Por Andrea Castillo C.

De niña, Ebelin Ortiz participaba en cuanta actividad artística había en el colegio y casi siempre iba acompañada de don Eugenio, su abuelo materno. Recuerda también que solía mirarse en el espejo, tratando de emular el talento para derramar lágrimas o repetir convincentemente alguna u otra frase, como hacía Andrea del Boca, su artista favorita. "Quería ser como ella", confiesa.

La precoz actriz -a quien ahora vemos en todo su esplendor en el musical “En el barrio”- sabe desde los 6 años qué es pasar una audición y grabar un programa de televisión. Entre los 9 y 17 años fue parte del programa de Yola Polastry. Y a los 20, luego de cantar durante tres años en peñas criollas, decide  que lo suyo era actuar.

La hija mayor de Gloria González -activa defensora de los derechos de los afroperuanos- estudió actuación con Alberto Ísola y desde entonces nada la detiene.
Este 5 de febrero celebra sus 45, y los recibe cargada de energía.
Ebelin Ortiz ha asumido riesgos y ha pagado el precio. Se ha curado de reveses sentimentales y ha decidido no cerrar su corazón al amor. Vive enamorada y planifica cómo adaptarse al paso inexorable del tiempo.
Aún reside en la misma casa en Lince donde creció; allí donde siempre fue la nieta consentida de Digna y Eugenio, sus inseparables abuelos maternos. Es activista contra la discriminación racial, la trata de personas y la violencia contra la mujer, y desde que fue candidata al Congreso de la República en el 2011, se propuso regresar a la política. Dice que lo hará en el 2021.

Ahora está ocupada con proyectos teatrales hasta setiembre próximo y sus estudios como alumna en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC). Conversamos con ella y esto fue lo que nos contó.

Ebelin Ortiz lleva cinco años dedicada al teatro. Conoce las razones de su alejamiento de la TV y sus proyectos. Foto: Tony Robles

Llevas cinco años haciendo teatro, ¿no te atrae la televisión? 
La televisión y yo nos hemos abandonado un poco. No me han planteado nada interesante ni tampoco me he ofrecido para nada; además, he pasado el tiempo trabajando y estudiando. Hice un diplomado en gestión cultural en la PUCP, luego un programa de dirección en Aranwa, y ahora estudio en la Escuela de Música de la UPC. Me da penita no hacer televisión, pero en horarios es más exigente; trabajas más de doce horas y eso te corta el día, te impide hacer más cosas. Ya llegará el momento de algo más bonito.

¿Y la universidad qué tal?
Todo bien. El año pasado fui cachimba y como sucede en esta etapa he tenido horarios de clases terribles, y también he sido confundida como profesora. Y mis compañeros de clase podrían ser mis hijos, aunque siento que me discriminan un poco ¡Nunca me avisan de una fiesta! 

Cantas desde muy joven y tienes un disco, ¿por qué estudiar música ahora? 
Decidí estudiar en la UPC para tomar una mención en producción o en  dirección y composición. Además, soy consciente de mi edad y desde que cumplí 40 y noté que empezaban a buscarme menos para el trabajo, me dije que podía enseñar. Pero para eso necesito prepararme. Por eso quise estudiar algo vinculado con mi labor como comunicadora y artista.

También te has estrenado como directora, ¿prefieres dirigir o actuar? 
No podría elegir, porque  me gusta todo lo relacionado con la actuación;  en todo caso, me gusta comunicar en el espacio que sea; comunicar emociones, conmover, lograr que la gente se sienta identificada con lo que un texto quiere decir.

¿De los papeles que has interpretado, alguno ha tenido un significado especial para ti? 
Magnolia Merino fue un personaje muy intenso; la miniserie se hizo en tres etapas marcadas y en la primera, la construcción física del personaje era muy elaborada; necesitaba llevar rellenos, apliques de látex en la cara, postizos…  el maquillaje tomaba dos horas. 

Fue tu primer protagónico.
Hacer protagónicos no me quita el sueño. El actor debe estar preparado para hacer desde lo más grande hasta lo más pequeño; aunque,  claro, el protagonista es quien da la cara si la producción es buena, mala o regular.

La serie recibió críticas por coincidir con el encarcelamiento de Magaly  Medina. 
El proyecto estaba antes de que sucedieran estos acontecimientos desfavorables para la conductora. ¿Quién se iba a imaginar que algo así pasaría? Creo que nadie pensó en esa posibilidad, de lo contrario estaríamos hablando de personas maquiavélicas; y no creo que Mitchell Alexander ni el canal de televisión lo hubieran previsto. Fue una mala coincidencia.

¿Qué te convenció de asumir ese papel? 
A  todos los retos les digo que sí, salvo cuando el personaje o el proyecto no me convencen.  Hacer un protagónico siempre es riesgoso; si funciona, te lo agradecen y si no, te lapidan ¿Para qué actuar si no sales de tu zona de confort? Magnolia Merino era un personaje polémico, querido y odiado, y asumí el reto con todas sus consecuencias, una de ellas es probablemente no hacer ahora televisión.

(Foto: Tony Robles)

Magaly cuestionó tu trabajo ¿Conversaste con ella?
Después de eso, no.  Pienso que ella se sintió afectada y por eso cuestionó nuestro trabajo, que no estuvo mal; Magnolia Merino fue un personaje hecho con cariño porque como actriz asumes cada interpretación con afecto. Era muy burlona y canta claro, como yo; eso teníamos en común. Yo no le tengo miedo al qué dirán; y aunque no voy a agredir a nadie, si alguien hace algo incorrecto yo se lo voy a decir. 

Ser muy directa no es una cualidad frecuente en la mayoría de mujeres
Porque nos crían pensando que estamos por debajo de los hombres; pero las mujeres de mi generación, y las que vienen, estamos tratando de cambiar eso. Es un proceso lento pero vamos avanzando. Hay personajes en televisión, como la misma Magaly, y en la política, que dicen lo que piensan  y no permiten ser apabulladas. 

Tuviste dos experiencias de ese tipo.
De alguna manera fue eso. Los hombres siempre quieren ser los protagonistas, y las mujeres ya dejamos el rol terciario –ni siquiera secundario- que hemos tenido en la historia. Estamos adoptando el papel protagónico, y eso nos cuesta la soledad.

¿Ahora tienes pareja? 
Vivo una situación bonita con un hombre que no es del mundo artístico. Hemos llevado cuatro años de relación, pero como cada uno tiene sus actividades y no vivimos juntos, nos estamos dando tiempo para desarrollar los proyectos personales. Hay mucho cariño, respeto y admiración. Los planes de matrimonio ya los deseché. También pasó el turno para la maternidad y no me avergüenza decir que desde los 40 he comenzado mi proceso de menopausia. Con mi pareja hicimos todo lo posible para tener un hijo, pero quizá estamos destinados a cuidar uno del otro. Ante la adversidad es mejor no pelearse con ella sino abrazarla.  Así es más fácil superarla.

Tu gusto  por la actuación comenzó temprano...
De niña quería ser como Andrea del Boca. Me miraba en el espejo para ensayar cómo llorar o varias formas de decir alguna u otra cosa. Así me llevan a una audición para el programa de televisión “Dicoflaxico”. Lo hizo el CETUP (Centro de Telecomunicaciones de la Universidad Católica) para el Pacto Andino a fines de los 70. Allí estaban Alberto Ísola, Gianfranco Brero, Lucho Pennano,  Víctor Prada, Ramón García. Yo tenía 6 años y ellos eran unos mozuelos. Gianfranco, incluso,  me dice Maqueba, por mi personaje. 

¿Y cómo te conectas con Yola Polastry? 
En casa de mis abuelos maternos había peña y en uno de esos días le pedí a mi mamá que me dejara cantar criollo.  Ella accedió y al terminar de cantar, un muchacho se acerca a felicitarme. Por su sugerencia mi mamá me lleva a una audición para el Yola Polastry. Me quedé siete años, no como burbujita sino como cantante de música criolla en el segmento Los peruanitos cantan y bailan su canción. 

¿Qué aprendiste de Yola? 
¡¡¡Ufff!!! Ella es una profesional al cien por ciento; nos enseñó a ser perseverantes, perfeccionistas y a amar nuestra profesión porque ella ama lo que hace. 

¿Quién te inspira? 
 Mi mamá.

Ella es defensora de los derechos de los afro peruanos ¿Te has sentido presionada para seguir su ejemplo?  
El ejemplo se sigue por convicción, por identificación con el tema. Mi madre es muy luchadora y perseverante.  Cuando ella estaba en la universidad fundó la Asociación de la Juventud Negra Peruana y siempre ha trabajado en racismo y discriminación. Es el pilar de mi familia, de mi hermano Owan Lay [director del Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social-LUM] y mío.

¿Si te dicen algo en la calle, qué haces?
Tengo la lisura en la boca; no tengo vergüenza.

¿Cuál es tu mayor sueño?
Estoy viviendo mi propio sueño y si algo anhelo es tener una peña criolla en mi casa. 

¿Recuerdas un consejo especial?
Alguna vez me preguntaron qué consejo daría a mis hijos pero como no los tengo, a todos les puedo decir que la llave del éxito es la educación; que es una carrera de largo alcance, cuando piensas que has ganado es mentira porque debes seguir trabajando.

¿Tu objeto favorito?
El anillo de matrimonio de mi abuelo Eugenio. Me lo regaló mi abuelita Digna tiempo después de que él falleciera. No me lo quito nunca; lo llevo en el dedo gordo porque es donde me queda, y si tengo que quitármelo porque estoy en temporada de teatro o grabo algo que así lo exige, lo coloco junto al seno.  Mis abuelos fueron muy importantes para mí y mi hermano; y creo que esta es una manera de tenerlos presentes siempre.

¿Qué te gusta de tus raíces afroperuanas?
Vivo orgullosa de mis labios gruesos, de mis ojos saltones, de mi cabello ensortijado. Sí me entristece que el Estado no reconozca el aporte de los afroperuanos a la cultura y desarrollo del país.

¿Cómo te gustaría ser recordada?
Como alguien divertido, pero que dejó algo dicho con el tema del racismo y la discriminación desde su propio espacio, desde las redes sociales. 

 

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