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| Crónica
Día del Adulto Mayor: los secretos del asilo Canevaro cuando se inauguró en 1982
En los primeros años de la barbarie terrorista de Sendero Luminoso, a inicios de la década de 1980, un espacio de amor y esperanza se abrió en Lima para los adultos mayores del Perú: el albergue Canevaro. Hoy es el Día Nacional del Adulto Mayor.
Cada paso que daban era un esfuerzo pequeño por vivir. Sus sonrisas evaporaban cualquier duda sobre ellos y ellas. Hombres y mujeres de la tercera edad miraban absortos cada detalle en el piso o en la pared del nuevo albergue “Ignacia Rodulfo Vda. de Canevaro”, ubicado en el popular distrito del Rímac. Los pasillos del asilo parecían interminables. Hacía un mes que había sido Fiestas Patrias, pero el ambiente en el reluciente “Canevaro”, como se le conoció, era de entusiasmo, solidaridad y hasta fervor.
El viernes 27 de agosto de 1982, hace 39 años, una nueva historia empezó para los compatriotas adultos mayores. Había más de cien huéspedes ya instalados en el nuevo albergue cuando llegó el día de la inauguración oficial. Lo hizo nada menos que el presidente de la República, el arquitecto Fernando Belaunde Terry.
El día anterior, el jueves 26 de agosto de 1982, el gobierno había promulgado el Decreto Supremo N° 050-82 JUS, con el cual se institucionalizó el “Día Nacional del Anciano en el Perú”. Desde ese año se conmemora la fecha cada 26 de agosto. Y esto por la festividad de Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars (1843-1897), Patrona de la Ancianidad y fundadora en 1873 de la Congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.
La religiosa española dejó en total 103 asilos en España y América, y fue una verdadera defensora y madre de todos los adultos mayores del mundo. Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars murió en Valencia (España), justamente un 26 de agosto de 1897.
Las casas de reposo eran una verdadera alternativa y también una necesidad, puesto que era muy común el abandono y abuso familiar contra el adulto mayor. Así, el gran proyecto arquitectónico que significó elasilo “Canevaro” fue un avance nacional en la creación de una adecuada infraestructura para el desarrollo del cuidado geriátrico en el Perú.
El asilo, ubicado frente al Paseo de Aguas en el Rímac, era una obra de gran dimensión arquitectónica. Con ella se buscaba darle modernidad y eficiencia al servicio de los adultos mayores. Fue un suceso nacional, y hasta podríamos decir una señal de empatía de las autoridades del gobierno con las personas de la denominada “tercera edad”.
En esos años ochenteros, había ya otros centros geriátricos que atendían a una cantidad considerable de “ancianos” y “ancianas” (términos que se usaban comúnmente en los medios de prensa entonces); uno de esos centros fue el albergue municipal “María Rosario Aráoz”, en San Juan de Miraflores. Pero, sin duda, no había en el país uno como “Canevaro”, tan grande y moderno.
El día anterior a la inauguración, aquel jueves 26 de agosto de 1982, los adultos mayores recibieron el agasajo y homenaje de diversas instituciones estatales como el Instituto Nacional de Bienestar Familiar (Inabif), el Instituto Peruano de Seguridad Social (IPSS) y el Concejo de Lima.
Y es que, en distintos lados, la imagen de la adultez mayor era revalorada “como ejemplo depositario de la cultura”. En el antiguo IPSS, en un acto en el Centro Cívico de Lima, se había elegido a la “Dama y Caballero del Año”, correspondiéndole el honor a Isabel Velasco y Daniel Lizarzaburu.
Aquel sentido y conmovedor homenaje terminó con el reconocimiento al doctor Ernesto Zapata Ballón, el único sobreviviente de los tiempos en que se fundó la Seguridad Social en el Perú, aquel lejano 12 de agosto de 1936, en que se promulgó la Ley N° 8433, durante el gobierno de Oscar R. Benavides.
El gran ‘Canevaro’ que todos soñaban
Las cifras oficiales indicaban que el nuevo albergue rimense poseía una capacidad total de atención para 648 adultos mayores. Ese día inaugural, el asilo ya contaba con cien huéspedes debidamente instalados, algunos de ellos indigentes que fueron ingresando poco a poco debido a la necesidad de acogerlos. Es importante indicar que el inmueble “Canevaro” estuvo prácticamente concluido desde 1977, durante el gobierno militar de Francisco Morales Bermúdez; sin embargo, faltaba concluir los acabados e, incluso, algunas obras de agua y luz, vitales para su funcionamiento.
No se trataba, como puede apreciarse en las fotos de esos días, de una casa o casona que se había adaptaba para los servicios geriátricos, sino de un gran edificio, un sólido inmueble de moderna concepción arquitectónica, construido e implementado con el pensamiento puesto en cubrir las necesidades de su público objetivo: los adultos mayores de esos años y los por venir.
“Canevaro” fue equipado con dinero de la Beneficencia Pública de Lima, pero también con donaciones, especialmente de la Fundación Ignacia Rodulfo Vda. de Canevaro, o simplemente Fundación Canevaro, una institución activa desde hacía décadas.
El asilo no solo fue concebido para acoger solamente a los ancianos abandonados -los cuales serían la mayoría- sino también, desde sus inicios, para hospedar a ancianos capaces de sustentar su estadías. Con esa política, las posibilidades de ampliación y mejoras del inmueble eran completamente factibles.
En el reglamento de 1982, “Canevaro” estableció las condiciones de ingreso de los “ancianos indigentes”. Estos debían pasar por una selección rigurosa: debían tener más de 60 años, no tener casa propia ni renta de ninguna naturaleza; asimismo, tenían que contar con buena salud. Era una norma del albergue no aceptar a personas enfermas.
Ya estando en el albergue del Rímac, los huéspedes tenían acceso a talleres de costura (mujeres) y talleres de mecánica ligera, carpintería, etc. (hombres). Cada pabellón contaba con televisores y las duchas con agua fría y caliente. El personal para la atención era aún escaso, pero se procuró que fuera especializado en geriatría.
Desde el día de la apertura se soñaba con implementar en el tiempo más breve un departamento médico y consultorios de reumatología, neurología, medicina general. Incluso el plan era que funcionara allí mismo una pequeña sala de operaciones.
A las tres de la tarde de ese viernes 27 de agosto de 1982, apareció en el frontis del local el auto presidencial, de donde bajaron segundos después el primer mandatario Fernando Belaunde, con un gesto de la mano derecha hacia adelante. Luego lo haría la primera dama Violeta Correa, ambos rodeados de miembros de la escolta presidencial Mariscal Nieto.
Belaunde fue festejado por los residentes de “Canevaro”. Una admiradora, incluso, le tomó unas fotografías. El presidente se sintió cómodo y querido en ese entorno otoñal. También asistió a la ceremonia oficial, el entonces presidente de la Beneficencia Pública de Lima, Alejandro Sousa Castañeda.
Pero, hubo una razón de Estado para acelerar la parte final de la obra inconclusa: la Asamblea General de las Naciones Unidas -cuyo secretario general era el peruano Javier Pérez de Cuéllar- había hecho una invitación en 1981 a los estados miembros para que pensaran en establecer “un día de la persona adulta mayor en sus países”.
El pedido incluía el “Plan de Acción Internacional de Viena sobre el Envejecimiento” (1982). Es en ese contexto, el gobierno de Belaunde declaró oficialmente el 26 de agosto como el día dedicado a las personas de mayor edad en el Perú.
Sin embargo, para los jubilosos ancianos y ancianas residentes en “Canevaro” todo eso era política. Ellos cantaron el himno nacional con emoción, con la mano derecha al pecho y las pupilas húmedas. Luego, escucharían las palabras de las autoridades con la misma expresión de esperanza. La edad los hermanaba.
La placa de inauguración fue colocada en una pared alta del recinto, y develada por el propio presidente Belaunde, en medio de los interminables aplausos de los adultos mayores y de las tomas de las cámaras de TV. y de los flashes incansables.
De esta forma, “Canevaro” se apreciaba como un ser vivo y descansado; pasear por esos días inaugurales en sus relucientes pasillos, junto a sus huéspedes, transmitía a cualquiera una inexpresable tranquilidad.