#DadBod: conoce un poco más de esta tendencia masculina
#DadBod: conoce un poco más de esta tendencia masculina
Redacción EC

Laura Zaferson

Una buena combinación de Homero Simpson con Rolling Stone. Así se describió el cantautor argentino Andrés Calamaro en su tema «Sexy y Barrigón», y con esa canción homenajeó también a todos los hombres que no pierden el sueño si Calvin Klein no los llama para modelar en su publicidad de ropa interior. Ahora: el jefe de la familia Simpson tiene cuerpo de bombillo de 500 watts y Mick Jagger tiene 71 años. Nada malo con esas siluetas, pero convengamos que en nuestro imaginario de belleza masculina es posible encontrar combinaciones más apetecibles. Por ejemplo, John Hamm, protagonista de la ahora difunta serie «Mad Men» donde interpreta a Don Draper, exitoso publicista que cuando no está en un directorio vestido de prolijo saco y corbata, aparece envuelto en sábanas de hotel mostrando orgulloso una seductora pancita de treintón. John Hamm también tiene tiempo para vivir en mi celular en una foto donde está preparando huevos fritos. Se le ve tan churro que si me lo pide, sin dudarlo, meto la mano a esa sartén.

LA BELLEZA IMPERFECTA

Esta mezcla de actitud sexy y cuerpo imperfecto es lo que en Estados Unidos se ha empezado a llamar #DadBod, una contracción que viene de ‘Dad’ (papá) y ‘Body’ (cuerpo). O sea, ‘cuerpo de papá’. En castellano los llaman ‘fofisanos’. El líder de esta tendencia es Leonardo DiCaprio, prueba viviente de que no solo el archiperfecto de Adam Levine puede conquistar modelos de Victoria’s Secret. Leo suele aparecer en fotos playeras jugando vóley con el torso desnudo y completa ausencia de abdominales marcados, rodeado de chicas regias. Cuando lo vemos así, con su cara de ‘no sé por qué les gusto si soy un gordito’, no entendemos cómo Gisele Bundchen lo cambió por su actual esposo, el anatómicamente perfecto jugador de fútbol americano Tom Brady.

Ya dentro del ambiente local, esta tendencia #FofiSano, va reuniendo adeptos que podemos reconocer a nuestro alrededor. Para Eduardo, economista de 33 años, cuyo trabajo involucra viajar por el interior del Perú, es un reto mantener su bien logrado y popular cuerpo de #DadBod. «Trato de comer lo más sano posible, porque quiero verme bien, pero a veces no se puede porque tengo que irme 10 días a una provincia y luego una semana a otra. Lo que hago es reconocer qué actividades deportivas puedo hacer para mantenerme en cada lugar al que voy», dice. Así, cuando Eduardo viaja a Chiclayo sale a nadar y cuando está en Trujillo se anota en clases de jiu-jitsu. Eso sí: jamás le dice no a un buen arroz con pato con una cerveza negra. Por su lado, Víctor,  comunicador de 30 años con un horario disfuncional de trabajo que no le permite organizarse bien, mantiene su anatomía –por algunas partes musculosa y por otras partes no tanto– comprando el  paquete anual del gimnasio y yendo tal vez la mitad del tiempo. «Es mejor pagar 12 meses e ir 6 o 7 que no ir nunca», afirma. Para los dos es tan importante verse bien como disfrutar la vida. La combinación de ambos factores parece resultar interesante para las chicas.

Y es que hay dos cosas ciertas: los #DadBods no quieren ser un ‘chico fitness’ y las mujeres que gustan de este tipo de chicos saben encontrar la belleza en la imperfección. O como diría Juan Villoro: «La auténtica belleza depende de un defecto que arruine apenas la armonía del conjunto».

En este caso, el defecto es la panza. La idea no es eliminarla, sino mantenerla en dimensiones saludables. Los #Fofisanos le dicen sí a la pancita y no a la panzota.

CAMBIO DE PLANES

En opinión de Franco Granthon, psicológo cognitivo conductual, una cosa es comer saludable para contrarrestar algún problema físico como el colesterol alto o alguna condición cardíaca hereditaria, y otra es matarse en una búsqueda de imagen personal ideal. Sobre la segunda situación, indica que durante décadas la sociedad nos marcaba los roles: el hombre protector y proveedor con un aspecto grande y peludo, y la mujer con el rol de reproducción y decoración. Es decir, el hombre tenía que ser como el oso, mientras más feo más hermoso y la mujer era ese bonito horno de donde saldrían unos bebes igualmente lindos que luego el padre alimentaría y educaría. Con la llegada de – entre otras cosas– la liberación femenina, nosotras ya no elegimos usando como brújula solo el instinto de protección y cuidado que nos inspire un hombre, sino que también vemos otros factores, como el estilo de vida o la manifestación de emociones. Así, seguirán existiendo las mujeres cuyo único requisito sea que un hombre las proteja y eso está bien, asimismo surgirán las que además (o en lugar) de un oso quieran que su chico sea metrosexual como David Beckham, estilizado como Jared Leto, o un #FofiSano genial como Javier Bardem. Es decir, el ‘mercado’ actual ofrece más posibilidades porque las mujeres demandamos más.

Quizá sea por eso que están tan de moda los chicos de look ‘leñador urbano’, esos que son grandes, barbones y que posiblemente agarran la comida con la mano, pero que también se preocupan por qué ropa les queda mejor y que al día siguiente de haberse entregado a un festín parrillero con los amigos salen a correr o a llamar a su nutricionista para confesar el pecado y asumir con hidalguía una penitencia que tenga forma de pechuga de pollo a la plancha y ensalada verde.

De hecho, imaginar hoy que un hombre asiste regularmente a una cita nutricional o que llama o le escribe por WhatsApp a su nutricionista no es una cosa rara o solo digna de un fanático del Crossfit o de una persona con problemas de obesidad. Bien lo sabe Marysol Olivares, licenciada en Nutrición y Dietética, quien indica que el 30% de sus pacientes son hombres solteros que  suelen comer fuera de casa todos los días y que por eso mismo quisieran tener pautas para poder elegir mejor lo que comen y verse bien físicamente. Para Marysol, la clave está en educar al paciente, enseñarle a diferenciar proteínas de carbohidratos y vitaminas y, sobre todo, hacerle saber que es algo bueno no esperar a tener un problema de salud para pensar en nutrirse mejor. Como dato curioso, añade que los varones son más juiciosos para seguir una dieta, pero que cuando fallan rápidamente hacen borrón y cuenta nueva y vuelven a empezar. «Las mujeres somos más ansiosas y nos frustramos más», dice. ¿Será porque llevamos más tiempo que ellos haciendo dietas? ¿O de pronto es que los hombres ven la panza como una elección y nosotras como un castigo? Sea como fuere, apúrense a elegir a su #DadBod que cuando esta tendencia explote, solo quedarán disponibles los David Beckham y los Jared Leto del mundo o, peor aun, los modelos estilo Calvin Klein. ¡Pancita, corazón!

Contenido Sugerido

Contenido GEC