Meche Correa resume todo lo que observa durante sus viajes por el Perú en cada una de sus creaciones: una bolsa que imita la forma de la manta con la que las mujeres de la sierra envuelven a sus bebes en la espalda, unas carteras con bordes de madera que replican los cuadros de la Escuela Cusqueña durante la época virreinal, unos sombreros con flores tejidas para recordar a los agricultores que alegran su dura jornada insertando en sus sombreros las flores que encuentran en el camino.
Esta embajadora de la Marca Perú recuerda su inicio hace más de tres décadas cuando la gente le decía que estaba loca por dedicarse al diseño peruano. No había espacio para lo que se entendía como folclor en la industria de la moda, que solo clavaba su mirada en lejanas pasarelas extranjeras. Hoy sus colecciones con organzas pintadas a mano, mantos andinos o sombreros de paño desfilan al ritmo de “El Cóndor Pasa” o algún alegre huayno en las ciudades más sofisticadas del mundo. Hoy las mujeres limeñas se atreven cada vez más a llevar con confianza los colores encendidos de su historia.
Estudiaste decoración de interiores, ¿en qué momento te interesas por la moda?
Mi mamá fue vendedora por muchos años en Hilos Tren y la gerenta general me tenía mucho cariño, así que me pidió que vaya a Huancayo a ver la decoración de una de sus tiendas. Ese fue mi primer trabajo como decoradora. Ese viaje me impactó tanto que me cambió la vida.
¿Qué te impactó?
Yo nunca había salido de Lima y, hace más de 30 años, Huancayo era todavía un pueblo muy típico y hermoso. Cuando llegué, rompió una lluvia con relámpagos y truenos. Vi cómo cambiaba el color del cielo. Sentía la impresión que se llevan los de provincias cuando visitan por primera vez Lima, pero al revés (risas). A ellos les sorprenden los edificios o qué sé yo, a mí me maravillaba el cielo azul y despejado, la lluvia. Ese fue el renacer de la vida que yo debía tener.
¿Cómo te encaminó eso a la moda?
Es que en ese viaje, el día domingo cuando fui a la famosa feria artesanal de Huancayo, entré en shock. Los colores, textiles, ponchos, chullos, bordados fueron como un flechazo que se metió en mí. Gasté hasta el último centavo que llevé. Regresé a Lima muy feliz. Quedé impactada con el diseño peruano y comencé a viajar seguido dentro del país para comprar materiales y aprender a usarlos.
¿Cómo reciben las pasarelas internacionales sus colores fucsias, dorados y más?
Cada país tiene su tendencia de gustos, pero hay algo increíble con mis diseños. A los extranjeros, toda la vida les ha fascinado ese atrevimiento del color. Vivimos entre tantos conflictos, un mundo tan gris, que necesitamos la alegría del color. Las mujeres, sobre todo, aunque nos vistamos de negro, disfrutamos viéndolo.
Su estilo debe sobresalir entre el resto.
Cuando tú estudias moda, te enseñan evidentemente las tendencias de la moda. Libros y libros que te dicen los colores que se usarán para el verano de aquí a diez años, si vestiremos cuadrados, rayas horizontales, verticales. Todo está pauteado y en base a eso los diseñadores hacen sus colecciones. Yo no me guío por eso. Mi tendencia es el Perú y hago lo que me conmueve. En mis viajes dentro del país encuentro mi incentivo.