Aldo Facho Dede

La historia de las grandes ciudades nos muestra cómo, cuando existe una visión de mejor futuro y la capacidad política y técnica para alcanzarla, eventos como los juegos deportivos son aprovechados como aceleradores de ambiciosos proyectos de transformación, pues traen consigo recursos extraordinarios. Las inversiones vinculadas a dichos eventos cubren también obras de infraestructura urbana asociadas a la movilidad y a los servicios básicos, que serían más complejas de resolver mediante los mecanismos convencionales de inversión pública.

Como ejemplos destacados tenemos los Juegos Olímpicos de 1992 en Barcelona y los del 2012 en Londres, que fueron usados para gatillar importantes proyectos de renovación urbana que llevaron a las dos ciudades a ser referentes mundiales en urbanismo. En ambos casos, se priorizó la recuperación de suelos degradados o con usos obsoletos para promover una nueva oferta de vivienda social, equipamientos, áreas verdes y transporte público.

La recuperación de la inversión se debe medir tanto en beneficios sociales como económicos. En cuanto a lo primero, estas inversiones generan un importante impacto en la calidad de vida de las zonas colindantes, pues financian obras que serían muy difíciles de ser promovidas por las municipalidades. Si analizamos lo segundo, fuera de las dinámicas económicas generadas por el mismo evento, debemos evaluar el incremento extraordinario en el valor de las propiedades circundantes, así como el mayor atractivo comercial del entorno de los equipamientos deportivos. Si esto se desarrolla en el marco de un plan más ambicioso, los beneficios toman escalas metropolitanas, como fue el caso de Barcelona.

Pero no siempre los resultados son positivos. Grandes fracasos como los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 o los Panamericanos de Guadalajara 2011 nos enseñan que, si no organizamos estos eventos dentro de un plan integral que contemple su aprovechamiento futuro, terminaremos despilfarrando el dinero y afectando el desarrollo de la ciudad.

Los Panamericanos de Lima 2019 son recordados como una gran gesta que nos llena de orgullo, en gran parte gracias al trabajo del equipo liderado por Carlos Neuhaus, y por el marco excepcional de gestión en el que se desarrollaron. Pero este legado deportivo y de gestión no tuvo un correlato urbanístico y, por ende, el impacto que pudo generar en la mejora de la calidad de vida de los vecinos, la generación de nuevos negocios y empleos formales y el incremento del turismo ha sido muy limitado. A la fecha, las diversas sedes son, para la mayoría de los vecinos, largos muros perimétricos y puertas cerradas que con mucho esfuerzo se abren a la comunidad. Por su parte, la Villa Panamericana sigue sin estar habitada y los edificios se destacan en medio de un descampado. Lejos quedó el sueño de que pudiese convertirse en un nuevo San Felipe.

Esto debiera cambiar categóricamente en esta nueva oportunidad, y la gran diferencia es que ahora tenemos un Plan de Desarrollo Metropolitano aprobado para Lima y uno ya terminado para el Callao, que deben ser usados como base para determinar las obras y acciones que acompañen las inversiones.

En dichos planes se plantean las nuevas vías que la metrópoli necesita, los sistemas de transporte público masivos, los equipamientos y las áreas verdes. Asimismo, se han delimitado las áreas para planes específicos, donde se debiera priorizar la construcción de viviendas de interés social. Una de estas es el predio de la Villa Panamericana y las 100 hectáreas colindantes con el parque zonal Huayna Cápac, un espacio en el que se había previsto construir la estación principal de la nueva línea del Metropolitano que circularía por la Panamericana y Vía de Evitamiento. Este importante proyecto no se concretó, y solo se implementaron unos carriles exclusivos y temporales para los buses de los deportistas.

Si vamos a emprender de nuevo esta importante gesta, no podemos solo encomendarnos a la capacidad extraordinaria de un grupo de gestores, sino que debemos aprender de nuestra propia experiencia y hacer que estos juegos nos acerquen a ser esa potencia mundial del urbanismo y la sostenibilidad que tanto soñamos. Pocas veces la historia da segundas oportunidades, ¿la vamos a desperdiciar?

Aldo Facho Dede es arquitecto y urbanista

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