Ayer los ensayistas argentinos, Agustín Laja y Nicolás Márquez discutieron con esta servidora, sobre la ideología de género que, según estos autores, el comunismo quiere imponer en nuestra sociedad. Laja y Márquez sugieren en su “Libro negro de la nueva izquierda” que el mundo va camino a permitir la normalización de la homosexualidad (que para ellos es un asunto de anormales), la destrucción de la familia, la legalización del genocidio infantil masivo mediante el aborto, la aceptación de la pedofilia y la masificación de la zoofilia (sí, tal cual lo leen). Con los ya conocidos argumentos sobre lo que es biológico y natural estos jóvenes desarrollan una teoría medio paranoide, en la que mezclan comportamientos aberrantes y delictivos, con legítimas luchas sobre libertades fundamentales y lo condenan todo junto. Para esto, se escudan en ejemplos rarísimos y rebuscadísimos que reafirman cada una de sus fobias. Así, mientras exponen un discurso falaz escudado en “la ciencia”, justifican la estigmatización de la mujer, la discriminación de los homosexuales, y la satanizan de cualquier comportamiento que, según ellos, atente contra “las buenas costumbres” (que son siempre “sus buenas costumbres”).
Durante todo este tiempo, que se ha discutido sobre la supuesta ideología de género en el currículo escolar, he tratado de comprender la preocupación de los padres sobre la formación que recibirán sus hijos, y creo que el tema merece un debate amplio e informado sobre cada aspecto que les preocupa. Sin embargo, una cosa es acompañar a un padre o maestro con sus dudas y otra muy distinta aceptar discursos que fomentan la discriminación. Está tan extendido el machismo en el Perú, que todavía permitimos que se promueva abiertamente el odio hacia la mujer, sin que nadie se espante demasiado. Está tan aceptada la homofobia que nos tragamos, sin protestar, ridículos argumentos biológicos, como los que usaban los racistas de hace siglo y medio para afirmar que los negros eran seres inferiores.
Ayer mucha gente criticó que no respondiera con “argumentos” la postura de Laja y Márquez. Que no me quedara a escucharlos, que me atreviera a salir del set a tomar un respiro. Y es que claro, resulta tan normal que nos agredan a las mujeres y a las minorías LGTBI que encima debemos poner nuestra mejor sonrisa cuando nos insultan y ensayar argumentos sesudos para rebatir el odio. Pues ya no. Nos toca decir basta. Por eso yo me levanto y protesto. Por eso yo no me callo y reclamo. Porque ya es hora que vayamos entendiendo que ese discurso es inaceptable. Porque ya es hora que vayamos entendiendo que ese discurso agrede, que ese discurso viola, que ese discurso mata. Porque ya es hora que nos vayamos dando cuenta… punto.