La leyenda cuenta que Barranco no se fundó por decisión de los hombres, sino por decisión de Dios. A mediados del siglo XVIII, muy cerca de la zona que hoy conocemos como la Bajada de Baños y el Puente de los Suspiros, un grupo de pescadores que cruzaban el barranco desde Surco advirtieron una luz resplandeciente que guiaba su camino. Cuando se acercaron, vieron que se trataba de una cruz. Desde entonces, el lugar adquirió un carácter divino: se construyó una iglesia de quincha y adobe con aprobación de las autoridades religiosas. A su alrededor, un nuevo pueblo empezaba a nacer.
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La tradición oral sobre los orígenes de Barranco fue dada a conocer por el poeta peruano Juan de Arona. Durante décadas, esta zona de los extramuros de Lima era conocida como el pueblo de La Ermita. Recién en 1874, durante el gobierno de Manuel Pardo y Lavalle, surge como distrito, uno que limita al norte con la quebrada de Armendáriz y al sur con la chacra del Cuadrado. “Su creación está relacionada, pienso yo, con la apertura del ferrocarril Lima-Chorrillos. Luego de la Guerra del Pacífico, tuvo una época de esplendor entre 1890 y 1930. Se convierte en un lugar de recreo y veraneo de algunas de las familias más pudientes de Lima. Se construyen ranchos y palacetes que bien podrían estar en Cannes, Bristol o San Sebastián”, nos dice el historiador Juan Luis Orrego.
Su fama de barrio bohemio, cuna de artistas y poetas, lo adquirió entre las décadas del 50 y 60. Algunos narradores, intelectuales y pintores encontraron casas a buen precio para alquilarlas o comprarlas con el fin de ponerse a escribir allí, montar sus talleres o hacer salas de exposiciones. En ese contexto, el escultor peruano Víctor Delfín nos cuenta que se mudó a Barranco por primera vez, a un amplio chalet ubicado al final de la Bajada de Baños, cerca del mar. “Era una casa enorme y muy hermosa. Allí vivió el poeta César Moro. La solían frecuentar Arturo Corcuera, Rodolfo Hinostroza y mi amigo Juan Gonzalo Rose. Con todos ellos tuve la suerte de compartir”, recuerda Delfín.
Barranco siempre se caracterizó por ser un barrio pintoresco que contrasta con el cielo panza de burro de Lima. Sus calles angostas y fachadas salpicadas de mil colores son parte de su identidad, así como sus viejas tabernas donde hasta el día de hoy llegan almas felices y desdichadas para bailar una polca o ahogar las penas. A fines de los 80, con la apertura de los bares La Noche y Sargento Pimienta, las noches barranquinas empiezan a atraer a un público más joven, ávido de nuevas opciones de diversión.
Es por esa época, precisamente, que ocurre su primer paso hacia la modernidad: aparecen pequeñas edificaciones y condominios para familias clasemedieras. Su última gran transformación empezó hace una década: solo basta ingresar al distrito por la avenida Grau para notar inmensos edificios de más de veinte pisos. Cuando se le pregunta a cualquier vecino barranquino qué cosas se deben mejorar, lo primero que mencionan es el tráfico vehicular, el cual atribuyen al aumento de la densidad poblacional. Lo segundo es una mayor fiscalización a las obras de construcción que rompen con la residencialidad. Y tercero, la inseguridad.
UN NUEVO ROSTRO
Pese a ser el distrito de menor extensión en Lima (tiene una superficie de apenas 2.800 m²), Barranco posee hoy una de las ofertas comerciales más vibrantes y dinámicas de la ciudad: cafés, galerías, bodegas, restaurantes, ‘concept stores’, hoteles ‘boutique’, tiendas de moda, y mucho más. Entre sus espacios más famosos se encuentra Central, del chef Virgilio Martínez, considerado el mejor restaurante del mundo en 2023. Todo ello, rodeado de zonas con mucho encanto para pasear y una espectacular vista al mar, que le han valido ser considerado uno de los barrios más “cool” del planeta, según la prestigiosa revista inglesa “Time Out”.
El jirón Domeyer es una de las calles que acoge gran variedad de espacios gastronómicos. Una de las propuestas más novedosas que encontramos al transitarla es la de Demo Café, del cocinero venezolano Juan Luis Martínez, quien además posee otros dos negocios culinarios, aunque en otras calles del distrito: Clon y Mérito. “Cada vez que pasaba por esta calle, me encantaba. Sentía que tenía que estar aquí de alguna forma, hasta que finalmente se dio la oportunidad con Demo”, comenta Juan Luis. “Desde que llegué a Lima, me mudé a Barranco. Es un lugar que te hace sentir vivo, conectado. Nuestra siguiente idea es abrir un nuevo espacio cerca de la iglesia San Francisco, una zona que tiene mucho potencial”, añade el empresario.
El jirón Colina, justo al lado de lo que era el antiguo mercado de Barranco, viene atravesando también un proceso de renovación urbana. En medio de heladerías, pequeños restaurantes y negocios de barrio, encontramos la premiada propuesta de Ciclos Café, que se caracteriza por sus experiencias inmersivas al momento de prepararnos nuestra bebida favorita, fría o caliente. “Lo que siempre buscamos hacer es algo más especializado. A nuestros clientes les hablamos sobre el cacao y el café peruano. Acá vienen influencers, creadores de contenido, gente de todas partes del mundo. Entonces, nos parece una buena oportunidad para dejar en alto este tipo de productos”, nos dice el empresario chileno Felipe Aliaga, socio de Ciclos.
Como vemos, Barranco sigue siendo uno de los barrios más atractivos de Lima no solo para el público local que desea mudarse a este distrito y disfrutar de su variada oferta de entretenimiento, sino también para gente de todas partes que han encontrado en este pedacito al borde del acantilado el mejor lugar para ser felices. //
Según la Asociación de Empresas Inmobiliarias del Perú, Barranco es uno de los tres distritos de Lima que tiene el valor más alto por metro cuadrado, junto con Miraflores y San Isidro. Los precios de venta en la zona sur del malecón, denominado “Barranco Cultural”, alcanza los S/10.349 por m² en promedio, un 21% más respecto de los S/8.511 por m² en promedio que cuestan los inmuebles en la zona denominada “Barranco Tradicional”, en el límite con Surco. Es decir, si queremos tener un departamento con vista al mar, el precio mínimo bordea los 500 mil dólares.