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Casa del Canillita: la vez que los vendedores de diarios tuvieron un local moderno de cuatro pisos en el Centro de Lima | FOTOS EXCLUSIVAS
Los vendedores de periódicos, revistas y loterías estaban desarticulados a fines de los años 40. Cuando se formó la primera Junta Local de Asistencia para ellos empezó un nuevo tiempo; en ese lapso, durante los años 50, se les construyó un local propio. La Casa del Canillita demoró algunos años en ser terminada, pero lo hicieron y se inauguró a inicios de diciembre de 1959. Las cosas han cambiado, y hoy la Federación Nacional de Vendedores de Diarios, Revistas y Loterías del Perú cumple 50 años de vigencia institucional.
La idea de una casa propia para los ‘canillitas’ fue madurando a lo largo de la década de 1950. Desde 1947, una Junta Local de Asistencia atendía las necesidades de los vendedores de diarios, revistas y loterías, específicamente con asistencia social y consultorías médicas. Pero el gremio de vendedores de periódicos requería de un espacio propio. Entonces, desde julio de 1953, en que se dio los resultados del concurso de proyectos para la edificación de la Casa del Canillita, el camino se tornó más promisorio para estos esforzados trabajadores. Hasta que en diciembre de 1959 el sueño se hizo realidad.
El Comercio entrevistó al joven arquitecto Luis Bustíos Romaní, ganador del “Concurso de Proyectos para la Casa del Canillita”, que convocó la Sociedad de Arquitectos del Perú. Publicada el 15 de julio de 1953, en dicha conversación Bustíos, de solo 25 años, contó sus planes para levantar el edificio de cuatro pisos a la vista y un sótano, donde se ubicaría un enorme auditorio.
Hacía dos años solamente que Bustíos había egresado de la Escuela Nacional de Arquitectura, y ya contaba con experiencia laborando con arquitectos reconocidos. Su proyecto se impuso entre varios, y tomó en cuenta el espacio reservado para el local, en la calle San Diego, cuadra 7 del jirón Ayacucho, cerca de la avenida Abancay, en el Cercado de Lima.
Para Bustíos, ese espacio era el ideal: “Está ubicado en excelente lugar tomando en cuenta su destino ya que los que van a utilizarlo se encuentran cerca del centro de sus actividades profesionales. Esto es de excepcional importancia”. (EC, 15/7/1953)
El joven especialista detalló cómo se organizaría el inmueble, con cuatro pisos elevados sobre la calle y la del sótano, donde estaría el auditorio para unas 200 personas. Allí mismo estarían los servicios y talleres, dijo. “La primera planta se destina al sector social de los vendedores con salas de conversación y recreos”. (EC, 15/7/1953). Estaba planificado también allí una “cuna maternal”, que atendería a unos 30 niños.
El plan del proyecto ganador de 1953 -que luego fue desarrollado por una firma constructora- tomaba en cuenta un espacio para un kindergarten, un salón de clase y un pequeño jardín. En el segundo piso, el arquitecto Bustíos consideró un comedor para 80 personas y oficinas administrativas. “En el tercero, se instalarán los servicios médicos con sus consultorios, asistencia social y un botiquín”, añadió. Y, finalmente, el cuatro piso sería para la “Escuela con cuatro aulas, el museo-biblioteca y el local de administración de ese escuela”. (EC, 15/7/1953).
CASA DEL CANILLITA: ASI FUE LA COLOCACIÓN DE LA PRIMERA PIEDRA
Por diferentes motivos, entre estos el total saneamiento del lugar y las trabas burocráticas del régimen del ‘Ochenio’ de Manuel A. Odría (1948-1956), la esperada colocación de la “primera piedra” del local en el mismo punto de construcción recién se realizó el martes 25 de octubre de 1955. El proyecto de la Casa del Vendedor de Periódicos del arquitecto Luis Bustíos, fue asumido por la reconocida firma constructora “Cillóniz-Olazábal-Urquiaga”.
En la mesa de la ceremonia estuvieron el ministro de Salud Pública, Jorge de Romaña; el entonces subdirector del diario El Comercio y presidente de la Junta Local de Asistencia a los Vendedores de Diarios, Revistas y Loterías, Alejandro Miró Quesada Garland. Bendijo la piedra simbólica, el R.P. Graciano Montes.
En ese momento se proyectaba que el nuevo edificio del Centro de Lima se levantaría en “14 meses”; es decir, se suponía que estaría listo para diciembre de 1956; sin embargo, todos los acabados y otros detalles del inmueble retrasaron la apertura de la Casa del Canillita hasta diciembre, pero de 1959. El proyecto contó con el apoyo efectivo del gobierno central, quien creía en los derechos de los ‘canillitas’.
Aquella mañana del 25 de octubre de 1955, con la primera piedra ya colocada y bendecida, destacaron en la cita el subdirector del diario, Alejandro Miró Quesada Garland, a quien acompañaron su padre Luis Miró Quesada de la Guerra, director del diario, y su tío Óscar Miró Quesada de la Guerra, entonces presidente del directorio.
Asimismo, asistieron el representante del diario La Crónica, el señor Ricardo León, y los representantes de la Beneficencia Pública de Lima, el Estado Peruano y el Sindicato de los Vendedores de Diarios, Revistas y Loterías. Miró Quesada dejó marcada la idea que tenía el diario decano en torno a esa soñada Casa del Canillita. Dijo que era una casa para servir a la comunidad y que se inspiraba “en los principios de la emoción social”. (EC, 26/10/1955)
Miró Quesada afirmó que desde El Comercio “conocía y trataba de aliviar los problemas y necesidades del ‘canillita’”. La Junta Local de Asistencia que presidía estaba en funciones desde 1947, pero a partir de 1951 entró en una “etapa de realizaciones”: se abrió el Departamento de Asistencia Social, y luego, en noviembre de 1952, el Departamento Médico.
El subdirector detalló esa vez que la idea de la “casa propia” para el ‘canilla’ había nacido en la propia Junta Local de Asistencia desde que esta se creó en 1947. El subdirector de El Comercio informó que, con el “impuesto sobre los avisos de periódico, en favor de los canillitas”, normado por la Ley Nº 10674, en 1948, se llegó a reunir (hasta 1955) nada menos que “un millón de soles”.
Esa cantidad había nacido de los aportes de las empresas editoras, de la cual un 60% correspondía solo a El Comercio. Con esa base presupuestaria decidieron iniciar la obra que costaría, finalmente, 2 millones 230 mil soles. El gobierno central aprobó el proyecto y los costos. (EC, 26/10/1955)
El terreno, cuyo valor entonces era de 205 soles por metro cuadrado, pertenecía a la Municipalidad de Lima, y fue expropiado por el Poder Ejecutivo. Era un buen lugar, muy cerca al entonces Ministerio de Hacienda.
CASA DEL CANILLITA: UN ESPACIO QUE CRECIÓ LENTAMENTE, PERO CON SEGURIDAD
En los planes iniciales del proyecto se pensaba que para octubre de 1956, la obra estaría bastante avanzada; sin embargo, el 16 de ese mes y año, El Comercio dio cuenta de la situación real. Con el titular “Progresa la construcción de la Casa del Canillita”, el diario decano indicaba que si bien el edificio no estaba muy avanzado, se hacía la tarea lo más rápido que se podía.
La construcción de la Casa del Vendedor de Periódicos, nombre con el que se le conocía también, estaba en un 70% de avance de la “albañilería gruesa”. Luego de concluir ese 30% faltante, se empezaría con todos los acabados previstos en el proyecto (que eran varios). El espacio era de 825 metros cuadrados de construcción, un sótano-auditorio y cuatro pisos bastante funcionales. (EC, 16/10/1956)
La firma constructora “Cillóniz-Olazábal-Urquiaga” tenía como supervisor de la parte interesada (la Junta Local de Asistencia) a un ingeniero, con el cual se garantizaba un trabajo de calidad para los vendedores de diarios, revistas y loterías de esos años. La Casa del Canillita estaba lista, concluida a mediados de 1958, pero las trabas burocráticas jugaron en su contra.
CASA DEL CANILLITA: EL ESPERADO DÍA DE LA APERTURA
En medio de una curiosa campaña vial en Lima, llamada “Campaña del Silencio”, contra el abuso de los cláxones en la capital, el martes 1 de diciembre de 1959, casi al finalizar la década del 50, por fin la casa de los vendedores se hizo palpable. No hubo silencio esa mañana por la calle San Diego (cuadra 7 del jirón Ayacucho) sino todo lo contrario.
Al mediodía, el auditorio del nuevo local bullía con las 200 personas cómodamente sentadas. La Junta Local de Asistencia de los Vendedores de Diarios, Revistas y Loterías, que presidía Alejandro Miró Quesada Garland, podía estar satisfecha. No necesariamente con el tiempo que se demoraron los acabados, pero sí con el resultado final. Era un edificio de lujo, una “casa millonaria”, como también se le llamó.
Todos comentaron ese día la importancia de los talleres que implementaría la institución. Estos eran solo una parte del conjunto, pero con la obra acabada se percibió el valor estratégico que iban a representar esos talleres: enseñarían desde costura, pasando por zapatería, hasta hojalatería, entre otros oficios.
Alejandro Miró Quesada Garland recordó esa vez el día en que se había colocado la “primera piedra” del edificio, el 25 de octubre de 1955; y ahora ver ese sueño hecho realidad era muy emocionante. El impuesto a los avisos de diarios y revistas funcionó, pues llegó a recaudar hasta ese 1959 (11 años continuos) más de 8 millones de soles. De esa cantidad, El Comercio había aportado algo más de 5 millones de soles. Era, en verdad, un 58% del ingreso total. El 42% restante lo cubrieron los otros diarios y publicaciones en conjunto.
Con el apoyo del área de Servicio Social de la Junta Local de Asistencia, a cargo de Rosario Araoz, y el trabajo de tres profesoras y 100 alumnas, se pudo realizar la tarea de empadronar “a la totalidad del gremio”, y además se supo por medio de una encuesta cuáles eran las verdaderas necesidades de este sector productivo del país. Así, con data real y cuantificada, se decidió construir el moderno edificio, en pleno Cercado de Lima. (EC, 2/12/1959).
La Casa del Canillita, en la cuadra 7 del jirón Ayacucho, no funcionó de inmediato, debido a una demora en las licitaciones que debió haber hecho a tiempo el entonces Ministerio de Salud Pública. De esta forma, el diario decano colaboró activamente en vincular a ese ya numeroso grupo social de ‘canillitas’ con el Estado peruano, creando las condiciones para que recibieran la atención estatal que merecían.
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