La salud y los alimentos transgénicos
Foto: Krystian PHOTOSynthesis (wild-thriving) _
Recientemente se discute en el Perú la factibilidad de introducir variedades transgénicas de diversos tipos de plantas en su ecosistema.
Se estima que dicha acción tendría impacto, entre otros, sobre el medio ambiente, la preservación de las reservas agrícolas naturales, la economía de los agricultores, la dependencia a las transnacionales propietarias de las patentes de esas especies vegetales transgénicas, y la salud de los consumidores de los productos transgénicos.
Este comentario solo se refiere al último de ellos: al posible efecto de los productos vegetales transgénicos sobre la salud del ser humano.
Empezamos diciendo que así como se han desarrollado plantas transgénicas, también se han desarrollado animales transgénicos, los cuales hasta este momento no han obtenido licencia para ser puestos a disposición del público. Existe un tipo de salmón transgénico en pleno desarrollo que iría de huevo a animal adulto en año y medio, comparado a los 3 años que necesita un salmón natural…
Este artículo se refiere entonces solo a las plantas transgénicas. Lo primero es definir qué es un animal o planta transgénica. Para entender lo que es transgénico, primero hay que entender qué es el GENOMA.
Los seres vivos, plantas o animales, estamos compuestos por sistemas (digestivo, respiratorio, circulatorio, etc.), órganos (hígado, corazón, cerebro, etc.), tejidos (hepático, sanguíneo, cerebral, etc.) y células (glóbulos blancos, neuronas, células de la piel, etc.).
El concepto es que cada célula tiene en su núcleo un conjunto de corpúsculos llamados cromosomas, los cuales contienen toda la información genética del ser vivo. Los seres humanos tenemos 46 cromosomas, los chimpancés tienen 48, la papa tiene 12 y así por el estilo.
Cada cromosoma está compuesto a su vez por un conjunto de corpúsculos más pequeños llamados GENES, los cuales son las verdaderas unidades informativas. Es decir, los genes son los que determinan el color de los ojos, la predisposición al cáncer o la diabetes, la susceptibilidad de la papa a cierto gusano y así por el estilo.
El proyecto del genoma humano, recientemente concluido, ha revelado que el ser humano tiene entre 20 y 25 mil genes en sus 46 cromosomas. Cada especie tiene un número diferente de genes.
El GENOMA entonces se define como el conjunto de toda la información genética que se encuentra almacenada en los genes de los cromosomas de un ser vivo.
El genoma humano es lo que nos hace humanos; el genoma de un chimpancé es lo que lo hace un chimpancé; el genoma de una bacteria como el Bacilo de Koch es lo que la distingue de otras bacterias como la Salmonella typhi que causa la tifoidea; el genoma de la papa es lo que la distingue de un tomate o una calabaza y así por el estilo.
El genoma es único para cada especie y la naturaleza ha hecho que se desarrollen barreras naturales para que los genomas de diversas especien no se mezclen entre sí.
Desde hace unos 40 años, la ciencia, a través de sus ingenieros genéticos, ha desarrollado métodos para aislar un gen de una especie e insertarlo en el genoma de otra especie completamente diferente para “aprovechar” alguna cualidad de interés determinada por el gen aislado.
Por ejemplo, al insertar genes de bacterias luminiscentes en el genoma de peces ornamentales, se han logrado peces que brillen en la noche…
Un proyecto que felizmente nunca llegó a la mesa del consumidor fue el que insertó el gen responsable de la resistencia al frío de un pez, en el genoma de la planta del tomate. El resultado fue un tomate que no necesitaba refrigeración y podía conservarse por más tiempo…
De este modo se han modificado los genomas de plantas comunes como el maíz, la soya, la papa, el arroz, etc. para cambiar algunas características genéticas de esas plantas; y (en opinión de los que favorecen esta tecnología) puedan lograrse mejores y más abundantes cosechas, las que a su vez podrían aumentar la oferta al público y a la industria de productos de alta calidad.
Hay una bacteria por ejemplo, llamada Bacillus thuringiensis (conocida en el argot científico como Bt) que es capaz de producir en forma natural diversos tipos de toxinas que destruyen muchos insectos.
Si se introduce por ejemplo en el genoma del maíz el gen que produce esa toxina, entonces la nueva planta se convertirá en un maíz resistente a los insectos; pero que contendrá la toxina en sus hojas y mazorcas (ver después el problema que esto causó).
De particular interés para el Perú es que es muy fácil introducir genes de una bacteria llamada Agrobacterium tumefaciens en el genoma de la papa. Esta papa genéticamente modificada por el gen de esa bacteria, tendría mayor resistencia a insectos que destruyen la planta, pero desconociéndose el efecto que tendría el consumo humano de esas papas transgénicas (ver después un problema similar).
Un problema adicional es que, en uno y otro caso; por ser compañías privadas las que venden esas semillas transgénicas, se crea una lógica dependencia del agricultor a las semillas de esa sola empresa; además de que los cultivos normales podrían contaminarse con polen transgénico, perdiéndose poco a poco la calidad natural de las plantas afectadas.
Volviendo al asunto de la salud, a pesar del universal rechazo que existe por este tipo de productos, los efectos negativos que tienen las plantas transgénicas sobre la salud del ser humano no han podido ser documentadas.
Quizá el evento de más trascendencia ocurrió en el año 2000 cuando un tipo de maíz llamado StarLink®, genéticamente modificado precisamente con un gen del Bt para producir la toxina contra insectos Cry9C, fue inadvertidamente introducido en el mercado y consumido por miles de personas. Se imagina, la gente estaba consumiendo sin saberlo, maíz con toxina Cry9C en sus granos!!!
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Atlanta (CDC), hicieron una exhaustiva investigación del problema, concluyendo que 28 personas habían probablemente desarrollado alergia a ese tipo de maíz. El cuidadoso estudio, que incluyó análisis de anticuerpos sanguíneos en las personas afectadas, concluyó que si bien es cierto ese tipo de maíz no había causado el problema, no descartaban que futuros estudios prueben lo contrario (¿?).
Otro estudio que causo mucha preocupación en el publico ocurrió en 1998, cuando el científico