidad anunció que hay un grupo de trabajo multisectorial que está diseñando la estrategia nacional “con un nuevo enfoque”. No hubo un balance ni razones de, por ejemplo, por qué en Pataz (La Libertad) continúa el crudo conflicto por la extracción de oro, lo mismo que en Madre de Dios y en el Cenepa (Amazonas), donde esta actividad ilegal divide a pueblos indígenas y siembra la violencia.
Por último, un comentario puntual sobre la otra vez postergada decisión de incrementar la remuneración mínima para “el último trimestre” de este año. Fernando Cuadros, economista de la Universidad del Pacífico y exviceministro de Trabajo, calcula que, tomando como base el mecanismo técnico propuesto por la Organización Internacional del Trabajo –la inflación y la productividad media del trabajo– cabría proceder a un reajuste por lo menos a S/1.168 (hoy es de S/1.025)–. ¿Por qué no anunció la presidenta el aumento? Si bien su manejo corresponde al Consejo Nacional de Trabajo y Promoción del Empleo, organismo al que afirma que convocará para definirlo, esto bien pudo acordarse con antelación.