No ha habido un cónclave de cabezas partidarias haciendo un ‘proceso de evaluación y autocrítica’ sobre la ‘sostenibilidad’ de Pedro Castillo, para usar términos de las ONG a las que muchos líderes de izquierda están ligados. No hay, escrita, una hoja de ruta de evacuación en caso se declare el naufragio. Lo que hay son preocupaciones, corazonadas, conversaciones ‘no orgánicas’ entre militantes y entre dirigentes; donde se baraja el escenario de un fin anticipado.
LEE TAMBIÉN | “Ódiame pero no en un libro: Acuña y una ‘pasión’ desmedida por ciertas publicaciones”. Una crónica de Fernando Vivas
Algunos líderes coincidieron en la noche del martes 11 en Palacio de Gobierno, convocados por Pedro Castillo a una de esas reuniones donde la pluralidad de invitados y la improvisación de la agenda impiden tocar fondo. Estuvieron Álvaro Campana, secretario general de Nuevo Perú (NP); Raúl del Castillo, secretario de Juntos Por el Perú (JPP), Mery Coila del Partido Magisterial; Gerónimo López, secretario general de la CGTP y líderes sindicales de la CUT, construcción civil, mujeres campesinas, entre otros. No estuvo nadie de Perú Libre que, curiosamente, había sido impulsor de un frente de izquierda en defensa del gobierno, con los arriba citados. A ellos los convocan aparte. Qué volubles son los frentes.
Mira: Verónika Mendoza dice que no postulará a ningún cargo en Nuevo Perú.
Pero el proceso crítico va por otro lado, fuera de Palacio. A Nuevo Perú (NP), el partido de Verónika Mendoza, le corresponde estar a la vanguardia de aquel porque es el que tiene más acciones colocadas en el gobierno. Por la dimensión del MEF, uno diría que su principal preocupación esta en la continuidad de su militante Pedro Francke. Pero Francke tiene su propio cronómetro y sus propios límites, como lo demostró el primer día de gobierno, cuando se enteró de que Guido Bellido era el primer ministro y puso sus condiciones para juramentar al día siguiente. El partido solo medió para que recapacite y Castillo respete sus condiciones. Lo más probable es que él informe al partido de cuándo pateará el tablero antes de que el partido se lo sugiera. Hasta hoy, en el castillismo y en NP, hay quienes abstraen a Francke de la alianza –o del ‘acuerdo’ como prefieren llamarlo- y lo toman por una suerte de invitado independiente en el gabinete.
MÁS EN POLÍTICA | La bronca del ministro Serna. Una historia del sector Educación. Crónica de Fernando Vivas
Anahí Durand, ministra de la Mujer y una de la principales dirigentes de NP, sí es orgánica al partido y emblema del acuerdo. Fue la coordinadora del plan de gobierno de Juntos Por el Perú (el frente que incluía a NP y al Partido Humanista que fundó Yehude Simon, dueño de la inscripción, y que se rebautizó JPP) y tenía los nombres y las claves de gobernabilidad izquierdista, que a Pedro Castillo le hacían falta a gritos. Abstrayendo a Francke, era la principal candidata a obtener una cartera. Y juró antes que Francke.
Convertida en ministra, acompañó a su lideresa a más de una reunión con Castillo. Jugó un papel en la caída del Gabinete Bellido, lo que, en buena medida, renovó el acuerdo, pues Bellido era el rostro del machismo conservador de la vieja izquierda ante la que insurge NP. No tenemos indicios de que NP haya participado en la elección de Vásquez; pero, de hecho, la sienten más cercana que a cualquiera de Perú Libre. Según mis fuentes de uno y otro lado, Verónika ha hablado con ella en más de una oportunidad, y entre los ministros más cercanos a la premier están, por supuesto, Francke y Durand, además de Gisela Ortiz de Cultura, Avelino Guillén del Interior, Aníbal Torres de Justicia y, desde que ella lo entrevistó y lo propuso para el cargo, Rosendo Serna, de Educación.
Volvamos a NP. Los devaneos sobre su presencia en el gobierno, se han pausado. Hoy se impone el duelo y la autocrítica por no haber podido completar las firmas para su inscripción como partido. Apelaron al JNE pero este los trató con su acostumbrada severidad. NP no podrá lanzar, solo, candidatos a alcaldes y gobernadores. Verónika difundió el sábado una carta a la militancia en la que dice que no postulará a ser reelegida como presidenta del partido. Sin hacerlo explícito, es una autocrítica por la inscripción frustrada y, más veladamente, por la alianza con Castillo.
NP tendrá que seguir buscando aliados, como lo hizo con el ganancioso Partido Humanista, hoy JPP. Simon ya está casi retirado de la política, pero le dio la alternativa a Roberto Sánchez, que se ubicó con éxito como congresista por Lima y, mejor que eso, como ministro de Comercio Exterior y Turismo. Hoy es autónomo, no tiene nada que coordinar con NP y su partido es pequeño como para provocarle migrañas. Su situación política es tan cómoda como la del independiente ministro de Salud, Hernando Cevallos, excongresista del Frente Amplio, salvando la distancia entre la complejidad de carteras.
Vladimir, el echador
Por lo pronto, Verónika Mendoza, entrevistada en TV Perú el día 6, esbozó la ruta de evacuación más obvia, la que cualquier aliado, de izquierda o derecha, puede tomar ante un presidente atribulado por la judicialización de sus actos: “Nunca hemos condicionado ni vamos a condicionar nuestro apoyo al gobierno en función de nuestra participación en el gabinete, lo que sí vamos a exigir es que se cumplan los compromisos del cambio y firmeza contra la corrupción”.
Los ‘compromisos del cambio’ son muy gaseosos e inasibles para un gobierno tan débil en su capacidad reformista, tanto que Verónika ni los enumeró en su respuesta. Su énfasis estuvo puesto en la frase sobre la corrupción y eso confirma que los indicios que atenazan a Pedro Castillo son los que facilitarían la evacuación de los aliados. Esa sí fue una señal clara y se complementó con su respuesta, en la misma entrevista, sobre la conveniencia de entrevistar al presidente: “Desde el punto de vista político y ético corresponde y es conveniente que se continué con la investigación”.
En su carta a los militantes, sutilmente, anticipa el balance de la aventura castillista en un pasaje crucial que más arriba les dije que iba a citar: “Hoy más que nunca, la realidad nos demuestra que no habrá gobierno ni proceso de cambio sin poder popular. Solo un pueblo consciente, organizado y movilizado le dará alma a este proceso”. Traducción: el gobierno de Castillo es cualquier cosa y de pueblo tiene poco.
Probablemente, las declaraciones de Verónika hubieran pasado inadvertidas si Vladimir Cerrón no las hubiera comentado en un tweet: “Verónika Mendoza dice que debe investigarse al presidente, Mirtha Vásquez dice que procurador [Daniel] Soria no se va. Independientemente que tengan razón, con aliadas como ellas ya no se necesita enemigas”. De esta forma, Cerrón expone que la izquierda aliada de Castillo, incluyendo a Mirtha Vásquez, ya tiene una ruta de evacuación asociada al parteaguas de la corrupción. Para él, que afronta sus propias tribulaciones judiciales, le sería difícil subirse al mismo bote de las náufragas.
En medio de estas tensiones, sarcasmos y temores entre izquierdistas, hay equívocos. Uno, muy notorio, fue un dramático comunicado de NP deplorando la censura al exministro de Educación, Carlos Gallardo. Lo lloraban más que Pedro Castillo, quien, mientras votaban la moción en el Congreso, se desentendió del asunto y se reunió con periodistas. La bancada de JPP, que había peleado contra la censura, con menos ganas que en anteriores batallas (ya se están aburriendo de su obsecuencia, me cuentan), se extrañó con el comunicado lanzado por la cúpula del partido. ¿Qué había pasado? Que un asesor de Gallardo, Roberto Rodríguez Rabanal, dirigente de NP, promovió el gesto con un entusiasmo que contagió a los otros con la idea de que estaban perdiendo a uno de los suyos. Ciertamente, Gallardo fue cercano a la Izquierda Unida, el ancestro de NP. Pero su gestión fue, según las evidencias, funcional a los maestros radicales de Castillo más que a sus viejas simpatías. Algo similar pasó con el ex canciller Héctor Béjar. Lo defendieron con ahínco digno de mejor causa; y Castillo le bajó el dedo sin mayor pena. También lo creían suyo, a pesar de que Béjar estaba en otra dimensión.
La ruta de Mirtha
Es obvio que la premier Vásquez tomaría la misma ruta de evacuación de Verónika y los aliados. Por lo pronto, tras el mal paso de defender al presidente cuando surgió el escándalo de su agenda secreta en Sarratea y ofrecer listas y gestos que no podía cumplir; ha acordado con él dejar el tema a los abogados. Además, eso es lo que corresponde en una democracia.
Vásquez está muy ocupada en la PCM como para sentarse a pensar en sus límites para soportar el cargo. Además, es probable que le ahorren el dilema pidiéndole que se vaya antes de que ella quiera hacerlo. Pedro Castillo guarda muchos secretos y no le gusta compartir todas sus iniciativas con la premier. Con su rearmado círculo de colaboradores (dejó atrás a los chotanos y ahora se apoya, entre otros, en su secretario general Carlos Jaico, su asesor Biberto Castillo y su nuevo jefe de gabinete técnico Wilson Pretel) lanza ideas y arma reuniones ignorando a Vásquez.
Más de un invitado político a Palacio me ha comentado lo improductivas y reiteradas que resultan estas citas sin punto fijo en las que el presidente toma notas en soledad. Vásquez podría asistir a ellas, dándoles más eco, como lo hicieron anteriores primeros ministros junto a los presidentes de turno. Castillo no tiene esos alcances de estadista.
Esa lejanía con su principal socia de gobierno, genera un reto a la PCM: que se agencie con mayor esfuerzo sus relaciones con bancadas y partidos. En ese afán, NP, como lo percibe Cerrón, es quien tiene más afinidad con Vásquez. No solo con sus ministros, como ya vimos, sino con su bancada. Ruth Luque, la portavoz, tiene un contacto fluido con Vásquez. En cambio, Perú Libre, en constante reformulación de integrantes y de posiciones, le resulta una bancada esquiva y hasta hostil. Sin embargo, hizo una apuesta que le dio buen resultado: invitó a Guido Bellido a Chumbivilcas, para que la ayude en el diálogo con los comuneros en pleito con Las Bambas. Por cierto, lo de las invitaciones a congresistas a viajar a sus regiones, es un viejo truco palaciego para trocar la confrontación en colaboración de poderes. Del resto de bancadas, la PCM se preocupa por mantener relaciones fluidas con APP y AP; con las demás, las ‘vacadoras’, la relación es más distante, concentrada en atender a congresistas y pedidos puntuales.
El resto de la izquierda cuenta muy poco para Castillo. El Frente Amplio tenía un ministerio, el Produce; pero tras el cambio intempestivo del ministro Iván Quispe, perdió esa participación (Quispe está hoy en el Minagri). Lenin Checco, excongresista del FA, está en el MTC, pero su fichaje no compromete al partido. Patria Roja está proscrita en Palacio y, si se precipitara el fin de Castillo, sus dirigentes se limitarían a mirar, reprimiendo sus emociones, el hundimiento del barco. Todos los demás, los que tuvieron ministerios, empresas públicas o direcciones; si se precipitara el momento más temido, probablemente nieguen a Pedro tres veces. Y en la dramática divergencia no pesará la ideología, ni siquiera la agenda; será la emergencia, el escándalo.
VIDEO RECOMENDADO
TE PUEDE INTERESAR
- Pedro Castillo: ¿Quién es Eduardo Pachas, el abogado del presidente de la República?
- Pedro Castillo nombró a 13 prefectos regionales que pertenecen al Fenatep: radiografía de los designados por el presidente | INTERACTIVO
- Caso Daniel Soria: Historial de los intentos de interferencia del Gobierno en la Procuraduría
- Elmer Cuba: “Castillo es una oportunidad perdida porque podríamos estar creciendo un 5%” | ENTREVISTA