“¿Cuándo una puta película ‘ha sido necesaria’?”. Lo leí en Twitter por la mañana mientras, en un acto masoquista, me adentraba en aquella selva digital buscando, tal vez con demasiado optimismo, opiniones bien fundamentadas que den pie a un debate al menos entretenido para el lector respecto del cuestionable proyecto de ley. Personalmente, no recomiendo la experiencia, nuestros ciberexpertos en cine y caseros de Polvos Azules no parecen estar en su momento más lúcido.
Mientras la ignorancia estaba a flor de piel y las sandeces se esparcían por el aire, el congresista Alejandro Cavero se sumó a la iluminada colectiva. Saliendo del hemiciclo, se paró en frente de la cámara, con seriedad envidiable y gesto comedido, como quien está a punto de exhibir el argumento demoledor e irrefutable que pondrá punto final a los cuestionamientos contra el proyecto de Tudela. Entonces, sin variación alguna en su firme postura, se acomodó la soga en el cuello con orgullo, le dio dos giros y, alegre, pateó la silla.
“Hoy en día se tiran 26 millones de soles los estímulos económicos. Yo no veo una sola película que haya ganado absolutamente nada”. Bueno, hasta fines de junio se tiraban S/928 millones en el presupuesto del Congreso. Bajo el mismo argumento, señor Cavero, yo tampoco he visto un solo congresista bueno.
Y prosiguió en su mensaje con elocuencia: “Son muy malas estas películas, nadie las va a ver al cine y finalmente se las reparten la misma argolla de siempre”. A fin de cuentas, el congresista tiene razón. ‘Magallanes’ es un apellido común, ‘Tinta Roja’ son solo un sustantivo y un adjetivo juntos, ‘Wiñaypacha’ alguna palabra en quechua –supongo–, y ‘La teta asustada’ es un reggaetón.
Las declaraciones del congresista, quien también pertenece a la bancada de Avanza País, resultan no solo indignantes, sino también preocupantes. En un país con una industria cinematográfica que tiene a muchos cineastas talentosos pateando latas con efecto –y que, aun así, cuenta con obras reconocidas en festivales internacionales–, las palabras del señor Cavero tienen a muchos recordándole, con recelo, ‘a su mare’.
La intención detrás de todo esto parece clara: posicionar al Perú como un país atractivo para grabar películas. Sin embargo, la congresista Tudela y sus defensores prefieren hacer de tripas corazón con su proyecto antes que aceptar que está mal planteado. El proyecto podría poner en jaque a la industria nacional y dejarnos con un simple recuerdo de ‘lo que la ley Tudela se llevó’.