Para Sandra Begué, crecer con un cuerpo musculoso en el mundo de la danza no fue fácil. Durante mucho tiempo escuchó que su peso y forma no eran las adecuadas y que no podría ser una exitosa bailarina por lucir así. Varios años después, en base a esfuerzo, dedicación y mucha pasión, Sandra fue rompiendo los candados de esos estereotipos y abriendo puertas de oportunidades hasta que finalmente logró un cambio. Hoy, con miles de seguidores en redes, una magnífica carrera en el baile y auspicios de grandes marcas como Nike, Sandra está conquistando el mundo del baile en tacones (y contra todo prejuicio). En el Día Internacional de la Mujer, nos cuenta su historia.
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Sus primeros pasos
La bailarina que recorrió los escenarios de Broadway no siempre fue la mujer empoderada y llena de confianza que vemos hoy. Hace muchos años, en la época en la que era solo una niña, experimentó el dolor de no encajar en el estándar de belleza por tener un cuerpo distinto a las demás.
A la tierna edad de 4 años, dio sus primeros pasos en la danza con la gimnasia artística. Esta disciplina que unía deporte y arte, consistía en pequeñas rutinas -a modo de mini coreografías de baile- en las que se las pasaba en el piso o en la viga. Su primer maestro -quien venía del mundo de la danza clásica- notó la perseverancia y el brillo de Sandra y la alentó a tomar clases de ballet. Inmediatamente, con el apoyo y aliento de su mamá, al cumplir 10 años, Sandra empezó su recorrido en la danza a través del ballet.
Durante 6 años, descubrió su pasión por el ballet en la Escuela de Ballet Lucy Telge, que pertenece al Ballet Municipal de Lima. Lo amaba. La disciplina y su naturaleza sumamente artística y performática hicieron que soñara, por primera vez, en convertirse en una gran bailarina de ballet. Sin embargo, sus sueños se comenzaron a estancar cuando los demás empezaron a señalar que su cuerpo era diferente.
“Yo siempre fui muy musculosa. De chiquita era siempre muy musculosa y eso, obviamente, no encajaba. Era super doloroso porque yo realmente sí quería ser bailarina”, comenta, “Tenía unas ganas de conquistar el mundo a través del baile pero sentía que siempre ponían mi peso y mi cuerpo como un obstáculo para poder seguir adelante”.
Todos le decían a Sandra que no lucía como una bailarina de ballet debía lucir y esos comentarios calaron tanto en ella que empezó a sentirse mal consigo misma. A pesar de su corta edad, sentía que ya no podía más emocional y mentalmente. Sufría de muchos desórdenes alimenticios, se sentía mal todo el tiempo, “ya no era feliz haciendo lo que la hacía feliz”, por lo que decidió retirarse del baile y dejar todo atrás.
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Bailando contra los estereotipos
En medio de todo el desgaste emocional por las críticas a su cuerpo, Sandra se encontraba atravesando la adolescencia. “Mis brazos eran marcadísimos, incluso para una niña de 13 años. Tenía los brazos musculosos, la espalda ancha y no veía eso -en referencia a la representación-”. Llegó incluso a pensar que estaba mal ser así. Todo lo malo que veía en sí misma fue porque otros se lo dijeron. “Yo nunca pensé que mi cuerpo estaba mal hasta que -otros- me dijeron que estaba mal”, recuerda.
“Sería mucho más chévere que dejemos de enfocarnos tanto en lo físico y motivemos las cosas internas que tenemos” imagina. Es decir, hablar de las cualidades, el talento y todas esas características positivas de las que una mujer se sienta orgullosa y no sienta miedo de sentirse juzgada. Pues, curiosamente, a un bailarín no se le pide cumplir con estándares de belleza, pero a las mujeres bailarinas sí.
Sandra destaca que es mucho más que un cuerpo y lo que puedan decir de él. “Hace mucho tiempo tomé la decisión de dejar de pesarme y no hacer dietas”, revela. Come lo que la hace feliz, sin llegar al exceso.
No se deja llevar por las exigencias ni los estereotipos que la sociedad quiere imponerle. Esa urgencia de encajar en el mismo molde ya no la reprime, aunque aún se topa con personas que la cuestionan a ella y a su cuerpo. Mucha gente le dice “no tienes el cuerpo de una bailarina”, a lo que ella responde con que, en realidad, “solo se necesita tener un cuerpo y ya”. No necesita cumplir con los estándares de los demás. Ella es su propio estándar.
Sandra ya la tiene muy clara, pero aún quedan muchos estereotipos sobre las mujeres bailarinas que considera que deben ser eliminados. Uno de ellos es la sexualización de la mujer. Al bailar en tacones y lencería a través de movimientos sensuales, mucha gente cree que la mujer debe ser sensual para el público. Sandra refuta esto y afirma que debe ser decisión de la mujer. Pues estará bien siempre y cuando sea por decisión propia y mientras la mujer se sienta cómoda, que al fin y al cabo, es lo más importante.
Ser bailarina en el Perú
Cuando tenía 18 años, Sandra llevaba en paralelo su vida como bailarina y la carrera universitaria de Nutrición y Dietética en la UPC, cuando se le presentó la oportunidad de audicionar para la primera compañía multidisciplinaria de la escuela de danza D1, de la reconocida bailarina peruana Vania Masías.
“Si entro a la compañía, me salgo de la universidad y me dedico a cumplir mi sueño: bailar”, se prometió a sí misma. Y así, lo cumplió. Dejó la posible estabilidad de una carrera universitaria para adentrarse de lleno al artístico mundo de la danza.
Pertenecer a la compañía de D1 le ha abierto muchas puertas y oportunidades que jamás pensó llegar a tener. Sandra ha pisado escenarios de ciudades como Londres o Nueva York y ha participado en reconocidos musicales como “Hairspray” y “Lion King”. Incluso, forma parte de la famosa compañía de baile estadounidense, The Richfam, para la cual tuvo que pasar un casting a nivel mundial con 300 postulantes. Quedó entre las cinco finalistas y viajó a Los Ángeles.
“Ese viaje cambió mi vida por completo. Fue la primera vez en mi vida que me atrevía a bailar en lencería”, afirmó. Su paso por la Richfam reconfiguró radicalmente su pensamiento: “Muchas barreras mentales se rompieron. Que no era suficiente, que mi cuerpo no era bonito, que mi cuerpo no era para el baile”.
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A su regreso, decidió abrir su propio taller de Heels (baile en tacones), pues quería compartir la gran pasión que sentía por este género que la ayudó a amarse y sentirse orgullosa de su cuerpo. Así nació “Heel Yourself”, cuyo juego de palabras refiere a la auto curación emocional mediante el baile en tacones (‘heels’ en inglés). El pequeño taller que inició con tan solo 15 personas, hoy se ha convertido en un estudio de baile en tacones -que incluso ya tiene un team (pre compañía) y una compañía oficial-, cuyo propósito es enseñar que mediante la técnica de heels se puede lograr el empoderamiento y autoconocimiento físico y emocional.
“He tenido muchas alumnas que han tomado las clases y luego decidieron renunciar a sus trabajos y crear sus propios emprendimientos. El taller les ha dado ese poder de decir ‘sí puedo’”, afirma.
Para Sandra, la clave de la felicidad es perseguir los sueños, por más difíciles o lejanos que parezcan. “Crean, pasen por el importante proceso de introspección y auto convencimiento para que crean en sí mismas. Si fallan, no pasa nada, párense y vuelvan a intentarlo. Sí se puede. Tienes que creer en ti primero, no que el resto crea en ti, sino tú misma. Importas tú, tu sueño y tu meta y que creas que si puedes hacerlo”, aconseja.
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