Hace tiempo que Mónica Sánchez no daba entrevistas. Optó por un perfil bajo para dedicarse a disfrutar de su familia y de sus 40 años, una década que ansiaba vivir desde niña. A cinco días de cumplir 50 años y de estrenarse la película Rómulo y Julita, que protagoniza junto a Miguel Iza, conversa con Somos sobre el recorrido introspectivo que ha tenido en estos últimos años, cómo dejó de ser una Mónica impulsiva para dejar pasar a una reflexiva, cuánto desea volver a las tablas y cómo sopesa en el tiempo sus grandes decepciones.
¿Por qué decides romper la rutina de la TV para hacer Rómulo y Julita?
Empecé el 2019 con el deseo de renovarme. Estoy muy agradecida de tener un trabajo fijo, pero uno se va encasillando. Durante esos doce años prioricé ver crecer a Miranda, mi hija menor, dejé de hacer teatro y encontré otras formas de acercarme a los humanos. Pero apareció la oferta de Daniel Rodríguez para hacer Rómulo y Julita, una versión libre y criolla de Romeo y Julieta, y me gustó el proyecto.
El teatro es tu matriz. ¿Has pensado regresar?
Me está provocando hacerlo. Extraño el viaje que haces para construir al personaje y que se enriquece durante la temporada. Contar historias con mayor riesgo interpretativo. La televisión y el cine también tienen su encanto; son amores distintos. Lo rico es pasearte en estos tres universos con destreza, algo que pude terminar de lograr con este último rodaje en el cine.
¿Deseas interpretar a alguien en particular?
Cuando vi La cautiva –obra de la directora Chela de Ferrari–, entendí que yo volveré al escenario para hablar de las cosas que me importan, que toco en la vida real. No tener más una Mónica en lo social y otra en lo actoral, sino unirlas.
¿De qué temas te interesaría hablar en el teatro?
Me parece importante para abordar el fenómeno de la violencia. No podemos hablar de violencia hacia las mujeres y niñas si no vemos la naturaleza del hombre que la comete. Darle una dimensión humana a temas como el terrorismo, la corrupción, para no mirar solo desde la censura, sino entender por qué ocurren y qué hacemos para que cambien. Contar historias desde ese lugar sería interesante.
Hablabas de que este tiempo te ayudó a conectarte con la sociedad. ¿Cómo lo lograste?
A los 20 creía que la actuación era mi vocación. Hace unos años descubrí que es solo un manifiesto de lo que realmente me importa, que es el ser humano, sus luces y sombras. El activismo me permitió ser parte de campañas contra la violencia hacia la mujer, como Un Billón de Pie, y ser embajadora de Unicef.
¿También has podido cuestionar tu entorno privilegiado?
Debo confesar que si he durado tanto en la tele es porque uno de mis grandes sueños fue cambiar algo dentro, como los derechos laborales. Ocupé mucha energía, tiempo; lloré. Hay cosas que se lograron y otras que requieren fuerzas más grandes. Empecé a elegir mis batallas. Para que lo colectivo empiece a operar de forma potente, hay que empezar en lo individual. Por eso me he alejado de la opinión política, porque el discurso sigue siendo el mismo. La realidad me sigue enojando, pero ahora estoy creando un espacio distinto para lidiar con las cosas que me importan.
¿Qué provocó esa nueva mirada?
Desde el 2018 elegí indagar mejor quién soy. Tuve quiebres personales que me hicieron repensar. Pude mirar la vida en una dimensión más humana, compasiva, menos censuradora. Hace 20 años creía que era superninja y me estampé millones de veces contra la pared; estaba agotada. Ahora me detengo a ver cómo ser más útil.
¿Qué otros conceptos han cambiado en ti y que hacen que no seas la misma de hace 20 años?
Ahora le doy a todo una dimensión más real. Entendí que el trabajo es eso, ya no un espacio donde voy a cambiar el mundo. Eso me hace vivir más en paz. Mis personajes son entretenimiento, no generarán una revolución. ‘Charito’ [su personaje en Al fondo hay sitio] me puso en contacto con mi lado más tierno y condescendiente, que no tenía disponible.
¿Te conflictuó ese rol?
Me costó un año entenderlo. Nunca había estado en un rol pasivo ni en la realidad ni en la ficción. Me puso en un lugar de aceptación de las cosas.
Y en el aspecto personal, ¿qué cambió?
Estoy en un momento de plenitud. Desde chica siempre quise tener 40 años. Mi mamá me tuvo a los 43, crecí admirando a mujeres como Milena Alva y Teresa Ralli. Ahora llego a mis 50 y cierro esta década con un camino de aprendizaje personal.
¿Cuál es tu relación con la política de izquierda?
Ay, la izquierda... es una pena que haya tanta división interna, tanto ego. No puedes hablar en nombre de un pueblo cuando no lo estás escuchando.
¿Volverías a lavar la bandera si fuera necesario?
Durante años pensé que en el gobierno de Alejandro Toledo debió seguir lavándose.
Mucha gente piensa que fuiste amable con él...
Muchos se han inventado que soy toledista o que promoví el voto por Ollanta Humala. Nunca le creí a Humala y no me equivoqué. Incluso en la campaña por el No a la revocación de Susana Villarán, mi apoyo era a decirle no a los zánganos de Luis Castañeda.
Si bien con Humala no te equivocaste, ¿lo hiciste con Susana?
...Sí, pues, ¿no? Fue una profunda decepción. Aprendí que estamos más enfocados en mirar el error en el otro y no a nuestro alrededor.
¿Pudiste pedirle respuestas a Susana?
Desde que se conoció el tema le pregunté si era cierto. Con mucha pena debo decir que no recibí la respuesta que yo merecía. Me dijo que estaba todo bien.
¿Este fue uno de esos quiebres que viviste en el 2018?
Por supuesto. Ese año hubo tres eventos donde mi confianza se vio traicionada y ese fue uno de ellos. Yo puedo entender que alguien cometa un error y hasta un delito, pero quienes pusimos la piel, la voz, el corazón, el nombre, merecemos una explicación y un deslinde público después de ser ‘cómplices’ de algo que nunca hicimos. Jamás recibí un sol porque nunca di un servicio.
¿Volverías a apoyar a un político?
No lo sé. Pero si lo hago, estaré más atenta, no confiaré apasionadamente.
Agradecimientos:
Styling: Paula Berbell
Maquillaje: Magali Balarezo
Producción: Jason Day, Oscar Hurtado
Joyas: Zaida Lanning, Moral Jewelry
Locación: Hotel Attalea