Más de tres décadas de éxitos tiene en su haber. Sin embargo, Thalía (26 de agosto de 1971, Ciudad de México) recién acaba de cumplir uno de sus sueños más anhelados: dar una conferencia en la Universidad de Harvard. Lo ha compartido así en redes sociales esta misma semana, como el gran anhelo que atesoraba en memoria de su padre, Ernesto Sodi. “Él me decía: algún día serás una gran bióloga famosa e irás a Harvard a estudiar. Bueno, no soy bióloga, pero sí famosa y fui a Harvard como empresaria. Te lo dedico, papá”, ha escrito para sus más de 9 millones de seguidores en redes sociales. Con esa misma ilusión, nos confiesa, es que Thalía encamina cada uno de sus proyectos.
Quizá ese es el ingrediente secreto -necesario- para que todo aquello que se proponga salga bien. En medio de su apretada agenda (acaba de lanzar un nuevo álbum, es imagen del perfume Ícono, de Yanbal, empresaria y madre), la mexicana da un espacio para conversar con Somos desde Nueva York, contemplando sus memorias, el aún vívido recuerdo de su madre y aquello que practica para tener los pies (y el ego) sobre la tierra.
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—Eres un referente latinoamericano que trasciende generaciones y nacionalidades. ¿Cómo te sientes con el cariño logrado en todo este tiempo?
La verdad es que no vivo la vida pendiente de las etiquetas que me van colgando. Si alguien quiere llamarme ‘influencer’, me encanta. Si alguien siente que soy aquella imagen con la que crecieron en los televisores de su hogar, también. Si soy su amiga de siempre, igual de feliz y agradecida, sobre todo.
—Estás en el ojo público desde muy joven. ¿Cómo aprendiste a manejar tu vida pública, a encontrar un equilibrio?
Cuando inicias tu carrera y empiezas a sentir la fama, es muy intoxicante. Te atrapa, te envenena, juega con tus emociones y con tu ego. Es muy traicionera. Esa etapa en la que despegas los pies del suelo ya la pasé. Ahora vivo mi vida con balance entre todo: mi familia, el amor propio, mi carrera y mis proyectos empresariales.
—En la época que ‘despegaste los pies del suelo’, como dices, ¿qué fue lo que te ayudó a reconectar con la realidad?
Mi madre. Ella se dedicaba a aterrizarme todo el tiempo y a hacerme entender la perspectiva de la vida. Me enseñó a ser una persona muy agradecida, sobre todo por la bendición de contar con un público que ha crecido conmigo.
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—Eres imagen del nuevo perfume Ícono, de Yanbal. En el video de lanzamiento, hablas de las puertas que se cierran en el rubro artístico y de los síes que te pueden cambiar la vida. En tu caso, ¿cuál fue ese sí que le dio un giro a tu destino?
El sí que me cambió la vida fue aprender a decir no. Suena muy irónico, pero por muchos años dije sí para pertenecer a ciertos grupos, para ser parte de lo que estaba pasando en ese momento, para no quedarme fuera. Lo peor es que, en muchos casos, sacrificaba mi elemento, mi esencia como persona. Por eso, aprender a decir que no es el mayor regalo, porque dejas fuera aquello que no te suma, que no va con lo que eres.
Thalía es imagen del nuevo perfume Ícono, de Yanbal, de composición floral, maderosa, luminosa. Se sienten notas cítricas y dulces de clementina, fruto híbrido entre la naranja y la mandarina. La nota más representativa en su aroma es la flor exótica ylang ylang, conocida entre perfumistas como la flor de flores. Más información en www.yanbal.com
—Aprender a decir que no requiere trabajo en la confianza de uno mismo, en el amor propio. ¿Cómo los cultivas tú?
Es un trabajo de diario, al igual que la felicidad. Es literalmente la florcita en la maceta: si no le echas agua, se marchita. Uno tiene que aprender a apapacharse a uno mismo, ser tu propio porrista, verse en el espejo y estar agradecido. Cuando yo me veo, visualizo también mis sueños, mis ideales, y eso me permite continuar aun cuando estoy exhausta.
—Muchas veces, uno cree que la vida de las celebridades es sencilla, sin problemas.
Uy sí, pero la verdad es que también nos cansamos (ríe). Por ejemplo, a veces estoy frita y los niños llegan de pronto con la tarea a las 10 de la noche, o tienen que estudiar para el examen del día siguiente. En ese momento, toca entregar un último ‘shot’ de energía como sea, por tu familia. El alma termina impulsando al cuerpo.
—¿Sufriste del síndrome del impostor en algún momento de tu carrera?
Claro. Creo que eso de cuestionarse y tener pensamientos derrotistas a todos nos ha pasado. A mí me ayudaba mucho mi entorno y el vínculo con mi madre. Rodearte de personas que creen en ti y te apoyan es básico. Mi madre, en definitiva, fue la que, cuando yo sentía que no podía más o dudaba, sin cuestionarme me ayudaba a analizar lo que estaba sintiendo. También me daba la libertad de cambiar de camino si ya no me gustaba. Si quieres ser bióloga, está bien. Quieres ser científica, probemos. Me decía que podía ser en la vida todo aquello que soñaba. También creo mucho en la terapia. Te puede ayudar tremendamente a no sentirte un fraude y encontrar la respuesta en ti mismo.
—Has sido una mujer bella toda tu vida. ¿Qué tanto crees que los estereotipos han cambiado, y cómo definirías el concepto hoy?
Para mí la belleza hoy en día es tener una vida saludable. Tener una rutina positiva desde que inicia la mañana; en mi caso, es una oración, un agradecimiento, una meditación, una rutina de ejercicio. Alimentarme sano, beber agua, cuidar mi piel, disfrutar una buena lectura también es belleza. A fin de cuentas, es eso que se alimenta de adentro para afuera. No hay que dejarse llevar tanto por las redes, que últimamente están fomentando una belleza uniforme, un mandato de cómo uno tiene que verse. Cada quien es bello por sus propias particularidades.
—Tu disco “Mixtape”, que repasa algunos éxitos del rock en español, ya lo está disfrutando el mundo. ¿Cómo fue el proceso de creación de este álbum y qué recuerdos te ha traído?
Este es un proyecto muy personal para mí. Aterrizarlo me ha costado cuatro años de vida y tenerlo ya aquí es un sueño hecho realidad. Está inspirado en la época del mixtape, cuando coleccionabamos música en casettes. Así fue mi vida en la juventud, con canciones de rock en español que me forjaron, me liberaron y me dieron la fuerza para buscar mi autenticidad en medio de la fama. Poder cantar algunas de las canciones más icónicas del rock en español con mis ídolos de la adolescencia y explorar con ellos la música me ha emocionado el corazón. Estoy muy contenta.
—En el disco también realizas algunos ‘covers’ con nuevos talentos, como Kenia Os. ¿Qué consejo le darías a estas jóvenes estrellas?
Les diría que a pesar de que la fama puede llegar de golpe, es importante entender que una carrera se forja a diario y es trabajo constante. Deben comprometerse en siempre seguir aprendiendo, en seguir analizando y conociendo a su público. Si eres músico, toma clases, capacítate, aprende. También, apégate a tu esencia, no la pierdas a pesar de la exposición.
—Aquí en Perú tienes cientos de seguidores: te ven por telenovelas, escuchan tu música, están pendientes a novedades en redes sociales. ¿Planeas volver al país? ¿Qué mensaje tienes para ellos?
Mis amores de Perú, de veras, no saben las ganas que me dan de ir para allá y saludarlos. Echarme un cevichito, una leche de tigre. ¡Ya se me antojó ahorita! (ríe) Espero muy pronto estar ahí. Les mando un beso a todos y todas. Chicas, las invito a que nunca dejen de brillar. Todo se puede lograr, ustedes son el propio ícono de sus vidas.//
Quinceañera (1987)
Thalía tenía 16 años cuando interpretó a Beatriz Villanueva en “Quinceañera”. El rol protagónico fue compartido con la también actriz Adela Noriega.
María Mercedes (1992)
Ya con 21, Thalía arrasó en el mundo de las telenovelas mexicanas con el papel de María Mercedes, una humilde vendedora de lotería que se enamora de un joven rico.
Marimar (1994)
Continuó el éxito de las Marías con su papel en “Marimar”, dando vida a una joven de bajos recursos criada por sus abuelos que -una vez más- ama perdidamente a un chico millonario.
María la del Barrio (1995)
El carisma de la actriz quedó catapultado al encarnar a María Hernández, y termina así de ganarse el corazón de millones de televidentes en el mundo. Aquí comparte roles con Fernando Colunga e Itatí Cantoral.