Con su hijo en brazos, la joven madre empezó su travesía en las cercanías de la localidad andina de Umamarca, soportó la helada y las torrenciales lluvias, superó los solitarios y peligrosos caminos cubiertos de nieve y no claudicó hasta llegar al Hospital General de Andahuaylas. Cristián Jáuregui Huillcapuma, de tan solo siete meses, presentaba quemaduras de tercer grado y necesitaba urgente atención médica.
La noticia apareció el 15 de agosto de 1997 en la primera plana de El Comercio. El pequeño había sufrido este grave accidente cinco días antes, cuando dormía cerca de un fogón. El peso de la nieve hizo que parte del techo se desprendiera y cayera sobre la camita del niño, que al voltearse lo expuso a las llamas provocándole quemaduras en el rostro y en el pecho.
Ante los gritos desesperados de Cristián, su mamá no dudó en buscar ayuda e inició de inmediato un viaje a pie día y noche desde Umamarca, distante unos 80 kilómetros al sur de Andahuaylas, recorriendo 40 kilómetros hasta Cceñuarán, desde donde fueron trasladados en un auto particular los 40 kilómetros restantes.
Traslado a Lima
El 14 de agosto el niño fue internado en el Servicio de Pediatría del Hospital General de Andahuaylas, donde los doctores se abocaron en salvarle la vida, pues sus quemaduras fueron calificadas como bastante graves.
Al día siguiente el pequeño fue trasladado a Lima y sometido a un tratamiento en la Unidad de Cuidados Intensivos del Instituto de Salud del Niño. Abordada por la prensa capitalina, Margarita Huillcapoma contó cómo tuvo que desplazarse a pie durante 30 horas por senderos desolados y peligrosas pendientes.
El doctor Roberto Ruiz Moreno, director del Instituto de Salud del Niño, indicó que la situación de Cristián era estable a pesar de las quemaduras, y que eso se debía en parte a que había sido alimentado con leche materna desde su nacimiento.
Margarita, de 19 años de edad, solicitó a través de los medios la ayuda de la colectividad para poder subsistir en Lima y al mismo tiempo hizo un llamado al padre del niño, quien aparentemente vivía en la capital y nunca había visto al menor desde su nacimiento.
¿Qué no haría una madre por sus hijos?
Esta joven “madre coraje” no solo tuvo que romper las distancias geográficas, sino también las del idioma. En Lima se enfrentó a las preguntas de los reporteros respondiendo en su lengua materna, el quechua.
Y fue en el idioma de los incas que le contó a El Comercio detalles de su experiencia: “Creo que nunca sentí ni frío ni hambre. Pensaba solo en mi hijito. Por momentos presentía que no llegaría a tiempo. Cristián dejaba escapar un quejido de cuando en cuando. Pero creo que el frío mismo le calmaba el dolor que sentía”.
No le dieron esperanzas
Recordó que llegó a Umamarca después de algunas horas de extenuante caminata. “Tienes que irte rápido a Andahuaylas, pero con esta nevada seguro que no encuentras quien se atreva a llevarte”, le advirtió una enfermera.
Pero Margarita estaba decidida y reanudó la marcha. Caminó durante varias horas más y hasta perdió la noción del tiempo, contó al decano. Sin embargo, su heroico esfuerzo fue premiado por personas que se prestaron a auxiliarla. Establecieron contacto con Lima y los trasladaron por vía aérea.
Para el 29 de agosto las noticias eran alentadoras. Cristián se encontraba ya fuera de peligro y listo para ser dado de alta, aunque iba a necesitar someterse a una cirugía reparativa en el Servicio de Quemados del mismo nosocomio. Historias como estas son las más indicadas para ser publicadas en el Día de la Madre, pero como muchos dicen… Día de la Madre son todos los días.
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