En la educación es fundamental reconocer el contexto social; en el Perú existen más de cuatro millones de personas que hablan lenguas originarias. Más aún, en la selva amazónica, donde conviven etnias nativas como las asháninka, ashéninka, matsigenka, nomatsigenga, shipibo, yánesha, yine, awajún, kakinte, entre otras. En ellas, la educación intercultural bilingüe –es decir, la educación en la lengua nativa– se convierte en pieza clave para garantizar la preservación y el fortalecimiento de las culturas y los conocimientos ancestrales.
Al recibir educación en su lengua materna, los estudiantes no solo mejoran su comprensión y rendimiento académico, sino que también desarrollan un sentido de identidad, lo que es clave para su autoestima y su desarrollo integral. Además, este enfoque facilita el aprendizaje del español como segunda lengua, preparándolos para participar en la sociedad sin perder su herencia cultural.
Es así como la educación intercultural bilingüe permite la formación de docentes preparados para enseñar en dos idiomas, con un profundo respeto y comprensión de las costumbres y valores de los pueblos originarios. La revaloración de la cosmovisión indígena y la integración de saberes ancestrales en el currículo escolar son elementos básicos para promover una educación más pertinente y contextualizada.
Asimismo, está permitiendo que jóvenes de diversas etnias accedan a una formación universitaria de calidad. Pero, sobre todo, propone planes de estudio diseñados para responder a los problemas de las realidades locales de la Amazonía.
Los profesionales de educación intercultural bilingüe desarrollan un papel clave en el progreso de sus comunidades, porque, al tener un rol de liderazgo en ellas, pueden influir positivamente en la construcción de una ciudadanía consciente y empoderada, capaz de defender sus derechos, participar activamente en la toma de decisiones y abogar por el bienestar de sus pueblos. Esta labor es esencial, sobre todo porque las comunidades indígenas han sido históricamente marginadas y porque el acceso a una educación de calidad puede marcar la diferencia en la construcción de una sociedad más justa e inclusiva.