Teresa de Calcuta: La madre de los pobres
Fue una mujer de apariencia frágil, pero con una fuerza espiritual que irradiaba admiración. La vida de la Madre Teresa de Calcuta fue acoger en sus brazos a los niños abandonados y consolar a los menos privilegiados.
“Yo veo a Cristo en cada persona que toco, porque Él dijo: “Tuve hambre, tuve sed, estuve desnudo, estuve enfermo, estuve sufriendo, no tuve casa y tú me acogiste… Cada vez que yo doy un trozo de pan, yo se lo doy a Él… Por eso debemos estar totalmente ligados a los pobres”. Lo dicho resume el pensamiento y la filosofía de vida de esta santa mujer.
Este 26 de agosto, las hermanas Misioneras de la Caridad -la misión que ella fundó-, sus fieles y todos aquellos que fueron bendecidos con su gracia, celebrarán el centenario de su nacimiento.
El origen de una extraordinaria mujer
Agnes Gonxha Bojaxhiu tenía solo 12 años cuando sintió que su misión sería ayudar a los más necesitados. Hasta ese momento la idea de ser monja no pasaba por su mente. Creció en el seno de una familia albanesa, que echó raíces en la ciudad de Uskup, actualmente Skopje, capital de Macedonia.
Educada en un colegio no católico, la joven Agnes asistía a la parroquia del Sagrado Corazón, donde las charlas con los sacerdotes la ayudaron a encontrar el camino para seguir su vocación. En 1928, a los 18 años, dejó la tranquilidad de su hogar para unirse a las hermanas de Loreto, en Irlanda, siendo su destino final la India. Al ingresar a la comunidad, Agnes se convirtió en la hermana María Teresa en honor a la santa francesa Teresa de Lisieux.
A lo largo de 20 años, la hermana enseñó a las niñas del colegio Santa María, en la ciudad de Calcuta. En 1944 fue nombrada directora y destacó por su entrega al trabajo y su valentía. La consagración definitiva al servicio de Dios sucedió cuando realizó su profesión de votos. Desde ese momento, se le comenzó a llamar Madre Teresa.
Una revelación divina
En 1946, durante un viaje en tren, recibió el llamado de Dios para que fundara una legión de hermanas que curaran al enfermo y dieran de comer al hambriento. “No es cuánto hacemos, sino cuánto amor ponemos en lo que hacemos”, decía la Madre Teresa, quien tenía un “don especial” para ayudar a los más pobres entre los pobres.
Antes de comenzar su misión, la Madre Teresa estudió enfermería. Vestida con el sari blanco con rayas azules, que la acompañaría hasta el final de sus días, la religiosa comenzó a recorrer las calles de Calcuta, curando las heridas de los ancianos y acompañando a los moribundos que encontraba a su paso. Ella no estaba sola, pues un grupo de alumnas del colegio Santa María se unió a su causa y, más adelante, médicos y enfermeras voluntarias la apoyarían.
Las misioneras de Teresa
La congregación de las Hermanas Misioneras de la Caridad fue fundada en 1950, luego de obtener los permisos de la Arquidiócesis de Calcuta. Entre las décadas del 60 y 80, la tenacidad y organización que caracterizaba a la religiosa logró que fundara hogares en países con ideologías tan disimiles como Venezuela, Tanzania, Albania y Cuba.
Con el paso de los años su congregación siguió creciendo hasta llegar a tener 4 mil hermanas trabajando en 610 hogares, en 123 países. Su ardua labor fue reconocida con el premio de la Fundación Kennedy, el Juan XXIII y el Nobel de la Paz en 1979. Todos los recibía “por la gloria de Dios y en nombre de los pobres”.
Sin embargo, la Madre Teresa generó controversia con su férrea oposición al aborto. En medio de una reunión en el Congreso estadounidense, en 1994, dijo: “Cualquier país que acepte el aborto no está enseñando a la gente a amar, sino a utilizar la violencia para conseguir sus propósitos”.
Incluso dio un jalón de orejas a los líderes mundiales por no hacer nada para erradicar la pobreza. “Muchos millones de dólares han sido entregados para engordar burocracias, pero no han despojado al pobre de su desesperación”.
Rumbo a la canonización
La “portavoz no elegida de los abandonados” murió el 5 de setiembre de 1997. Sus funerales se realizaron en el estadio Netaji de Calcuta, hasta donde llegaron presidentes, reinas, huérfanos y pobres que formaron largas colas de hasta dos kilómetros para despedirse de su madre espiritual.
Su beatificación se aprobó en tiempo récord, ya que se comprobó el milagro de curar inexplicablemente a una enferma india de 30 años, quien tenía tuberculosis. En octubre de 2003, el Papa Juan Pablo II proclamó beata a la monja, “ícono del Buen Samaritano”, ante unos 300 mil devotos asistentes a la ceremonia en la plaza de San Pedro.
Los fieles y las hermanas de la Caridad están a la espera de un segundo milagro para que la Beata Teresa de Calcuta se convierta en la santa de los desprotegidos.
Su legado en el Perú
“Puedes encontrar Calcuta en cualquier lugar del mundo, si tienes ojos no solo para ver, sino para mirar”. Efectivamente, la Madre Teresa encontró, en el corazón de La Parada, el lugar propicio para fundar el Hogar de la Paz de las Misioneras de la Caridad, un 4 de octubre de 1973.
Durante su segunda visita al Perú, en 1979, fundó un hogar para mujeres abandonadas en Chimbote. Hasta la actualidad, las hermanas continúan ayudando a los olvidados de la sociedad.
En 1982 y 1989 la Madre Teresa se reunió con los presidentes Fernando Belaúnde y Alan García, respectivamente. Consciente de que el terrorismo azotaba nuestro país, nos dejó el siguiente mensaje: “Voy a rezar para que ustedes, puedan amarse unos a otros. Pueden empezar por perdonar. Cuando uno perdona hay paz y donde hay paz reina el amor y la alegría”.
Lilia Córdova Tábori
Fotos: Archivo Histórico El Comercio/ Agencia