Abimael Guzmán, el cabecilla de Sendero Luminoso se ha ido de este mundo dejando su herencia de destrucción y muerte incrustada como una estaca en la historia reciente del Perú. Se fue cargando en su conciencia la vida perdida de miles de peruanos, la frustración de niños y jóvenes por un futuro trunco, las lágrimas de madres, esposas e hijas, y el atraso y el caos en que hundió a nuestro país durante más de una década.
Su discurso fueron las bombas y los atentados a traición, maquinados por su oscura mente y la de sus perturbados socios de cúpula, quienes encabezaron la organización del terror denominada Sendero Luminoso.
Todo empezó el 17 de mayo de 1980, en Chuschi, un pequeño poblado en las entrañas de Ayacucho, en donde sus seguidores quemaron el material electoral que se utilizaría al día siguiente en las elecciones generales. Esa fue su declaración de guerra contra el Estado y la sociedad peruana.
En un principio se ignoraron o minimizaron sus acciones, hasta que el 3 de marzo de 1982 soltaron un zarpazo de alerta, también en Ayacucho. Ingresaron a sangre y fuego al penal de esa localidad para liberar a 78 senderistas.
Una de las demostraciones más evidentes de su filosofía de muerte la aplicaron en Lucanamarca. El 3 de abril de 1983, unos 200 integrantes de Sendero Luminoso armados con machetes y cuchillos, emprendieron una orgía de sangre matando a 69 compatriotas, incluyendo niños y mujeres. Luego de la matanza, saquearon viviendas y locales públicos.
Su discurso de muerte y revolución se llevó la vida de 40 personas en Pampacancha, en agosto de 1984. Los terroristas asesinaron a los pobladores a cuchillazos. A varios de ellos les cortaron las orejas y a otros los apedrearon hasta matarlos. Luego quemaron sus cuerpos. Antes de irse, les robaron sus pertenencias e incendiaron el lugar.
En abril de 1985 emboscaron a Domingo García Rada, presidente del Jurado Nacional de Elecciones, dejándolo gravemente herido. En 1989 atacaron el bus en el que se trasladaba el destacamento de los Húsares de Junín, en pleno centro de Lima, matando a seis efectivos e hiriendo a 25. Después, en 1990 asesinaron a 50 pobladores asháninkas en Junín.
Cuando extendieron sus tentáculos hacia la capital, encontraron resistencia en los sectores periféricos de Lima, que organizados enfrentaron su discurso de odio y lucha de clases.
Un enorme baluarte de la defensa de los pobres contra las huestes de Sendero fue la lideresa popular María Elena Moyano, quien pagó caro el hacerles frente. Como siempre, los esbirros de Abimael Guzmán apelaron a la única arma que manejaban con destreza: el asesinato. El 15 de febrero de 1992 le quitaron la vida a María Elena Moyano.
Ávidos de propaganda, los dirigidos por Abimael Guzmán enfilaron su artillería criminal contra los medios de prensa. El 5 de junio de 1992 dirigieron un coche bomba contra las instalaciones del Canal 2.
Pensó, erróneamente, que el pueblo peruano se replegaría. Su mente criminal no esperó que la reacción sería la unión de todos los sectores en contra de un proyecto inviable de terror, que había llevado al paroxismo su discurso petardista.
Tras su captura en 1992, los atentados fueron más dispersos y focalizados. El 27 de marzo de 1993, en Huancayo, asesinaron a Teresa Martel Chepe, presidenta de la Sociedad de Beneficencia de Huancayo, y en 1993 acribillaron al alcalde de Saposoa, Celso Rodríguez.
Tal como lo hicieron con María Elena Moyano, la lideresa social Pascuala Rosado fue asesinada por un comando de aniquilamiento senderista en 1996.
El 21 de marzo de 2002 nueve personas mueren en un atentado con coche bomba frente a la Embajada de Estados Unidos, dos días antes de la visita del presidente estadounidense George W. Bush. Los senderistas estacionaron un auto repleto de explosivos cerca del Banco de Crédito de la zona. La explosión también dejo 32 personas heridas.
El 2005 cinco policías murieron tras ser atacados a 200 kilómetros de la ciudad de Huamanga. Mientras que en el 2011 senderistas mataron a un teniente del ejército y dejaron otro oficial y un soldado heridos al atacar una base militar.
En el 2016, ocho militares murieron tras un ataque en el distrito de Santo Domingo de Acobamba, en Junín. La emboscada terrorista también dejó cinco heridos.
Lo que puso en la mente de los peruanos Abimael Guzmán Reynoso lo escribió con cada coche bomba, cada asesinato selectivo, cada emboscada y cada masacre que sus enceguecidos súbditos desplegaron por todo nuestro territorio. Eso es algo que jamás se olvidará.