Mario Ghibellini

Contra lo que afirma una conocida expresión anglosajona, hablar no es barato. Si no lo sabrán los ministros de este gobierno que, desde que pronunciaron ciertas frases célebres, se pasean por ahí con un cucurucho virtual en la cabeza… Los integrantes del actual Gabinete, en efecto, no se caracterizan por discurrir con prudencia.

Para demostrarlo, ahí tenemos al titular de Economía, José Arista, y su reciente sentencia sobre el problema que el Ejecutivo tiene entre manos a propósito de Petro-Perú. “No queremos tomar una decisión apresurada”, ha dicho el ministro, a pesar de que han pasado más de tres meses y medio desde la publicación del comunicado en el que el directorio de la empresa estatal reclamaba medidas impostergables para su reestructuración. Tres meses y medio en los que, como se sabe, nada ocurrió.

Ilustración: Víctor Aguilar Rúa
Ilustración: Víctor Aguilar Rúa

No es él, sin embargo, el miembro del equipo de enfajinados que más ha destacado en aquello de desbarrar a fuerza de facundia. Como veremos, existe en las alturas del poder una ‘sandísima’ trinidad que les ha puesto la vara muy alta a aquellos de sus colegas que quisieran dejar una marca en la disciplina de los apotegmas iluminados. Reconozcamos en primer lugar la inspiración del responsable de la cartera de Educación, , quien ha legado a la posteridad la reflexión de que las violaciones de las escolares awajún podrían ser “una práctica cultural, lamentablemente, que sucede en los pueblos amazónicos para ejercer una forma de construcción familiar”. Un despropósito que, al entender de algunos, arruinó su profetizado ascenso al premierato. Le sigue en orden de mérito, el ministro de Desarrollo Agrario y Riego, , quien, ante un informe de la FAO que señalaba que 17 millones de peruanos viven una situación de inseguridad alimentaria, anotó: “En el Perú no se pasa hambre; hasta en el último pueblo del Perú se come de manera contundente”. Un comentario que podría competir en indolencia con una afamada locución de María Antonieta. Hay que admitir, no obstante, que las palmas en este asunto se las lleva la ministra de Vivienda, .

– Declaración de parte –

Esta semana, al inaugurar un proyecto de agua y saneamiento en Juliaca, ella tuvo un aparente trance místico y clamó frente a la multitud que la escuchaba: “Yo les pido con profunda humildad que oren, que recen por todas las autoridades para que no flaqueemos, para que no seamos tentados en robar”. Una frase en la que hay dos detalles gramaticales a resaltar: el pobre manejo de las preposiciones (coloca ‘en’ donde debería ir ‘a’) y el uso de la primera persona plural en la parte en la que alude a las potenciales víctimas de la tentación de marras. Dice ella, efectivamente, “para que no seamos tentados en robar”, incluyéndose a sí misma entre ellas. Y ya que de máximas andamos, conviene recordar en este punto aquella que dicta: “a declaración de parte, relevo de pruebas”…

Según la teología cristiana, el llamado “don de lenguas” es una gracia concedida por el Espíritu Santo a determinadas personas para que prediquen la palabra de Dios en idiomas que no conocen. Según la ciencia, en cambio, se trataría más bien de un trastorno que lleva a ciertos individuos a balbucear incoherencias en un léxico inventado. ¿Ha habido algo de eso en los raptos oratorios de estos ministros? ¿Puede algún espíritu misterioso haber colocado en sus bocas las necedades que recitaron? ¿O fue tal vez algún impulso no descrito todavía por la psicología profunda lo que los llevó a parlotear de la forma en que lo hicieron? Imposible pronunciarnos al respecto, pues cuando existe el riesgo de decir tonterías, nosotros preferimos guardar silencio.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.


Mario Ghibellini es periodista