Uno de los filmes que tendrán un lugar destacado en la temporada de premios 2021, sin dudas, esta adaptación de una obra teatral de August Wilson. La produce Denzel Washington –quien ya había dirigido “Fences”, basada en otra obra de Wilson–, y dirige George C. Wolfe, no muy conocido en Hollywood (apenas cuatro filmes en su haber), pero toda una autoridad en Broadway, habiendo ganado dos premios Tony.
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La historia se centra en un episodio de la vida de ‘Ma’ Rainey (Viola Davis), pionera de la canción profesional del blues, quien además marcó la senda de otras cantantes seminales, como Bessie Smith. En el filme, Rainey llega, desde Georgia, a la bullente y moderna Chicago, en 1927. Junto con sus músicos, va a la ciudad para grabar varios temas en los estudios Paramount, que por supuesto manejan empresarios blancos.
Quizá debido a su fidelidad con el brillante texto de Wilson el filme se sale de los cauces habituales del ‘biopic’ sobre artistas afroamericanos (el ejemplo más citado, “Ray”, de Taylor Hackford, 2004). Además de evitar cualquier ‘flashback’ a la infancia pobre u otro momento de su vida, la línea argumental no está acaparada por la figura de Rainey, y más bien termina poniendo en primer plano a Levee (Chadwick Boseman), uno de sus músicos.
Otro rasgo singular del filme está en el hecho de que vemos muy pocos momentos musicales. Salvo la primera secuencia en un teatro de Georgia, no hay lugar aquí para el lucimiento de shows y performances espectaculares. Hay una que otra secuencia de canto, pero siempre acotada o sintetizada. Este es un filme de diálogos, pequeños conflictos concentrados en pocos espacios, y situaciones frustradas que se dan la mano sin cesar.
Otro aspecto interesante tiene que ver con que no se establece una pugna monótona entre negros explotados y blancos malvados. El filme sigue al estilo y las obsesiones que marcan la obra de August Wilson. Si bien Wolfe no deja de colocar a los gerentes blancos como personajes hipócritas que abusan de su poder, el filme tiene como centro dramático a las relaciones conflictivas entre los propios músicos negros.
Levee, gracias al excelente desempeño de Boseman –que llega a galvanizar la atención, más allá de la potente actuación de Davis–, es un joven trompetista que busca el éxito a toda costa. Su vehemencia y autosuficiencia rebelde terminan por crear un conflicto con sus compañeros, mayores que él, y con la misma Rainey. Leeve es impaciente y carga con un pasado familiar de crímenes y atroces abusos de los blancos.
“Un rasgo singular del filme es que vemos muy pocos momentos musicales”.
Esta puesta en escena, donde el temperamental Levee pone a prueba la tolerancia de sus compañeros y de la jefa de la banda, corría el peligro de caer en las trampas del teatro filmado. Felizmente, no fue así. Por medios muy visuales, Wolfe transmite la sensación de ahogo de Rainey y sus músicos, y de estar atrapados en un mundo regentado por un racismo omnisciente. Y la concreción física de esa presión y falta de libertad está aquí, sin dudas, en el calor sofocante, la luz aplastante del verano en la ciudad de concreto.
Más allá de ser estrellas en el estudio donde graban sus canciones, la falta de libertad nunca deja de presionar la psique, está en el aire, en el pasado y el futuro, y se transmite por el diseño del espacio, con esas puertas y ventanas que parecen no poder abrirse más. Junto a las virtudes de este lenguaje fílmico, hay que mencionar el logro de la dirección de actores, de una gran tensión emocional no solo gracias a Davis y Boseman, sino también a uno de los mejores elencos secundarios del año que termina.
LA FICHA
Título original: “Ma Rainey’s Black Bottom”.
Género: drama.
País y año: EE.UU., 2020.
Director: George C. Wolfe.
Reparto: Viola Davis, Chadwick Boseman, Glynn Turman, Colman Domingo.
Calificación: ★★★1/2.
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