En medio de la sala de la casa donde viven Sandra y Ugo Plevisani, en Miraflores, un imponente lúcumo llena de luz el ambiente. Es independiente de todo y de todos (está rodeado por paredes de vidrio, con el techo abierto) y, al mismo tiempo, es el elemento central, lo más disruptivo de dicho espacio. El árbol da frutos generosos todos los años, especialmente en marzo. Sandra colecta las lúcumas y prepara postres.
Lo mismo hace con los limones amarillos que crecen en su patio —trajo el árbol de Italia, a donde va con frecuencia— y las hierbas de su huerto. En 2012 le compró la casa a su vecino y amplió su vivienda para poder tener el jardín con el que siempre había soñado, no solo para practicar la horticultura, sino también para sembrar tradiciones y cosechar nuevos recuerdos. Ahí recibe cada Nochebuena a unas 40 personas, todos familiares. No hay antojo o pedido que se le escape: el menú tiene desde malfattis (pasta casera con ricota y espinaca) hasta pescado.
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Cuando Sandra Pierantoni de Plevisani no está cocinando, grabando un reel para Instagram, dando una clase magistral en alguna empresa o recibiendo pedidos, está pensando en qué tiene que hacer después. Rara vez se detiene: es “eléctrica”, insiste. No quiere parar nunca, menos en diciembre. Con 59 años, la navideña es la época del calendario donde Sandra se siente como una niña de nuevo. “Cuando era chica, ese era el gran momento donde nos juntábamos todos los primos, toda la familia. Nadie salía, era unión. Por eso me gusta tanto”, dice. Hoy es ella la anfitriona de cada Nochebuena, en el jardín de su casa. Sus hijas ya están grandes: Arianna (32) la mayor, es chef. María (25) trabaja en finanzas, y Valentina (20) está estudiando Periodismo. Ninguna vive en el Perú; de ahí que estas fechas tengan una importancia aún mayor para Sandra y Ugo, principalmente desde la llegada de Tino, su primer nieto, de dos años y medio. A puertas de la Navidad conversamos y comemos con ella.
Las navidades de Sandra Plevisani
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—Con tus hijas ya grandes y afincadas fuera, ¿cómo es un día en tu vida?
Con Ugo y con mi trabajo. Tengo varios compromisos de las marcas a las que represento (actualmente son cinco). Yo soy muy chancona, me gusta dar más de lo que piden.
—¿De dónde sale esa energía?
Hago deporte todas las mañanas —es mi vitamina— y trato de dormir ocho horas, aunque a veces me desvelo. Siempre estoy pensando cosas, me preocupo. Pienso en lo que está pasando en el país o cómo estarán mis hijas. Soy una control freak, entonces todo tiene que estar bien. Aparte, preparo los postres para Papagiani, el restaurante de Ugo en la avenida Reducto de Miraflores. La gente me viene a buscar porque quiere probarlos conmigo ahí. Yo los atiendo y les digo que los he hecho, porque es verdad. También sigo grabando mi programa [Dulces secretos]. Lo último que me ha pasado es una sorpresa: me están llamando varias compañías con las cuales no he tenido antes relación, para que hable de mi experiencia de vida frente a sus colaboradores, a raíz de un Ted Talk que hice hace algunos años.
—¿Cuál dirías que es esa experiencia de vida que te caracteriza, más allá de tu fama o tu trabajo?
Pienso que me buscan porque todo es real. Lo que ves sobre mí es real. No hay otra Sandra ni hay la Sandra que sale en la tele. Si estoy en Papagiani, recojo la mesa, los platos. Cocino, me quedo viendo televisión acá abajo (en la cocina) mientras hago postres hasta sabe Dios qué hora, porque tengo que cumplir. Me gusta hacerlo todo.
—En este punto podrías no hacer nada por el resto de tu vida y estar tranquila.
No, no. No es mi naturaleza. Creo que no podría, entraría en una profunda depresión.
—¿Todavía preparas tortas o postres a pedido, como antes?
¡Un montón! La gente ve mi Instagram y me escriben que quisieran tal o cual postre como los que posteo, y a veces los llevo yo misma. Sobre todo si hay un evento especial, porque me da miedo de que alguien maneje mal y la torta no llegue como la he decorado en mi casa. Es mi forma de mostrar mi cariño. A mis 59 años no voy a cambiar eso.
—Tienes dos cocinas en tu casa. ¿Cómo separas el trabajo de la vida cotidiana?
Siempre ha sido así porque nunca quise descuidar a mis hijas, soy una mamá gallina. Si es que tenía que cocinar algo, estaban a mi lado. Nunca he sido de oficinas, este es mi mundo. Ugo siempre me dice que por qué compro tantos moldes, espátulas. No es ningún lujo, son tonteras quizá, pero en mi mundo significan mucho. Mi cocina está repleta de moldes porque a veces los compro de cuatro en cuatro. Me da miedo que alguno se pierda.
—Hace unos años le pregunté a Marisa Guiulfo si ella sentía que el público la veía lejana, por la naturaleza de su oficio. ¿Tú sientes que la gente te ve como una figura inalcanzable?
Antes más, ahora menos, porque he tenido mucho contacto con la gente. Especialmente por los concursos, mis talleres de cocina con algunas de las marcas con las que trabajo que son aquí en mi casa. He viajado por todo el Perú por mis libros y recetarios, durante años. La verdad es que nunca le he dicho no a nada. El ‘no’ es una palabra que no está en mi vocabulario. Yo me debo a mi público, no puedo ser ajena a eso. Manejo mis redes, contesto mensajes. Lo que ustedes ven es lo que hay.
—Las redes sociales (tienes 313 mil seguidores en Instagram) te han acercado a nuevas audiencias, pero tienen sus pros y sus contras. ¿Has aprendido a no tomarte las cosas tan en serio?
No creas, igual sufro.
—En pandemia, el famoso comentario del queque (“Señora Sandra, tendrá algo para hacer más fácil, para el sector C, D”) fue viral.
Terrible.
—Pero luego colgaste un video con una receta… ¡de un queque!
¡Al final! Nunca me había pasado algo así.
—¿Cómo te tomas las críticas hoy?
Ahora con menos importancia. Me tomó tiempo (en ese momento) porque medité sobre qué hacer y lo consulté con mi alma gemela que es Valentina, mi hija, mi mejor consejera. “Mamá, es momento de lanzar tu queque”, me dijo. Y así hicimos, adelante.
—Quizá hasta te acercó más a tu público.
Seguramente. Todavía me siguen preguntando por el queque [ríe].
—¿Qué se viene para el próximo año?
Mi programa va a cumplir 19 años. También me pasó algo muy importante, y es que me renovaron todos mis contratos publicitarios. Me lo tomé como un premio a la vida, el seguir trabajando. El restaurante [Papagiani] ha sido una bendición. Estamos abocados ahí al 100%. Ugo me deja ser: yo no me meto en su salado, y él no se mete con mis postres.
—Se han repotenciado como matrimonio y como dupla gastronómica.
En todo, la verdad. Veo a Ugo feliz haciendo lo que le gusta. Desde que lo conocí supe que era el hombre de mi vida, casándonos con una mano delante y otra detrás, siempre lo supe. En las buenas y en las malas, porque hemos pasado mucho. Con Camilla [su segunda hija, quien falleció de cáncer en el 2000], que hoy tendría 30 años, y tantas otras cosas en el camino: bombas, terrorismo, pensar dejar el país. Pero acá estamos y espero seguir en el Perú, porque yo lo adoro.
—Estamos viviendo un momento de mucha polarización en el país. ¿Qué mensaje hace falta esta Navidad?
Mucha unidad, y pensar siempre en el bienestar del Perú y el de todos los peruanos y peruanas.
—En tu casa siempre pones una bota para Camilla en tu decoración.
Siempre, ahí está. Camilla está con nosotros aquí, me cuida. Estoy segura de que todo lo que me pasa en la vida es premio de ella. Hay demasiadas cosas que coinciden. Yo no soy ninguna tonta para no darme cuenta de eso. Por eso agradezco, por lo bueno o lo malo que pasa.
—Y Navidad es la época perfecta para agradecer.
Yo agradezco a la vida y a Dios de tener esta energía, porque sé que no la tiene todo el mundo. Ojalá me dure para mucho más. Porque tengo mucho que dar.
1. Tener una proteína es clave. Puede ser pavo, chancho, pescado o carne: lo que más nos guste. Las ensaladas son grandes acompañamientos: en Navidad hay desde ensaladas con papas o frutas, hasta las frescas de siempre. Sandra prefiere las últimas. Además, recomienda tener otro tipo de verduras en la mesa, según la carne. Por ejemplo, brócolis salteados con tomatitos, o cebollas o manzanas glaseadas.
2. El arroz que pongamos en la mesa tiene que ir con el jugo de la carne que escojamos, pero también nos da oportunidad para ser creativos. Sandra prepara un arroz ‘salvaje’ con tres tipos de grano: blanco, integral y salvaje o negro. Le añade de todo: pecanas, pasas, piñones, almendras, etc. Para presentarlo, lo coloca en un molde de torta y luego lo desmolda.
3. Después de una comida tan copiosa como suele ser la cena de Nochebuena, Plevisani recomienda servir postres de cuchara, frescos, que siempre vienen bien: por ejemplo, crema volteada, panna cotta o mousse de chocolate (como hacen en su casa).