El profesor singapurense, Wong Choon Yue, creador de robots, levanta su mano izquierda y la pasa por un sensor haciendo el gesto de "dame esos cinco".
En el medio de la sala, un robot llamado Edgar, de rostro expresivo hecho de polietileno, dos manos y un torso sobre un carrito con ruedas, imita el movimiento, golpeando su mano con la de la esposa y colega de Wong, Pang Wee Ching.
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Durante los últimos seis años, la pareja ha estado desarrollando a Edgar, abreviatura de Expressions Display and Gesturing Avatar Robot, que permite a personas de diferentes lugares transmitir gestos y expresiones faciales entre sí.
Los creadores dicen que su proyecto es el siguiente paso en el campo de las comunicaciones, al que se le agregará voz y video proporcionados por aplicaciones como Skype.
"Por ejemplo, podría tener un hijo que vive en el extranjero, que extraña mi forma de cocinar. Lo que puedo hacer con esta tecnología es conectarme al robot donde está y usarlo para cocinar su arroz con pollo favorito", dijo Wong.
La pareja tuvo el mes pasado un bebé al que llamaron Gabriel, y Pang, -que programó a los robots- se rió de la idea de que sus creaciones inspiraran la crianza de su hijo humano, o viceversa.
"Quizás cuando cuide al bebé y aprenda más sobre cómo funciona la vida humana, lo pueda aplicar en la construcción de la inteligencia del robot", dijo Pang.
Para Pang y Wong, que se conocieron hace una década en el trabajo, sus robots son como hijos por los que sienten afecto y orgullo.
"Queremos que progresen, que crezcan. Parece que hay vida en ellos", comentaron ambos, completando las frases del otro.
Su otro robot autónomo, Edgar-2, también construido en forma humanoide, puede responder preguntas y mantener largas conversaciones.
"Creo que es genial", dijo la estudiante universitaria Edora Kwak tras conversar con Edgar-2 sobre una canción tradicional malaya. "Nunca me imaginé hablando con un robot y en realidad mantuvimos una charla bastante larga".
Agencia Reuters
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