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“Me enamoré de un actor y pagué el precio”: Francisca Aronsson se abre sobre el dolor, el amor y el rodaje más difícil de su carrera
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Francisca Aronsson (19) tenía apenas unos días de nacida cuando protagonizó su primera sesión profesional de fotos. Ocurrió en el hospital de Borås, en Gotemburgo, Suecia, a pedido del personal médico, que no salía de su asombro al ver a una recién nacida tan hermosa y tan distinta a las demás. En medio de incubadoras con bebes que parecían querubines —todos rubios, todos ojiazules, inequívocamente suecos—, estaba ella: una bebe sueco-peruana, de cabecita negra, la sonrisa traviesa salpicada de pecas y una mirada profunda, como si ya supiera algo que los demás aún no. Le tomaron fotos para una campaña interna del hospital. Podría leerse hoy como un presagio de la vida frente a cámaras que el destino le tenía reservada.
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Diecinueve años después de aquella tierna escena, tenemos frente a nosotros a Francisca Aronsson: nuestra actriz más internacional, posando como toda una profesional para la lente de Somos en su primera portada para la revista. A su corta edad, ya es una veterana en el arte de sacar lo mejor de sí frente a una cámara, sea la de un fotógrafo o una Arriflex de cine, como la que acaba de usar en el rodaje de “Los patos y las patas”. Los minutos pasan y ella no se agota, pese a los cambios de vestuario. Y todavía queda una larga conversación con la grabadora al final de la jornada.
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Conversar con Francisca, a quien conocimos como la encantadora niña de la película Margarita (2016), es enfrentarse a un caleidoscopio de acentos. Alguien que no sepa quién es difícilmente podría identificar el origen de ese torrente de entonaciones que, según el momento, suena peruano, chileno, colombiano, mexicano o incluso madrileño. “Sí, todo el mundo piensa que soy chilena. Es gracioso, porque ese acento es bien difícil. Creo que tengo como un superpoder. Es raro, porque hay acentos de países en los que ni siquiera he estado, y aun así puedo imitarlos muy bien. Es parte de mi superpoder”, dice ella, que ha trabajado en diez películas y en un buen puñado de series para las principales plataformas: Netflix (“La chica de la nieve 2”), Prime Video (“El internado: Las Cumbres”) y Vix (“Lalola”).

-¿Cuéntame de tu participación en “Los Patos y Las Patas”?
Es una película musical basada en las canciones de Raúl Romero. Se estrena el 18 de septiembre en todos los cines del Perú. No es una historia sobre la vida de Raúl, es más bien una historia inspirada en sus canciones. La película tiene dos tramas, digamos: el amor juvenil y el amor juvenil cuando ya ha crecido. Es una propuesta diferente, muy interesante, muy bonita y con un gran trabajo audiovisual. Además, la historia está situada en los años noventa, y lograr recrear bien aquella época siempre es un reto. Si se hace, tiene que hacerse perfecto, y la producción realmente se esmeró muchísimo. Se disfrutó mucho. Fueron como dos meses de rodaje en la playa, en Punta Negra, y también en Lima.
-¿Y cuesta mucho abrirse camino en un nuevo país? Porque me imagino que acá en Perú eres Francisca, todos te conocemos. Pero cuando te vas allá, tienes que demostrar...
Totalmente. Es distinto darte a conocer en otro país. En México, por ejemplo, hay 24 mil chicas —o mejor dicho, 100 mil— que también quieren destacar, que son muy buenas actrices, de mi edad, y que además son mexicanas. Entonces yo me preguntaba: ¿cómo logro que me contraten si no soy de allá? Siempre he sentido esa inseguridad, esa pregunta de por qué me elegirían a mí cuando hay tanto talento local. Por eso trato de buscar algo que me caracterice, algo que me haga diferente. Y bueno, yo soy bien conchuda —en el buen sentido—, no me da vergüenza. No tengo pelos en la lengua. Siempre encuentro el momento para preguntarle al productor: “¿Por qué me elegiste a mí? ¿Qué te gustó? ¿Qué crees que podría mejorar?”. Y cada vez aprendo más.

-¿Cómo ha sido para ti lidiar con el rechazo en un cásting, considerando que haces cástings desde los siete años?
Desde pequeña, claro. A los diez años fui a Chile a hacer el doblaje de unos textos de la película “Margarita”. Esa semana fui con mi papá y le dije: “Vamos a presentar mi currículum, ¿sí?” En esa época llevabas tus fotos, todo impreso, ibas a las agencias con tus cosas en la mano. Y hubo una vez que ni nos miraron a la cara. Nos estamparon la puerta. Yo tenía 10 años, y me quedé como: “Ah, así es esto”.
-¿Cómo manejabas eso a esa edad?
Al comienzo, claro que me sentía triste, una fracasada. Pero con el tiempo comencé a entender que el “no” no es algo malo. Hay millones de factores detrás de un “no”, y la mayoría no tienen nada que ver contigo. Porque un actor promedio, cualquier actor, recibe más de 30 “no” al año. Entonces, imagínate: si me deprimiera con cada uno...
-¿Has hecho terapia?
Un tiempo, pero eso fue por otro motivo. Cuando fui a hacer mi primer proyecto en México, tuve un desequilibrio muy fuerte: ansiedad y depresión. Me había ido a vivir sola por primera vez, a un país completamente nuevo y sin mi familia. Tenía ‘roommates’, pero igual me sentía sola. Recuerdo que fue una etapa muy compleja, porque estaba feliz de estar trabajando en México, pero al mismo tiempo me sentía muy triste al volver a casa. Era un contraste muy fuerte. Mi salvación, en esos días de depresión, era ir a grabar, porque ahí me olvidaba. Pero no me gustaba regresar a casa, porque sabía que me iba a encontrar con ese “demonio” que era yo misma.

-¿Al final, cómo saliste de esa situación?
Cuando uno tiene depresión, la persona que te hace sentir mal eres tú. ¿Y cómo escapas de ti mismo cuando no puedes hacer nada? Sufrí muchísimo esos meses, y lo peor es que no sabía que estaba pasando por depresión. Ahora puedo vivir sola y estoy espectacular.
-Antes de la entrevista, me diste a entender que 2024 fue un año un poco turbulento. ¿Qué te pasó?
¿De verdad quieres que te cuente? ¡Sacamos el trago! No, mentira, yo no tomo ¿Qué pasó? El año pasado pasó lo que estaba esperando que pasara toda mi vida, pero acabó mal.
-¿Te refieres al amor?
Qué vergüenza. Bueno, ha sido el primer chico del cual me enamoro. Yo conozco un montón de personas alrededor del mundo pero nadie me había gustado de la forma que me había gustado este chico. Me gustó en el trabajo, actuando. Yo que me burlaba de mis compañeros actores que se enamoraban entre ellos, me tocó pagar ahí el precio porque me pasó lo mismo. Fueron unos meses muy especiales, experimenté emociones hermosas...
-¿Dolió mucho?
Un montón, me dolió como seis meses... mucho sufrimiento, porque también fue terminar un lunes y el martes vernos a las siete de la mañana grabando escenas como enamorados. Entonces, ¿cómo hago? ¿Cómo le explico a mi cerebro que son escenas? Que no es la vida real ya. Me dolió un montón, pero hoy en día le tengo mucho cariño a este chico, me enseñó muchas cosas, me inspiró este chico a hacer la canción que estrené hace poco, que es “Maldita tensión”, porque era una maldita tensión todos los días que lo veía, pero hoy es un asunto super superado, o sea, estoy muy tranquila. Esa experiencia me hizo conocerme como mujer. Me di cuenta de las cosas que quiero y de lo que no quiero en mi vida. Me ayudó a limpiar un poco el camino. Es muy difícil encontrar gente segura de sí misma, y cuando un hombre es inseguro —y más aún si la mujer le genera inseguridad—, es muy complejo.
-Recuerdo que en entrevistas antiguas te quejabas de que el amor no había llegado, quizá por tu ritmo de trabajo. Al menos ahora puedes decir que sabes lo que se siente…
Es un sentimiento muy bonito. Yo creo que cambia, también, según la persona de la que te enamores. No creo que sea el mismo con todas las parejas que uno pueda tener en la vida —no lo sé, porque yo no he tenido otra—. Además, soy una persona que no busca el amor. Tengo amigas que necesitan tener un enamorado, que apenas terminan con uno ya están con otro. Yo no soy así. No puedes estar buscando siempre a alguien que te haga feliz. Yo tuve este primer amor, sí, pero no estoy desesperada. Estoy tranquilísima. Muy consciente de que, al final, la única persona que voy a tener al 100% durante toda la vida soy yo. Hasta la familia te puede fallar, pero tú no. Tú no te puedes fallar.

-Alguna vez contaste que sufriste bullying de niña. ¿Qué pasó?
Sí. Bueno, cuando tenía siete años me mudé a Perú. En el colegio me molestaban muchísimo por mis pecas.
-¿Por tus pecas?
Te lo juro. Nunca entendí por qué. Para mí, las pecas son mi sello. En Perú mucha gente me llama “pecas”, y me encanta. Algunos me dicen Francisca Aronsson, pero muchos simplemente me dicen “pecas”. Desde pequeña me hicieron bullying por eso, pero curiosamente nunca me afectó. Siempre lo miré como: “¿Qué te pasa? ¿Estás tan aburrido que te molesta que yo tenga pecas?”. Ese fue el primer bullying que recuerdo y, sinceramente, creo que no me afectó. Aunque, no sé… tal vez inconscientemente sí. No lo tengo del todo claro. Pero el bullying más fuerte que sufrí en mi vida fue por parte de mis compañeros actores de mi generación. Es algo que me sigue poniendo muy sensible.
-¿Quieres contar un poco de eso?
Iba a talleres de actuación donde también estaban varios chicos que hoy son conocidos. En ese momento yo no lo era. Me estaba formando, igual que ellos. No sé por qué me trataban así —supongo que por envidia—, pero me excluían de todo. Me dolía mucho. Me dejaban fuera de los almuerzos, de los juegos, de las conversaciones, de los cumpleaños. Era todo muy en mi cara. Y cuando eres una niña de siete años y te excluyen de algo tan simple como un abrazo o una charla, te duele profundamente. Creo que todavía es algo que me falta sanar. Porque cada vez que hablo de esto, me pongo un poco sentimental.

-Claramente te fue mejor que a todos ellos. ¿Cómo se siente eso?
Ahora me mato de risa. De verdad. Hoy en día, es como: “A ver, ¿qué más van a decir?”. Pero no les tengo odio ni resentimiento. Los veo, los abrazo, les deseo lo mejor. Y creo que, en el fondo, gracias a ellos, gracias a esa envidia y a ese ambiente negativo —que no venía tanto de los niños, sino de las mamás, que luego se lo pasaban a sus hijos—, encontré un gran impulso para seguir adelante.
-¿Te imaginas otra vida, distinta a la que has tenido? Has contado por ejemplo que no tuviste fiesta de promoción…
No, no tuve fiesta de promoción. Hay muchas cosas de mi niñez que no viví por el trabajo, pero tampoco me siento tan triste por eso. Es como... no extraño algo que no he vivido. Obviamente, hay cosas que hoy en día pienso: “Hubiera sido paja experimentar eso”. Pero, igual, desde pequeña siempre pude disfrutar de mi niñez a mi manera. Me daba tiempo para todo. Jugaba a actuar con mis amigos —que siempre eran mayores que yo—, pero también volvía a casa, hacía mis tareas, jugaba con mis muñecas.
-Esta carrera de la actuación, ¿fue un deseo tuyo o de tus padres?
La verdad que no. Mi papá no quería, yo lo tuve que obligar. Fue un deseo totalmente mío.
-Has contado que “Al fondo hay sitio” te inspiró a ser actriz...
Sí, yo vivía en la selva de Bolivia, en Riberalta, que está justo en la frontera con Brasil. Pasamos de vivir en Madrid, una ciudad con todos los lujos, a vivir en Riberalta, donde caminaba sin zapatos y había cocodrilos afuera de mi casa. Viví una infancia muy selvática. Fue una de las etapas más hermosas de mi vida. Era tan aburrido... bueno, tuve las distracciones más sanas del mundo: estar en el parque, estar en la selva, buscar arañas. Había arañas de todo tipo, de todos los tamaños, y yo las veía. Iba con chanclas, no me importaba nada. Mi mamá solía ver “Al fondo hay sitio” y yo no lo podía creer. Me explicaron ahí qué era la actuación. Por eso, ni bien pisamos el Perú lo primero que pedí fue que me pusieran en talleres de actuación.

-¿Quién toma las decisiones en tu carrera?
En mi carrera decido yo. Te cuento una cosa: El papel de “La chica de la nieve” me llegó con 17 años de edad. Cuando llegó la llamada de mi representante, me dice: “Te han escogido”, y mis papás estaban conmigo en ese momento, superfelices. Pero cuando se habló acerca de que la actuación incluía una escena de desnudo, la cara de mi papá estaba... como que le iba a dar un patatús. Mi mamá estaba más tranquila. Tuve que conversar con ellos, les dije que era algo que yo quería hacer. Dudaron mucho, pero me dijeron que la decisión era mía; que era mi vida, mi cuerpo, mi profesión…
-¿Fue muy difícil rodar esa escena?
Bueno, una como adolescente, como joven, como ser humano, puede tener sus inseguridades: estar expuesta muchas horas en un equipo de 80 personas, con muchos hombres; pero, la verdad, en Netflix se portaron maravillosamente. En Netflix te cuidan mucho, hay coordinadores de intimidad y todo. Fue una superexperiencia.
-Fuiste muy abierta al hablar de muy chica del acoso sexual que sufriste en redes...
Yo he pasado por muchas cosas. Durante un tiempo, un grupo de pedófilos, que eran como 50 mil personas, creo, me estuvieron acosando en redes. Fue muy fuerte. Y decidí hablar del tema, exponer a ese grupo en una entrevista para un canal de televisión. ¿Para qué lo hice? Filtraron toda mi información: mi DNI, mi número, la dirección de mi casa… La policía tampoco me ayudó. Yo hice muchas denuncias a la policía y no hicieron nada. Hice una denuncia a los 11 años y a los 15 años me llamaron para seguir el proceso. ¡Cuatro años después! Dije: ya fue, señor.
-¿Cuál es tu gran sueño con la actuación?
Producir. Me encantaría producir mis propias producciones. Dramas como “La chica danesa” o “Cisne negro”. Me encantan esas producciones, son tan dramáticamente perfectas. El drama me parece muy interesante Y el thriller, me encanta He hecho muchas producciones como thriller y creo que es de los mejores géneros que hay.

-Me parece que leí en una entrevista que Alicia Vikander era tu vecina.
¡Sí! Eso es increíble. Es rarísimo. Cuando viví esos meses en Suecia, cuando era una niñita, ella vivía a cuatro casas de distancia de donde yo estaba. Y para mí ahora es loquísimo… porque en su momento yo no era consciente. Pero conocí al papá de Alicia. Hablé con él hace poco, cuando estuve de visita en Suecia. Yo era la típica fan: “Señor, cuénteme, ¿y su hija? ¿Y qué está haciendo ahora? ¿Dónde está viviendo?”. Creo que vive en Portugal o algo así. Y lo curioso es que también tengo un tío en Suecia que está casado con una actriz que hoy en día es mi tía. La vi hace poco en París. Ella actuó en Crepúsculo, en The Walking Dead, y también interpretó a Selena Quintanilla en la serie de Netflix.
-¿Christian Serratos es tu tía?
¡Sí, y es una actriz maravillosa! Estuve con ella hace poco en París. Celebré mi cumpleaños y estuvimos juntas todos los días. Fuimos a comer, a comprar carteras, cosas de chicas… con mi sobrina también. Es maravillosa. Y ahora estuvimos chismoseando un montón sobre Estados Unidos, porque también me interesa ir para allá. Ella está metida en las grandes producciones de Hollywood y me contó varias cosas.
-¿Y quién es tu actriz favorita de la vida?
Natalie Portman. Me encanta. La he visto actuar desde que era niña. Películas como El profesional y, por supuesto, Cisne negro. Recuerdo que vi Cisne negro cuando tenía como siete años… no sé qué hacía viendo Cisne negro a esa edad, pero esa película me dejó en shock.
-¿Cuáles son tus planes inmediatos?
Este año pienso irme a Colombia a ver qué pasa. Es un mercado que me interesa mucho. Se hacen muchas series buenas allá. //








