Son tres las reglas en Fight Lab. La primera se puede leer sobre un pequeño cartel a la entrada: hay que sacarse los zapatos para entrenar. Como si se tratara de un ritual, los miembros de este gimnasio de artes marciales colocan su calzado a un lado del tatami -como se llama el piso donde se ejercitan- para luego vendarse los nudillos de las manos y ponerse guantes de boxeo.
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Reunidos en círculo, hombres y mujeres, adultos y adolescentes, reciben esta tarde las instrucciones de Alessandro Gandolfo, luchador profesional de muay thai, quien comienza la clase con ejercicios de estiramiento. “Muchos de los que vienen han encontrado un refugio en un deporte que nunca se imaginaron practicar. Lo más difícil es decidir poner un pie en el tatami”, nos cuenta Gandolfo.
"Muchos de los que vienen han encontrado un refugio en un deporte que nunca se imaginaron practicar"
La regla número dos: en Fight Lab sí se puede hablar de Fight Lab. La filosofía de sus socios es que más personas se sumen a la práctica de artes marciales mixtas, en un espacio seguro y controlado. Fue lo que le pasó a Nahel Tubbeh, quien se inscribió en este gimnasio por recomendación de unos amigos. “Llegar acá me cambió la vida. Me hizo sentir más tranquilo mentalmente, sobre todo, después de la pandemia, que fueron momentos de mucha ansiedad”, explica el joven empresario.
Y aquí va la regla número tres: el trato dentro de este espacio es el mismo para todos. “La igualdad es total”, comenta Triana de Quesada, profesora de Ciencias Naturales por las mañanas, e impetuosa luchadora de muay thai por las tardes. “Si ven que puedes rendir, te puede tocar un compañero como ‘sparring’ (ayudante o contrincante de entrenamiento)”, añade. Tras el calentamiento inicial, se forman parejas -según el peso, tamaño y nivel- para enfrentarse uno contra uno. Los combates duran unos tres minutos y se intercalan con ejercicios de functional, como planchas o sentadillas.
“La idea siempre fue hacer una clase amigable para todo público”, dice Alessandro Gandolfo. Por esa razón, para aquellos que prefieren evitar el contacto físico, han implementado una innovadora opción: power boxing. “Usamos el boxeo como cardio, pero no hay ‘sparring’. El objetivo es fortalecer el cuerpo, combinando este deporte con ejercicios que nos harán trabajar los músculos del tren superior e inferior”, concluye.
CAMINO MARCIAL
“¿Por qué no abres un gimnasio y comienzas a enseñar?”, le preguntó un buen día, mientras entrenaban, Antonio Berckemeyer a Ian Escuza, campeón nacional de muay thai. El joven luchador respondió que en algún momento lo había intentado, pero que no pudo lograrlo. “Yo me encargo”, replicó Antonio, empresario y aficionado a las artes marciales. “Al principio lo tomé como broma, pero al día siguiente recibí un mensaje que decía: ‘Ya, encontré local’”, recuerda Ian, y ríe.
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Con un certero golpe del destino comenzó la historia de Fight Lab. Posteriormente se sumaron a esta aventura los luchadores peruanos Claudio Puelles y Gastón Bolaños, quienes actualmente compiten en la Ultimate Fighting Championship (UFC). Junto con Ian se encargan de desarrollar el programa deportivo del gimnasio.
“Es increíble el interés que hay por las artes marciales, pero a veces existe cierto temor de probar. Cuando lo hacen se dan cuenta de lo divertido que es. Pero también útil y necesario, ya que nunca se sabe cuándo vas a necesitar defenderte”, finaliza Berckemeyer. //
Instagram: @fightlab_peru
Contacto: 978 581 273
Dirección: La Mar 1253, Miraflores.