Mario Ghibellini

En estos tiempos confusos, todas las noticias políticas parecen falsas. ¿Quién les puede creer, por ejemplo, a los que sostienen que Toledo está exigiendo ser comprendido en el ? ¿O a los que afirman que Acuña y Oscorima están a punto de fundar el club ‘Waykikis’? El corre-corre de estos días en los que el plazo para inscribirse en un partido y poder así postular a la presidencia en el 2026 está por vencerse es, sobre todo, el contexto ideal para echar a rodar bulos a ese respecto y ver cómo ganan adeptos entre los incautos. Por eso, el anuncio de que el imitador y humorista, se había afiliado a “País Para Todos” con ese aparente propósito generó al principio incredulidad en esta pequeña columna.

Tras ver el video en el que él mismo informa a la opinión pública de su decisión de enrolarse en el mencionado partido, sin embargo, toda duda queda despejada. La cosa va en serio, y lo que hasta hoy ha sido parodia amenaza con transformarse mañana en solemne práctica cotidiana. Porque si algo ha hecho Álvarez a lo largo de su carrera artística es caricaturizar presidentes. No es que los integrantes de la penosa hueste que ha desfilado por Palacio de Gobierno en las últimas décadas careciese de rasgos irrisorios propios, pero el arte del imitador consiste en detectarlos y exagerarlos sin romper la similitud esencial que su comportamiento debe guardar con el de su modelo. Y ese es un arte que el nuevo militante de “País Para Todos” domina a la perfección. La pregunta que inquieta al respetable en estos días es entonces si, en la eventualidad de que la suerte lo acompañe, el personaje que nos ocupa seguirá siendo tan bueno en el ejercicio de su oficio como hasta ahora.


–El problema final–

Lo de la suerte, precisemos, no es un detalle deleznable. La organización en la que el cómico se ha inscrito es comandada por el ex alcalde de Huaraz lo que promete acarrearle algunos dolores de cabeza. Antes de que nadie le haya hecho pregunta alguna al respecto, por ejemplo, se ha sentido en la necesidad de aclarar que hace más de diez años se vivió en su hogar una crisis “que se malinterpretó como violencia familiar”... y todos sabemos que esas cosas no se quedan así. Generalmente se ponen moradas y se hinchan. El tópico, nos tememos, será frecuente materia de discusión durante la campaña.

Imaginemos por un momento, no obstante, que Álvarez logra salvar ese y otros inconvenientes que pudieran conspirar contra la conquista de su sueño, y en julio del 2026 acaba ciñéndose la banda embrujada. ¿Qué tanto pesará sobre él la impronta de los tristes individuos que por tanto tiempo ha estudiado para calcar con minucia?

En “El problema final”, su última novela, Arturo Pérez-Reverte presenta a Hopalong Basil, un actor que se ha pasado la vida haciendo de Sherlock Holmes en las películas y que, ante la ocurrencia de una serie de crímenes en la isla en la que se encuentra de vacaciones, no resiste la tentación de convertirse en el detective que tantas veces ha representado. Y con buenos resultados. Pero, claro, eso es ficción. En la realidad, los eventos suelen producirse de un modo menos providencial y lo que podríamos tener en breve es, más bien, una reproducción combinada de los defectos y desatinos de quienes ya nos han gobernado. Si las cosas le funcionan a Álvarez, en consecuencia, alguien tendría que hacerle saber que el show no debe continuar, porque, si no, estamos perdidos.




*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mario Ghibellini es Periodista

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