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| Historias
La historia de la familia peruana que vivió tres metros bajo tierra en el óvalo Monitor de Surco en los años 80
Clemente Asto y Dominga Aquino, dos campesinos de la sierra peruana, llegaron a Lima desde Huancavelica. En los años ochenta saltaron a los titulares como la ‘familia topo’ al haberse visto forzados a vivir en un sótano de la hoy conocida vía limeña por un trabajo que quedó impago.
En mismo día que la selección argentina de fútbol llegaba a Lima para medirse a la bicolor por las eliminatorias para el Mundial de México 86′, una sorprendente historia llegó a la redacción de El Comercio el 20 de junio de 1985. Al día siguiente, la portada del diario decano recorrió las calles del país contando el testimonio de vida de una familia de Huancavelica que vivió nueve años debajo del busto del héroe Miguel Grau, ubicado en ese momento en el óvalo Monitor Huáscar, en Surco. El lugar habitado por la pareja de esposos estaba tres metros bajo tierra. Allí permanecieron junto a varios animales: una perrita, un gallo y una gallina con sus pollitos.
A principios de la década de 1970, Clemente Asto y Dominga Aquino, dos campesinos de la sierra peruana, llegaron a Lima desde Pampas, Huancavelica. Ellos llegaron a la capital como parte de la inmensa e inacabable legión de provincianos que sueña con tener un futuro mejor. Un porvenir que les ofrezca, por lo menos, mejores posibilidades de desarrollo para sus hijos.
Al principio, lograron construir una choza de cartones y latas en el pueblo joven “3 de Octubre”, al norte de la capital limeña. No obstante, la miseria los apretó cada vez más. Tanto que hubo momentos en que no tuvieron qué comer. Luego de seis años, en 1976, Clemente recibió una buena oferta de trabajo. Esta consistía en cuidar un parque, donde también podía vivir. Él no lo pensó dos veces y aceptó, mudándose a ese lugar junto a su mujer.
El parque que debía cuidar era el óvalo Monitor Huáscar, ubicado en la intersección de las avenidas prolongación Javier Prado Este, Las Palmeras y Golf los Incas, en el distrito de Santiago de Surco. El cuarto que les dieron para vivir era un subterráneo de tres metros cuadrados de área y estaba debajo del busto hecho en homenaje al héroe de Angamos, el almirante Miguel Grau.
Siendo prácticamente “dueños” del óvalo durante muchos años, la familia Asto Aquino crió en su recinto a una perrita llamada Blanca, un gallo multicolor y varias gallinas con sus polluelos. Algunos de estos animales les sirvieron de alimento en los días difíciles. En sus ratos libres, los esposos pasaban sus tardes lavando ropa al aire libre y “dándole de comer maicito a los animalitos”.
Don Clemente le dijo al reportero de El Comercio que se hizo jardinero por afición y necesidad. Fue por eso que le encargaron el cuidado de ese lugar. Sin embargo, los problemas para mantener el óvalo hicieron que no le pagaran su sueldo durante tres años. Desde esa fecha nadie le dio respuestas al ‘guardián del monitor’ (así es como lo conocían).
“Ahora pues, tengo que buscármelas. Un ingeniero que vive por aquí me da 20 soles semanales y me ayudó con otros cachuelitos, cuidando y cortando jardincitos de por aquí”, explicó aquella vez don Clemente. De esta manera, finalizó la entrevista que se dio hace más de 30 años.
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CORRECCIONESEsta nota fue publicada originalmente en diciembre del 2020. Se republica a propósito de la inauguración de las obras en el Óvalo Monitor.